Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 708
Capítulo 708:
«¿Un crimen? Interesante!» La voz trató su acusación como una broma.
«¿De verdad crees que saldrás de ésta para señalarme con el dedo?».
«¿Quién es usted?» La voz de Raegan era aguda y exigente.
El interlocutor se hizo el tímido. «Piensa que eres un proyecto fallido de mis experimentos con el que me gustaría acabar personalmente».
Con la mente acelerada, Raegan ató cabos. «¿Tú eres el que intentó matarme hace cinco años, con el accidente de coche?».
«¡Astuto como una tachuela!», se burló la voz. «Es una pena que vayas a encontrar pronto tu fin. Tanto cerebro en un bonito envoltorio».
La frustración se apoderó de Raegan. «Katie está detrás de esto, ¿no?»
«La última vez, sí. Esta vez no me ha llamado», dijo la voz con desprecio. «Por eso su plan para acabar contigo parecía tan insulso».
Ante esta revelación, la mente de Raegan dio vueltas, incapaz de comprender el profundo rencor de Katie hacia ella, teniendo en cuenta sus limitados intercambios de entonces.
Katie había parecido inocua en presencia de Raegan, siempre una presencia benigna, sin embargo, todo el tiempo, estaba orquestando la ruina de Raegan desde las sombras.
«¿Estás afiliada a la familia Maxwell?» Raegan presionó.
«La curiosidad puede ser peligrosa». La voz rezumaba suficiencia al continuar: «Disfruta de tus últimos treinta minutos».
La llamada terminó bruscamente, y la mirada de Raegan se fijó en el salpicadero, donde un temporizador iniciaba ominosamente la cuenta atrás.
Con cada tic, su temor aumentaba.
Indecisa sobre si la amenaza era real, Raegan dudó en comprobar su veracidad.
De repente, se oyó un fuerte «ruido sordo».
Lauren había roto una de las ventanas, salpicando a Raegan con fragmentos de cristal.
Una astilla golpeó el cuello de Raegan, provocándole una aguda punzada.
Agarrada al volante, Raegan luchó por mantener la compostura mientras Lauren golpeaba el techo solar, desesperada por entrar.
Con los movimientos limitados que le quedaban, Raegan sostuvo el volante con firmeza y siguió adelante.
De repente, Lauren atravesó la ventanilla y su torso entró en el coche.
Su mano se aferró al pelo de Raegan mientras gritaba: «No hay a dónde huir, ¿eh?».
El repentino tirón hizo tambalearse a Raegan, y una alarma urgente resonó en la cabina.
«Lauren, suéltame. Hay una bomba en el coche». gritó Raegan.
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