Ámame maldito CEO
Capítulo 10

Capítulo 10: 

Cuando pensó más allá, sintió que estaba tan arrepentida.

Había estado tan furiosa, buscando una venganza, y sintió que cometió un gran error.

‘Ahora estoy casada sin amor’

Dijo en su mente.

Pero sus pensamientos fueron apagados al sentir esos labios suaves y cálidos que besaban los suyos.

Cuando salieron del juzgado, él aún sostenía su mano.

Pero al llegar al auto, ella sintió como si él soltara su mano con desdén.

Ella subió al auto.

Él abrió la puerta y se metió justo a su lado mientras un chofer manejaba.

“¿A dónde vamos, señor?”

“A la casa.”

Merybeth no dijo nada.

Su buen ánimo parecía haber acabado.

No parecía nada feliz.

Solo miraba por la ventana.

Ella admiraba el paisaje; a toda la gente a su alrededor.

imaginaba que toda la gente del mundo llevaba su propia cruz.

Su propia desgracia interna, pero que lo ocultaban del mundo.

Así ella estaba cargando su propio sufrimiento sin decirlo a nadie.

Sus padres y hermana la odiaban.

El hombre que ella amaba, ahora la despreciaba.

Le habían arruinado su amado trabajo.

Ahora no podía ni mostrar su rostro cómodamente.

Por si fuera poco, se había casado con un desconocido solo por despecho, y por no quedar en la miseria.

Ahora ya no sabía quién era ella.

El camino le pareció tan corto, y solo sintió cuando habían llegado.

“Baja, ahora”

Sentenció Sean Hyland.

Merybeth obedeció.

Cuando miró la casa, frente al acantilado, y con un camino privado al mar, se quedó perpleja.

Era tan bello ese lugar.

No podía ni creerlo.

Asintió boquiabierta.

“¿Es esta tu casa?”

“Sí”

Dijo el hombre con desdén.

Luego el chofer llevó la pequeña valija de Merybeth adentro.

Aquella casa era amplia, hermosa, y elegante.

A Merybeth le encantaba la decoración que tenía.

El color azul egipcio… ¡Era hermoso!

“Tu habitación es la segunda subiendo la escalera, es ahí donde dormirás”

Sentenció y ella asintió.

Una vez que el chofer se fue, se quedaron solos en aquel lugar.

Merybeth llevó a su alcoba la maleta, y al ver su recámara se quedó maravillada.

Era exquisita la vista al mar.

Sin embargo, aunque en el pasado, aquello pudo agradarle.

Ahora ya no lo hacía más.

Observó en su móvil para darse cuenta de que miles de insultos seguían torturándola mientras su hermana Sophie seguía haciéndose la víctima.

Ella bajó y miró que Sean Hyland estaba por irse.

“¿Te vas?”

Sean Hyland volvió sus pasos, y se cruzó de brazos frente a ella, señaló en la mesa.

“Esos son los alimentos que tengo prohibido comer, ahí están las bebidas que me gustan, te dejé sobre la mesa una tarjeta de crédito sin límite, puedes gastar lo que ocupes, solo debes encargarte de hacer las comidas, espero que sepas cocinar, y mantén la casa en orden”.

Explicó él.

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