Ámame maldito CEO
Capítulo 113

Capítulo 113: 

“Sí, está mañana el abogado Coleman entregó la herencia a Sean, ¿Todo está bien, Merybeth?”

“Sí, solo quería saberlo, eso es todo, gracias, Orson”

Merybeth colgó la llamada.

Sean estaba atónito.

Miró la hora.

Faltaba una hora para finalizar la jornada laboral.

“Me voy a casa, nos vemos mañana”

Dijo Sean con gran apuro.

Orson lo miró impactado.

Él no era de salir temprano, ni de faltar o cerrar el bufete.

Sean Hyland era un adicto al trabajo, pero tal parecía que sus prioridades habían cambiado, por completo, desde que se casó.

Orson sonrió, sabiendo que Merybeth era ahora el epicentro de los pensamientos de su primo.

Orson estaba convencido de que Sean estaba enamorado, había perdido la cabeza por Merybeth, pero su tonto orgullo, era incapaz de dejarlo ver la realidad.

Sin embargo, en el rostro de Sean había un gesto de preocupación.

Orson tuvo el presentimiento de que algo andaba mal con la pareja.

Cuando Sean llegó a casa, observó que todo estaba como ayer, era como si el tiempo en ese lugar se hubiese detenido.

Echó un vistazo y notó que el comedor estaba tal cual ayer, con la cena esperando.

Todos los cubiertos listos, la botella de vino en la mesa, alzó la vista y entonces la vio.

Merybeth estaba sentada en un escalón de la escalera, su maleta estaba en lo alto y bebía de una botella de cerveza.

Sean arrugó el gesto, y tuvo un mal presentimiento al respecto.

“¿Qué haces, Merybeth? ¿Embriagándote? ¡Sabes que odio que bebas alcohol!”

Exclamó con reprobación.

“¿¡Y a mí que me importa, Señor Hyland!? A mí ya no me importa nada de lo que a ti sí”

Sentenció con una mirada gélida.

“Ah, ¿Sigues enojada?”

Exclamó como si no lo creyera.

“Mejor deberíamos cenar y dejarnos de tanto drama, ¿No crees?”

Ella tenía la mirada perdida.

Parecía estar pensando en otra cosa.

“Ya me voy, Sean Hyland, me largo de ti, decidí que no vales tanto para aceptar estar aquí”

Dijo con la voz amarga.

Sean escuchó sus palabras.

Aunque fingió desinterés, sintió dentro de sí un vacío en su estómago.

Alzó la vista y esbozó una cruel sonrisa.

“¿De verdad? No te creo, nada más, recuerda que, si te vas, no te daré nada, te olvidas de los veinte millones y la casa en la playa”

Sentenció.

“Dije que no me importa nada, el precio que soportarte es demasiado costoso para mi salud mental, eres insoportable, eso dije”

Espetó con furia.

Él volvió a sonreír con ironía.

“Ten cuidado con tus palabras, si después te arrepientes, no te dejaré un camino libre para volver”.

Ella sonrió esta vez.

“Ay, querido, no creo que alguien que estuvo contigo antes, quisiera volver a ti”

Sentenció.

“No quiero nada, me voy, ya tienes lo que querías, te han entregado tu herencia, Orson me lo dijo”.

“¿Así qué por eso lo llamaste? Bueno, te estoy advirtiendo que, si te vas, no ganarás nada de mí, Merybeth, te vas como llegaste, sin nada, bueno, peor porque estarás absolutamente sola”.

“Siempre estuve sola, y estoy bien con eso”

Merybeth subió la escalera, tomó su maleta, y bajó con ella.

“Es todo, me largo”.

“Pues, si te quieres ir, ¡Lárgate! Si creíste que iba a detenerte, estás equivocada, nunca he detenido a nadie que haya querido salir de mi vida, pero, te largas ya”

Dijo chasqueando sus dedos, con la voz severa, y el rostro enfurecido.

Merybeth se sacó el anillo de bodas y lo lanzó con furia, esta vez abandonó su falsa calma, la argolla rebotó contra el pecho de Sean Hyland.

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