Alquilando una mamá
Capítulo 31

Capítulo 31:

Cuando terminó la llamada, se quedó pensativa acostada en la cama. Pasaron las horas y fue a buscar a la pequeña. Al llegar a la escuela, había unas madres esperando afuera, que miraban a Amanda con desconcierto, pues, si bien nadie sabía que Lucy era la hija de Anthony, miraban a la joven porque su sencillez resaltaba en medio de un ambiente educativo tan caro y prestigioso. En cuestión de minutos, Lucy salió con una amiguita y se acercó a Amanda. Tenía el rostro enrojecido y parecía molesta, por lo que la joven intentó tomarla en brazos, pero la pequeña se negó dándole la espalda. Justo en ese momento, el director la llamó.

Temiendo que hubiera pasado algo, Amanda siguió al hombre a su oficina con la niña tomada de la mano. Una vez sentadas, Lucy la abrazó.

“¿Pasó algo?” preguntó la chica.

“Sí. Como sabe, Lucy no tenía mamá, así que generalmente venía sola a la escuela y a las celebraciones escolares. Pronto habrá una pequeña fiesta para las madres: es un homenaje para mostrar el amor de sus hijos. Algunos compañeros se burlaron de Lucy porque antes no venía nadie con ella. Ahora que la tiene a usted, y sabemos que es su madre, algunos niños se empeñan en reírse de ella, y hoy fue el caso” explicó el director”.

“No puedo creer que esto esté pasando”.

“No se preocupe porque ya hicimos los arreglos y tuvimos una reunión con los padres de esos niños. Están suspendidos hasta el día siguiente de la fiesta, así que no se presentarán y recibirán esta lección”.

“Pero todos me ven venir todos los días a traerla y a buscarla”.

“Sí, pero sus compañeros dicen que nunca la vieron con sus padres antes y que usted no es la verdadera madre.

“Qué crueles. No se pueden permitir este tipo de cosas. Lucy no se merece pasar por esto y usted tiene que estar atenta a la situación” exigió Amanda.

“Lo sé, señora. Ya tomamos medidas al respecto”.

“Si esto vuelve a suceder, sacaré a mi hija de esta escuela”.

“No es necesario, señora. No volverá a pasar”.

“Está bien, hablaré con ella. Gracias por avisarme.

Se despidieron del director y se subieron al coche para volver a casa. Al entrar, Amanda se sentó en el sofá con la niña para charlar con ella.

“Princesa, ¿Hablamos?”

“Sí, Amanda” respondió Lucy con ojos tristes”.

“Espera, ¿Por qué no me llamas mamá?” preguntó extrañada.

“No eres mi mamá de verdad” murmuró la niña.

“¿Quién dijo eso? Cariño, yo soy tu mamá. Te cuido, te lleno de besos y cariño, y te amo mucho”.

“No tengo mamá”.

“No digas eso, princesa. Me tienes a mí. Yo soy tu verdadera mamá” insistió Amanda, pero Lucy negó con la cabeza. ¿Ya no me quieres?”

“Sí, te quiero” contestó la niña, con ojos desesperados.

“Entonces no le creas a tus compañeros. Ellos te mintieron, pero te pedirán disculpas, ¿Está bien?”

“Quiero ver a mi papá”.

“Tu papá está trabajando, princesa. Ahora no va a poder venir”.

“Pero quiero a papá”.

“¿Qué tal si lo llamamos más tarde?” propuso la joven.

“Bueno”. Asintió con la cabecita.

Luego de la conversación, Amanda estaba desconsolada porque Lucy, a su vez, estaba muy triste. Era como si el mundo se derrumbara y estuviera perdiendo a la niñita que más quería. En ese momento, entró Esther.

“Esther, ¿Puede bañar a Lucy y comer con ella?”

“Claro, ¿Pasó algo?”

“Solo que no me siento muy bien. Tengo un malestar estomacal, pero ya pasará”.

“Si necesitas algo, solo dilo” dijo Esther.

“Gracias”.

La joven subió a su habitación y se encerró allí. Dejó caer las lágrimas y, tirada en la cama, comenzó a llorar como nunca antes. Más tarde, cuando se tranquilizó un poco, fue a ducharse y vio que tenía el rostro hinchado de pasarse el día acostada llorando. Cuando salió, escuchó el tono de llamada del teléfono. Al ver que era Anthony, no tuvo valor para contestarle y dejó sonar el teléfono. Como él no dejaba de llamarla, ella respiró hondo y, por fin, atendió.

“¿Hola?”

“¿Por qué no contestaste antes?” preguntó él un poco irritado.

“Me estaba duchando”.

“Acepta la videollamada que te envié”.

“No, mejor hablemos así”. No quería que la viera.

“Acepta, Amanda.

“No”.

“No me hagas perder los estribos. Responde de una vez”.

Tras pensarlo unos segundos, ella se soltó el cabello para cubrirse el rostro y aceptó la videollamada. Él se la quedó mirando miró.

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