Capítulo 801:

«Víctor, necesito preguntarle algo a mi papá. ¿Podrías ayudarme a hablar con él, por favor?» Los labios de Janey temblaban, las lágrimas a punto de derramarse.

Víctor, con el corazón ablandado, accedió: «Intentaré preguntárselo de tu parte».

Y Víctor acompañó a Janey al mostrador de triaje.

Fuera de la sala de Luciana, Raegan negociaba con el personal de seguridad para que llevaran la sopa al interior.

El personal de seguridad se mantuvo firme, insistiendo en no aceptar comida de extraños.

Después de que Raegan insistiera en sus peticiones, el personal de seguridad, al ver sus manos heridas, sintió una punzada de compasión y le dijo: «Puedes dejarla aquí. Pediré permiso más tarde».

Raegan estaba movida principalmente por la culpa, creyendo que actuar podría aliviar sus sentimientos.

Cuando Raegan dejó el termo, notó que Mitchel se acercaba.

Estaba claro que había venido a visitar a Luciana.

Mitchel pasó junto a Raegan sin detenerse ni reconocerla, continuando su camino.

Raegan se detuvo brevemente e instintivamente gritó: «Mitchel».

Mitchel pareció detenerse a regañadientes, respondiendo con una indiferente inclinación de cabeza.

Su atractivo rostro permanecía impasible, con una frialdad inusual.

A pesar de las rencillas pasadas con Luciana, Raegan estaba decidida a llevar a Janey a ver a Luciana. En última instancia, Luciana las había salvado arriesgando su propia vida, una deuda que Raegan no podía ignorar.

Además, durante la desaparición de Mitchel tras la explosión, Luciana fue la única que creyó en la afirmación de Raegan de que Mitchel estaba vivo.

Con su determinación en mente, a pesar de percibir la impaciencia de Mitchel, Raegan aún preguntó: «¿Puedo entrar a ver a Luciana?».

«No», respondió Mitchel con frialdad.

Sin inmutarse, Raegan continuó: «Sólo echaré un vistazo. Prometo no molestar…».

Antes de que Raegan pudiera terminar, la escalofriante voz de Mitchel la interrumpió: «Si no hay nada más, váyase, por favor. Los forasteros no son bienvenidos aquí».

Forasteros… Raegan apretó el puño, descorazonada por sus palabras.

A pesar de la evolución de su relación, ella no debía ser reducida a la etiqueta de «forastera».

El personal de seguridad observó cómo Raegan afirmaba su cercanía con Luciana momentos antes, con el rostro ahora ardiendo de vergüenza.

Luchando por mantener la compostura, Raegan susurró: «Pido disculpas por la interrupción».

Cuando Raegan se disponía a marcharse, volvió a sonar la fría voz de Mitchel dirigiéndose al personal de seguridad. «¿Quién le ha permitido aceptar objetos de extraños?».

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