Ámame maldito CEO -
Capítulo 103
Capítulo 103:
Eso era tan extraño.
Pensó que estar en esa habitación sería parte de la extravagancia del Señor Xua, pero ahora nada tenía sentido.
Cuando se giró, observó como Lucy se iba quitando su ropa.
Primero se quitó la blusa.
Luego la falda.
No paso mucho hasta que terminó quedándose solo en sensual lencería roja, con zapatillas altas y medias oscuras.
Sean frunció el ceño.
Su rostro era totalmente desconcertado al ver lo que la mujer hacía ante él.
“¿Qué haces, Lucy? ¡¿Qué es esto?!”
Exclamó en su grito, pero la mujer liberó su sostén.
“Quiero estar con usted, venga, Señor Hyland, tómeme como quiera”.
Él la miró como si fuera una loca para él.
“¡Te enloqueciste! ¿Cómo te atreves a hacer esto? ¿Quién te crees que eres?”
Ella intentó acercarse.
Intentaba tener su rostro, pero de pronto él la tomó y la empujó sobre la cama.
Ella creyó que sería excitante, pero la mirada de Sean seguía siendo de asco.
“¡Acabas de firmar tu despido, mujer! No quiero volver a verte, ¡Estás despedida del bufete! ¡Qué vergüenza me das!”
Sean dio la vuelta.
Estaba por irse, cuando sintió que la mujer se arrodilló.
Estaba abrazándose a sus piernas.
“¡No, por favor, Sean! No me alejes de ti, por lo menos, déjame ser tu amante”
Sean tomó sus manos y la empujó al suelo.
“¡Incluso si quisiera a una amante, no te elegiría ni en mil años! ¡Si quisiera se%o, tengo a mi mujer esperándome en casa! ¿Acaso no pensaste en ella? ¡Eres patética! Si no te importa tu dignidad, ni lastimar a otra mujer, ¿Cómo podría confiar en ti? ¿Cómo podría quererte como a una empleada? ¡Jamás!”
Exclamó rabioso y salió de prisa de ahí.
…
Merybeth lloraba.
No podía controlar su llanto, incluso si lo intentaba, sentía que algo quemaba en su pecho.
Solo de imaginar a Sean en brazos de esa mujer…
Eran doloroso.
Muy doloroso.
Apretó sus puños.
‘Ahora mismo está con ella, ahora mismo está besándola, acariciándola…’
Detuvo sus pensamientos, cuando sintió asco y furia.
De pronto escuchó que alguien cerró la puerta principal.
Ella limpió sus lágrimas.
No tenía ni diez minutos de haber llegado a casa, cuando alguien encendió la luz.
“¡¿Tú?! ¿Qué haces aquí?”
Exclamó con perplejidad.
Sean la miró extrañado.
Observó su rostro lloroso.
“Bueno, creo que aquí vivo, aún”.
“¡Estabas con ella! ¡Estabas con Lucy en un hotel! No lo niegues”.
Sean alzó las cejas con estupor.
“No iba a negarlo, sí, estaba con ella, ¿Y qué?”
Merybeth sintió que sangre hervía de furia.
De pronto intentó pegarle una bofetada.
Pero él la detuvo.
“¡Oye! Basta, ¿Qué te sucede? Ya se te hizo buena costumbre abofetearme, ¿No lo crees?”
“¿Por eso no quieres hacer el amor conmigo? ¿Por qué tienes se%o con ella?”
“No, no tengo se%o con ella, sí, se me insinuó, se desnudó ante mí, llevándome al hotel común engaño patético, ahora mismo la corrí de la empresa, y la rechacé; eso es todo, si me quieres creer, esa es mi verdad, y sino, haz lo que quieras”
“¿No te importa lo que yo piense de ti?”
Sean se detuvo y la miró
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