Ámame maldito CEO
Capítulo 109

Capítulo 109: 

Sean pegó su frente a la suya.

Sintió su cálido aliento, haciendo cosquillas en su piel.

Ella se arremolinó.

No le gustaba la idea de estar atada y de no poder moverse.

Era demasiado vulnerable frente a él, y a la vez estaba deseándolo con locura.

“Ya no me gusta este juego, ¡Libérame, Sean Hyland!”

Él siseó en su rostro

“Silencio, Merybeth, o también te cubriré la boca”.

Ella le miró con pavor.

Pero, él besó sus labios.

Fue un beso intenso.

Su lengua acarició la suya.

Logró hacer que su cuerpo se estremeciera.

Él detuvo el beso y la miró.

“Ahora estás a mi completa disposición, puedo hacer contigo lo que yo quiera, ¿Lo entiendes?”

“¿Qué quieres decir? No te atrevas a hacerme nada malo, Señor Antártida, o te mataré”.

Él sonrió con p%rversión.

Admiró su cuerpo con una mirada de deseo.

“¿Malo? Eso puede describirme, pero creo que mis caricias en tu piel, siempre han sido muy buenas”

Dijo con voz lujuriosa.

Ella sonrió con lujuria.

Sabía de lo que hablaba.

Sabía cuánto lo anhelaba.

Sean bajó a su cuello y comenzó a depositar suaves besos, succionando su piel, dejando un camino húmedo.

Notó como ella se arqueaba.

Merybeth sentía su cuerpo débil.

Su piel erizada ante el contacto de sus labios.

Su corazón latiendo con desesperación comenzó a sentirse tan caliente.

Él siguió besándola.

Su lengua comenzó a torturar sus pezones en delicadas caricias.

Ella liberó un g%mido.

Era tan placentero.

Él sonrió al notar lo que conseguía.

Sus manos grandes acariciaron sus pechos en suaves círculos.

Ella se arqueaba.

Estaba tan excitada.

Se sentía tan bien entre sus brazos.

Sean seguía besándola.

Su lengua era como una tortura.

Era como si la castigara, pero con un placer bendito que ella disfrutaba, y adoraba.

“Hazme tuya, Sean, de una vez por todas, quiero ser toda tuya”

La voz de Merybeth sorprendió a Sean.

Su voz era temblorosa, pero se sintió como un suave pétalo de rosa sobre su piel.

Se miraron a los ojos fijamente.

Sean se quedó sin aliento.

Tenía el deseo de hacerlo.

Sus fuerzas flaqueaban.

Podía ver su anhelo en cada poro de su piel.

Se alejó un segundo y Merybeth sintió temor.

Sintió frío.

Pero él solo se alejó, quitándose el resto de las ropas, quedando desnudo ante su vista.

Él era siempre un Dios griego.

Era un hombre perfecto al que quería amar.

“¡Libérame!”

Exclamó ella con una voz sensual.

“Quiero tocarte, quiero besarte y demostrarte como hace el amor una mujer enamorada”.

Sean frunció el ceño, perplejo, pero ella habló con rapidez, mirando sus ojos con firmeza.

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