Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 918
Capítulo 918:
Katie miró a Mitchel, momentáneamente sorprendida por su sereno comportamiento. Sin embargo, su sorpresa duró poco, ya que disfrutaba con el desarrollo del drama, sobre todo pensando en Raegan, que imaginaba que estaba observando desde algún lugar oculto. La idea le produjo un placer perverso.
Katie había decidido no provocar a Raegan antes, anticipándose a este momento. Además, Mitchel había asignado a alguien para vigilarla, restringiendo sus movimientos. ¿Cómo, si no, podía haber perdido una oportunidad tan buena de enemistarse con Raegan?
Sin embargo, parecía que Mitchel no estaba al tanto del regreso de Raegan.
Al observar el comportamiento tranquilo de Mitchel, Katie reflexionó sobre el supuesto castigo que le había impuesto a Raegan. Se limitó a enviar a Raegan al extranjero y a prohibir que ésta regresara a Ardlens.
Katie echaba humo. Aquello apenas era un castigo, no comparado con lo que ella había soportado. Mitchel la había obligado a pasar días enteros con la caja de su bebé deforme, un engendro que ella creía que se había ido con el uso de ardides bien ideados. La visión de pesadilla de Abel, con el cuerpo carbonizado, la atormentaba en sueños. Durante dos noches consecutivas, este espectro horripilante había acudido a ella, exigiéndole cuentas.
En la pesadilla de Katie, Abel, que normalmente obedecía todas sus órdenes, se volvía contra ella, asfixiándola mientras le preguntaba por qué no había protegido a su hijo.
En realidad, en cuanto Katie supo que el niño que llevaba en el vientre no era de Mitchel, le asaltaron oscuros pensamientos. Pensó en acabar con su vida.
Sin embargo, la posibilidad de utilizar al niño contra Mitchel la hizo dudar.
Sin embargo, la idea de eliminar al niño persistía, esperando el momento adecuado. Después de todo, creía que ningún hombre aceptaría de buen grado al hijo de otro.
Llevada por la desesperación, Katie consumió imprudentemente píldoras hormonales y descuidó su salud, buscando cualquier excusa para interrumpir el embarazo.
Katie racionalizó su decisión, culpando a su amor abrumador por Mitchel. Sentía que había sacrificado mucho. Perderlo sería insoportable. Resuelta, estaba decidida a prevalecer esta vez.
Al observar el rostro sorprendentemente apuesto de Mitchel, una inquietante sospecha acosó a Katie. Algo iba mal.
Antes de que Katie pudiera profundizar en sus pensamientos, el siguiente anuncio de Henley captó la atención de todos.
«Damas y caballeros, accionistas del Grupo Dixon, debo revelar un asunto crucial», anunció Henley, captando toda la atención de todos. «Mitchel no es en realidad el hijo de mi padre. Él…»
La sala quedó en un silencio sepulcral, todos pendientes de las palabras de Henley.
Todos estaban incrédulos.
Henley, un maestro del suspense, hizo una pausa y se aclaró la garganta antes de revelar: «Era huérfano, adoptado por mi padre como gesto caritativo».
Henley mostró entonces en la gran pantalla una prueba de paternidad que afirmaba inequívocamente que no había relación de sangre entre Alexis y Mitchel. «Esta prueba ha sido notariada, y mi padre está dispuesto a volver a notariarla en cualquier momento», proclamó.
Pasó un momento de silencio, antes de que la multitud estallara en susurros y murmullos.
«Cielo santo, ¿el señor Mitchel Dixon no es en realidad hijo del señor Alexis Dixon?».
«Siempre me pregunté por qué eran tan enemigos, peleándose a diario por la empresa. Pensé que quién más heredaría los bienes del Sr. Alexis Dixon si no el Sr. Mitchel Dixon, ¡pero pensar que ni siquiera son parientes!»
«Ya había oído rumores de que el Sr. Alexis Dixon tenía un hijo ilegítimo. Parece que no eran sólo rumores».
«Ahora el Sr. Henley Dixon no es un hijo ilegítimo. Es el único heredero de la familia Dixon…»
Estos murmullos, audibles pero discretos, llenaron el área del escenario.
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