Capítulo 617:

La imagen de ella alimentaba sus sueños más salvajes, como una droga que no podía dejar.

Sintiéndose profundamente adicto, con el antídoto aparentemente al alcance de la mano, Henley se inclinó lentamente, apuntando a su delicada piel.

«¡Bofetada!» La mano de Raegan golpeó su cara. «¡Intenta algo y llamaré a la policía!»

La mejilla de Henley mostraba la marca de su bofetada, un poco de sangre en su labio mostraba lo fuerte que le había golpeado. Pero se rió suavemente.

«En serio, ¿qué les vas a contar? ¿Un cuento de un cuñado menor persiguiendo a su cuñada, o de una cuñada tentándolo a él?».

Raegan se sintió asqueada por las retorcidas palabras de Henley, y lo que dijo a continuación la heló hasta la médula. «No me importan las reglas. Consigo lo que quiero».

La atrevida declaración de Henley fue recibida con un poderoso puñetazo, impulsado por la pura ira, que golpeó su cara con la fuerza de una tormenta.

Henley, pillado desprevenido, se tambaleó hacia atrás, chocando contra la pared.

En un abrir y cerrar de ojos, el pie de Mitchel conectó, enviando a Henley al suelo. Su rodilla presionó con fuerza la garganta de Henley.

Los fríos ojos de Mitchel, negros como la laca, se clavaron en Henley, escalofriantes, mientras siseaba: «¡Buscas la muerte!».

Ya con la cara magullada, la situación de Henley empeoraba con cada golpe de Mitchel, hinchándole media cara. Las heridas pintaban un panorama sombrío de su situación.

Henley se rió. «Mitchel, ¿falta de confianza? Sólo charlar con Raegan te pone así. Imagina que me la hubiera llevado a la cama. ¿Estarías aún más irritado?»

Deliberadamente ralentizando su discurso, Henley se aseguró de que sólo ellos dos pudieran oír, cada palabra goteando burla.

«Conócete a ti mismo y conoce a tu enemigo, y nunca serás derrotado».

reflexionó Henley.

Henley siempre había considerado a Mitchel sensible y fácil de provocar. Bastaron unas pocas palabras para llevar a Mitchel al límite.

Al principio, Mitchel había planeado arreglar las cosas con un puñetazo y luego seguir adelante, pero al oír las palabras de Henley su expresión se volvió gélida en un instante.

Henley se lamió los labios agrietados, burlándose: «No me extraña que haya estado obsesionado con Raegan todos estos años. Es una belleza. No he podido evitarlo».

Enfurecido, los puños de Mitchel se convirtieron en un aluvión implacable, haciendo llover golpes sobre Henley, dejándolo asfixiado e impotente ante la embestida.

Más y más espectadores se reunieron alrededor, atraídos por el espectáculo que se desarrollaba ante ellos. ¿Los altos cargos de la empresa peleándose? Nadie se atrevía a intervenir.

Al ver a alguien filmando, Raegan agarró rápidamente el brazo de Mitchel.

«¡Mitchel, déjalo ya!»

Insatisfecho, Mitchel lanzó otro puñetazo antes de soltar finalmente a Henley.

Ahora, el rostro de Henley, antaño apuesto, parecía un lienzo magullado, todo un espectáculo para la vista.

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