Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 610
Capítulo 610:
«Está bien, de verdad». Frunció el ceño, apretando su cabeza contra su pecho, mintiendo para calmar su preocupación.
Sin poder verle la cara, pero tranquilizada por su voz firme, la ansiedad de Raegan se desvaneció. Se relajó en su abrazo, demasiado cómoda para moverse.
El tranquilo momento que pasaron juntos fue increíblemente cálido.
Mitchel se abstuvo de seguir burlándose de ella y le pasó los dedos por el pelo, con voz rica y cautivadora. «No todo fue por mi abuelo».
Raegan se quedó paralizada y entonces cayó en la cuenta. Mitchel se refería a las burlas anteriores de Henley.
Mitchel reveló suavemente «En realidad, me fijé en ti incluso antes de que te unieras al Grupo Dixon».
Raegan se sorprendió.
Mitchel continuó: «En el 7@ aniversario de la Universidad de Ardlens, estuve allí como invitado. Por aquel entonces, no paraba de trabajar para el Grupo Dixon, desbordado de trabajo y resolviendo algunos asuntos dentro de la empresa. Un profesor al que admiro mucho me invitó porque en su día había donado un edificio. Durante la última parte de la celebración, decidí marcharme temprano. Mientras esperaba el coche, vi a una chica que se dirigía al lago artificial de la escuela. Temí que se tirara, así que me apresuré a acercarme. Pero resultó que no iba a tirarse».
Mitchel sonrió suavemente y añadió: «La vi con una pequeña red para mariposas, intentando salvar a un gato que había acabado en medio del lago». A pesar del frío que hacía, con temperaturas muy por debajo de cero, vadeó el lago para sacar al gato. Cuando lo sacó, el gato no respiraba, así que le practicó la reanimación cardiopulmonar durante veinte minutos. Después, lo envolvió en su abrigo y, cuando el gato empezó a respirar de nuevo, su sonrisa fue la más brillante que jamás había visto».
Mitchel miró a Raegan. «Nunca había visto una sonrisa tan hermosa».
Raegan se quedó de piedra. «¿Fuiste tú quien me dio un abrigo entonces?».
Raegan lo recordaba con claridad. Aquel día hacía un frío glacial. Tenía los pantalones empapados y estaba acurrucada en el abrigo, muerta de frío, mientras sostenía al gato. Entonces pasó un hombre trajeado, la cubrió con su abrigo y se marchó antes de que ella pudiera decir nada.
«Sí, hice que mi chófer te lo enviara», dijo Mitchel, sonriendo. «Me alegro de que nos hayamos vuelto a ver después de aquello».
Los ojos de Raegan se abrieron de par en par. «La, la vez después de que tomáramos unas copas…».
«¿Crees que soy tan fácil?». Mitchel le dio un golpecito juguetón en la nariz, con una sonrisa dibujándose en su cara. «Dejé que pasara porque eras tú».
Cualquier otra persona habría sido escoltada fuera de inmediato por sus guardaespaldas.
La expresión de Raegan era de asombro. ¿Así que no la había elegido al azar? Su relación sexual después de tomar unas copas no fue una coincidencia. Le siguió el juego porque era la chica que había conocido antes, lo que utilizó como excusa para casarse con ella.
Mitchel siempre había sido un hombre profundo e íntegro. Para compensar a Lauren por el favor que supuso salvarle la vida, le había regalado generosamente fincas y dinero, concediéndole una vida despreocupada por delante.
Mitchel nunca jugó con los sentimientos de Raegan.
El corazón de Raegan dio un vuelco, luchando por expresar sus emociones con palabras. Era una sensación palpitante. Empezó a ver a Mitchel bajo una nueva luz, dándose cuenta de lo extraordinario que era. Su seriedad le dio una sensación de seguridad y consuelo.
Una dulzura llenó a Raegan, como si su corazón estuviera cubierto de miel.
Sus caminos no se habían cruzado por casualidad. Su encuentro ebrio fue un salto deliberado el uno hacia el otro.
Raegan decidió que era hora de abrirse. «Mitchel, hay algo que quería decirte».
Mitchel le acarició la cabeza, con voz suave. «¿Sí?»
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