Capítulo 802:

El personal de seguridad se apresuró a responder: «Le pido disculpas, Sr. Dixon. Esta señora mencionó tener una relación cercana con su madre».

«¡Desháganse de ella!» ordenó Mitchell con impaciencia.

Cuando Raegan se volvió, la sopa sobre la que había trabajado durante horas, quemándose los dedos en el proceso, ya había sido arrojada al cubo de la basura del hospital.

Durante los últimos días, Raegan se recordó una y otra vez que no debía enfadarse por la fría actitud de Mitchel. Debía de tener sus razones. Sin embargo, al ver su falta de aprecio por sus esfuerzos, su corazón se atravesó de angustia.

Al acercarse a Mitchel, Raegan se encontró con que éste retrocedía como si evitara algo desagradable.

Haciendo una breve pausa, Raegan recuperó en silencio el termo de la papelera.

Al levantarlo, la visión de sus dedos blancos y vendados provocó una fugaz mueca en el rostro de Mitchel.

Momentos después, Raegan abrió la tapa del termo, liberando un delicioso aroma. A la vista de todos, se llevó a los labios la sopa rescatada de la basura y bebió varios sorbos.

«¿Qué haces?» Mitchel frunció el ceño y alargó la mano para quitarle el termo, diciendo con firmeza: «No deberías beber eso». ¿Quién sabía qué gérmenes había en el cubo de basura del hospital?

Raegan dio un paso atrás, manteniendo una fría distancia, y dijo con rotundidad: «Esta sopa está limpia, y yo también. No soy basura».

A pesar de las palabras de Raegan, simplemente no bromeaba sobre su salud.

El termo tenía un diseño protector en la boca, que impedía la entrada de bacterias inmediatamente después de desecharlo.

El tenso silencio fue roto por la voz de un niño.

«¡Malvado!» Janey se zafó del agarre de Víctor y corrió hacia Mitchel, golpeándole con sus pequeños puños. «¡Malvado! ¿Por qué has tirado la sopa que mi mami se ha pasado horas cocinando? Mamá se quemó la mano por eso».

El semblante de Mitchel se endureció.

Los gritos de angustia de Janey resonaron en la habitación. «¡Tú… ya no me gustas! ¡Malvado! ¡Haces llorar a mi mami! Mami siempre llora por la noche».

El deseo de Janey de encontrar a Mitchel era exigir respuestas. ¿Por qué Mitchel no cumplió su promesa? ¿Por qué hacía llorar a Raegan? Mitchel había jurado traer la felicidad a los dos. En tan poco tiempo, ¿por qué le había causado tanto dolor a su mamá?

Los niños, en su angustia, no ahorran palabras. Cada emoción se desbordaba.

«¡Papá despreciable! Te has convertido en una figura cruel, causando a mi mami una inmensa tristeza. Me niego a seguir considerándote mi papá».

gritó Janey.

Con lágrimas corriéndole por la cara, Janey se puso de puntillas para golpear a Mitchel, pero de repente, perdió el equilibrio y se cayó. Al instante, se desplomó en el suelo, llorando a gritos.

Víctor reaccionó con rapidez y recogió a Janey antes de que Raegan pudiera alcanzarla.

Desde su punto de vista, parecía que Mitchel había empujado a Janey a la fuerza. Esto encendió instantáneamente la furia de Raegan.

«¿Qué demonios crees que estás haciendo?». Raegan cargó hacia delante, empujando a Mitchel con fuerza. Mitchel, que solía ser un hombre robusto, se tambaleó varios pasos hacia atrás.

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