Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 616
Capítulo 616:
Mirándole directamente a los ojos, Raegan no se anduvo con rodeos. «Señor Brooks, fui muy clara en el hospital. No somos amigos. Ahórrese las galanterías».
Su gélida respuesta pareció molestar a Henley, pero él mantuvo su apariencia despreocupada, con los ojos sonrientes. «Raegan, ¿tienes que ser tan fría?»
Aunque Henley compartía rasgos parecidos con Mitchel, había una diferencia significativa. Mitchel parecía serio y encantador, pero Henley tenía un aire amable y refinado.
La sonrisa de Henley, que antes parecía amable, ahora hacía que Raegan se estremeciera cada vez que la veía.
El lado más oscuro de Henley se había revelado como pura locura.
Al encontrarse en un rincón sin cámaras de vigilancia, la inquietud invadió a Raegan, pero la disimuló con fingida compostura, sugiriendo: «Señor Brooks, con toda esta gente alrededor, sería mejor que volviera a su trabajo, así evitamos cotilleos innecesarios».
Henley, aún sonriente, dijo con seguridad: «Raegan, nadie se atreve a difundir rumores sobre mí».
Mientras Raegan intentaba pasar junto a él, Henley le bloqueó el paso de repente.
Actuando por impulso, le lanzó el recipiente de comida que llevaba en la mano.
Henley lo esquivó fácilmente y el recipiente cayó al suelo, derramándose su contenido por todas partes.
«¡No me toques!» gritó Raegan, incapaz de ocultar su disgusto.
Henley se sorprendió, su rostro se volvió severo. Se acercó más, atrapándola en una esquina, y le preguntó: «¿De verdad me desprecias tanto?».
Raegan dio un paso atrás y le advirtió con un escalofrío en la voz: «Mitchel va a empezar a buscarme pronto».
Henley se limitó a reír desdeñosamente ante la mención de Mitchel. «¿De verdad crees que soy tan paciente?».
Raegan nunca albergó esa ilusión. Su profundidad manipuladora era algo de lo que ella era muy consciente, alimentando su profunda repulsión.
Henley alargó la mano, intentando levantarle la barbilla, su voz oscura e intensa. «¿Y si te hubiera llevado aquella noche? ¿Seguiría Mitchel acogiéndote con tanta facilidad?».
La ira de Raegan aumentó. «Henley, ¿no tienes vergüenza?
Escuchar su nombre usado tan directamente sólo hizo que Henley sonriera satisfecho. Tales reproches sólo eran eficaces en las personas que seguían las reglas, y él no era uno de ellos. No le importaba la moralidad ni la decencia.
Con una media sonrisa, Henley dijo: «¿Vergüenza? En las altas esferas, todo es cuestión de respeto».
«¡Fuera de mi camino!» Raegan giró la cabeza, negándose a que la tocara.
Este movimiento dejó a la vista de Henley la pálida y delicada piel del cuello de Raegan.
Su piel era tan delicada que Henley podía ver las finas venas que había debajo, y su ligero rubor la hacía irresistiblemente cautivadora.
Henley estaba zumbando con un extraño tipo de excitación, casi sintiendo el impulso de morder.
Cinco años no habían enfriado su obsesión. Al contrario, se había convertido en una locura. Se sentía atraído por su olor, su voz y sus sonrisas. Sólo pensar en ella le producía una sensación que le sacudía el alma.
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