Alquilando una mamá -
Capítulo 32
Capítulo 32:
Amanda no tuvo valor para decir nada y se quedó esperando a que él hablara.
“¿Qué pasó?” preguntó él al fin.
“Nada, ¿Por qué?”
“¿Olvidas que me doy cuenta cuando mientes? Te tiembla la boca y no me miras a los ojos.
“No fue nada”.
“Mi%rda, Amanda, dime qué pasa, ¿Por qué fuiste a hablar con el director? ¿Por qué te pasaste todo el día encerrada en tu cuarto?”
“¿Cómo lo sabes?”
“No importa, quiero escuchar de tu boca qué fue lo que pasó. Y no me mientas”.
“¡No quiero perder a Lucy, Anthony!”
“¿Por qué dices eso?”
“Ya no me llama madre, dijo que no soy su verdadera mamá”.
“¿Qué? ¿Por qué diría algo así, si ustedes estaban muy unidas?”
“Unos compañeros del preescolar se burlaron de ella y le dijeron que era huérfana, que yo no era su verdadera madre porque nunca la acompañaba allí… Y ahora habrá una pequeña fiesta en homenaje a las madres y ella, que estaba tan entusiasmada, cree que no me van a aceptar como una madre más por culpa de estos niños. No sé qué hacer, por favor, regresa”.
“Cálmate, yo resolveré esto. Lucy está triste, pero pronto se calmará”.
“Intenté hablar con ella, pero está mal y no quiere”.
“Dale espacio para que te extrañe y mantén la calma. Yo resolveré todo y regresaré lo más pronto que pueda”.
“Bueno”.
“Deja de llorar, todo se va a arreglar”.
“Está bien”.
Anthony colgó. Se lo veía molesto. Amanda se quedó acostada en la cama, encogida, y no pudo hacer otra cosa más que llorar. De repente, alguien llamó a la puerta.
“Disculpa, ¿Cómo estás?” pregunta Esther.
“Hola Esther, estoy bien”.
“Cariño, dime qué pasa”.
“¿Lucy comió?”
“Sí; comió, jugó y ya duerme”.
“Bien”.
“Tienes que comer algo, Amanda.
“No tengo hambre”.
“Cariño, algo te pasa y sé que no son ideas mías; déjalo salir”.
“Lucy ya no me quiere, dice que no soy su madre. Unos compañeros le metieron esa idea en la cabeza.
“Cielos… hija, está conmocionada, no es la primera vez que le pasa, así que es normal que tenga sus momentos… no te preocupes, que aún es una niña. Ella te ama y cuando te extrañe te buscará”.
“¿De verdad lo cree, Esther?”
“Sí, querida. Ya no llores, come algo”.
“No tengo hambre”.
“Bueno, descansa; trata de dormir un poco, que pronto pasará”.
“Gracias”.
Esther se fue y Amanda volvió a acostarse. Todo esto era muy nuevo para ella: conocer ese amor íntegro, ingenuo; la sensación de ser llamada madre y recibir ese cariño inocente y puro era el sentimiento más lindo que había experimentado y lo mejor que le había podido pasar. Se sentía completa y realizada, como si el mundo entero hubiese desaparecido y solo estuvieran ellas dos.
Ahora todo eso se había ido y era como si ya no existiera, como si le hubieran robado un pedazo de su ser. Se quedó allí acostada, tratando de quitárselo de la cabeza y de convencerse de que todo iba a estar bien.
Cuando llegó la noche fue a la habitación de Lucy y vio que estaba mirando dibujos animados en su cama. Entró y le dijo: “Hola”.
“Hola” respondió la niña.
“¿Puedo mirar contigo?”
“Sí”.
“¿Aún estás triste?”
“No tengo mamá”.
“Cariño, ¿Por qué piensas que no soy tu mamá?”
“No estabas aquí, dijeron que solo tengo papá”.
“Lo sé, mamá no estaba aquí, pero ahora sí estoy y nunca más me iré. Te amo y siempre seré tu mamá”.
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