Capítulo 984:

El día antes de la operación, Luis visitó a Raegan.

A pesar de la gravedad de la situación, Luis mantuvo su habitual comportamiento amable y encantador, ocultando su profunda preocupación por el estado de Mitchel.

Sabiendo que Raegan había estado descansando, Luis mantuvo una conversación ligera, ya que Raegan parecía más retraída tras las recientes pruebas.

La visita de Luis fue breve, pero antes de marcharse le aseguró: «Raegan, sin duda salvaré a Mitchel. Pronto volverá a ser el de antes».

Raegan respondió con voz suave y agradecida: «Gracias, Luis. Gracias por todo lo que estás haciendo por él».

Esa noche, Raegan fue a la sala de Mitchel. Antes, sólo había vislumbrado la escena desde su silla de ruedas. Esta vez, observando a través de la ventana de cristal, pudo ver claramente a Mitchel tumbado en la cama del hospital.

Los días de coma habían pasado factura. Mitchel parecía notablemente más delgado, con las mejillas hundidas, lo que le daba un aspecto demacrado y esquelético.

Su cuerpo estaba conectado a numerosos tubos y máquinas, lo que indicaba que aún no estaba fuera de peligro, y estos dispositivos de soporte vital eran esenciales para su supervivencia.

Raegan miró a través del cristal, observando a Mitchel en silencio durante largo rato. A pesar de su estado de debilidad, sus rasgos conservaban una belleza sorprendente.

Al cabo de un rato, Raegan tomó por fin una decisión firme. Sabiendo que Mitchel sería operado mañana, decidió no estar en el hospital con él, temiendo traerle mala suerte tal y como la demente de Katie había gritado en repetidas ocasiones.

En realidad, Raegan lo había pasado mal durante el último medio mes.

Precisamente, se había desanimado en el momento en que se abrieron las puertas del ascensor del lugar de la boda y el asesino disparó.

Antes de que se abrieran las puertas del ascensor, Raegan pudo desechar los duros comentarios de Katie, soñando con un futuro dichoso con Mitchel y sus hijos.

Había pensado en si el estado de Mitchel resultaba terminal. Se imaginaba acompañándolo hasta el final con sus hijos, asegurándose de que no se arrepintiera de nada.

Permanecer juntos como una familia era un vínculo, e incluso si uno tenía que irse primero, haber pasado los días juntos alegremente significaba que volverían a encontrarse en la otra vida.

A pesar de su dolor ante la perspectiva de perder a Mitchel, él había recibido la bala del asesino por ella. Raegan comprendió que lo único que podía hacer era estar a su lado, ofreciéndole consuelo. Ella creía que los tiempos más duros habían pasado y que le esperaban días más brillantes.

Sin embargo, todo cambió cuando se abrieron las puertas del ascensor. Los comentarios rencorosos de Katie parecían ser terriblemente ciertos.

Raegan recordó sus días anteriores con Mitchel, en los que los problemas parecían no abandonarlos nunca. Mitchel fue apuñalado, cayó por acantilados y pasó días en un barco, sumergiéndose en el agua repetidamente sólo para encontrarla. Toxinas, explosivos y ahora una herida de bala… Un desastre seguía a otro como si el destino no se detuviera hasta quitarle la vida.

Durante las dos últimas semanas en el hospital, Raegan incluso empezó a preguntarse si era portadora de algún tipo de maldición que condenaba a Mitchel a un sufrimiento sin fin.

Al oír repetidamente las sombrías actualizaciones sobre su estado crítico y los tratamientos ineficaces, Raegan sintió como si un enorme peso le oprimiera el pecho, inflexible.

Se sentía atrapada, sin otra opción. Temía ser realmente una maldición para el bienestar de Mitchel. Marcharse parecía la mejor opción.

En el fondo, sabía que seguía queriendo a Mitchel. Sin embargo, no podía dejar que su amor lo destruyera.

De pie ante el cristal, Raegan experimentó el rápido paso del tiempo mientras miraba a Mitchel. No quería despedirse de él.

Sin embargo, su presencia aquí no sólo parecía inútil, sino que podía hacerle más daño. Con este pensamiento, sintió que su corazón se desgarraba, el dolor era tan agudo que le costaba respirar.

«Señorita Foster…» Llegó la voz sorprendida de Matteo.

Raegan se apartó rápidamente, secándose las lágrimas antes de encarar de nuevo a Matteo y decirle: «Matteo.»

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