Ámame maldito CEO -
Capítulo 117
Capítulo 117:
POV: Sean
Hubiese querido besarte hasta que me revivieras, pero te hubiese contagiado de rabia, es lo mejor, tu partida me duele, me destroza, me ahoga, pero es mejor dejarte ir ahora, a que te des cuenta de que mi corazón está lleno de nada.
¡Merybeth, supongo que nada duele tanto, como un corazón herido!
POV Narrador:
Sean estaba recostado sobre el suelo, con aquel vestido entre sus manos.
Lágrimas calientes corrían por su rostro.
Podía llorar, nadie podría verlo.
Estaba solo.
Totalmente solo.
Supo que, nadie esperaba por él, ella no estaba ahí, ella se fue y no volvería, ahora estaba vacío, y la extrañaba, no importaba que lo negara, Merybeth hacía falta en esa casa, hacía falta en su cama, y en su mirada:
Cuando Sean Hyland despertó, no supo ni qué hora era.
Abrió los ojos, y miró alrededor.
Estaba tan confundido.
Pensó en ella.
Su nombre brotó de sus labios.
“¡Merybeth!”
Exclamó con anhelo, pero fue como si todos los recuerdos lo desmoronaran, escuchó unos ruidos afuera.
¿Acaso era la empleada?
Luego pensó en ella.
‘¿Y si regresó? Tal vez, cambió de opinión’
Pensó con esperanza.
Sean se levantó de prisa, soltó el vestido y corrió con rapidez, estaba mal vestido, mal peinado, pero cuando llegó abajo, Orson lo miró impactado.
“Pero, ¡¿Qué pasó aquí?!”
Dijo impactado.
“¿Qué haces tú aquí?”
“¿Qué hago aquí? Sean, mira la hora que es”.
Sean miró su reloj.
Eran más de las seis, pero no pudo saber bien la hora.
“¿Qué? No entiendo”.
Orson alzó las cejas con gran duda.
“Sean, son las seis de la tarde, no fuiste a trabajar, no contestas llamadas, no le has abierto la puerta a ninguno de tus empleados, ¡Estábamos asustados! Además, Cyrus me dijo que, Merybeth se fue, ¿Es cierto?”
Sean bajó la mirada.
Todos los recuerdos volvieron a él.
“Ella se fue, eso es verdad”.
“¿Te abandonó?”
Exclamó impactado.
“¿No se supone que tenía un contrato? Ella no pudo irse, así como así, ¿Y el dinero que le darías, la casa de la playa? ¿Qué pasa? No entiendo nada.”
Sean esbozó una risa, y rio a carcajadas.
Orson le miró como si se hubiese vuelto loco.
“Sean, ¿Estás bien?”
“Sí, claro que sí, ella se fue, se largó, dijo que no le importaba el dinero, ni ninguna casa dijo que me los metiera por el trasero, y dijo que soportarme era suficiente infierno para seguir tolerando; sí, eso dijo, se fue, me abandonó, ¡Qué novedad!”
Exclamó irónico.
Había una sonrisa en su rostro, pero incluso Orson sintió que le dolía.
“¿Y el contrato? ¿Quedará así? Porque te recuerdo que, si quieres, puedes demandarle”.
“¿Demandarle? ¿Y para qué? ¿Acaso que podrá solucionar eso? Ella no podría pagarme por incumplir su contrato”.
“No, pero, puedes obligarla a volver”.
Sean alzó la vista y frunció el ceño.
“¿Obligarla a volver?”
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