Capítulo 609:

Raegan se quedó sin habla. Mitchel tenía un don para doblegar la verdad a su voluntad.

En medio de su charla, la mano de Mitchel ya se había abierto paso bajo el pijama de Raegan.

Raegan se tensó, con el corazón acelerado. Acababan de besarse. ¿Y ahora Mitchel quería hacerlo otra vez? Además, acababa de despertarse. Aunque no requería muchas de sus fuerzas, sumergirse en la tentación de la lujuria no le hacía ningún bien a su recuperación.

Las mejillas de Raegan se tiñeron de rosa y sus orejas ardieron con una mezcla de vergüenza y anhelo.

La mirada de Mitchel era intensa, los músculos de sus brazos se tensaron, intensificando el momento.

Los pensamientos de Raegan estaban dispersos, como si su mente estuviera nublada. Soltó un suave gemido y sus labios se separaron ligeramente.

«No… No… No puedo aguantar más», susurró, con voz suave y cálida, el rostro resplandeciente de un tímido atractivo.

Mitchel la miró con más intensidad. «¿Hablar en grande es todo lo que tienes?».

Raegan decidió que era mejor no replicar. Su resistencia y sus habilidades en las relaciones sexuales eran innegables. Si ella le contestaba, él definitivamente la «castigaría» con acciones.

Un rubor asomó a los ojos de Raegan y pronunció en voz baja: «Ya me conoces…».

Mitchel notó su mirada agotada y recordó que ella acababa de hacer sus necesidades y de asearlo.

Tratando de reprimir su deseo, Mitchel besó tiernamente a Raegan en la frente, sonriendo ligeramente. «Mañana te conseguiré un instructor de yoga».

«¿Qué?» Raegan parecía desconcertada por el repentino cambio de tema.

Mitchel, con los ojos cálidos de afecto, le acarició suavemente el pelo. Su voz era un poco áspera mientras le explicaba: «Te cansas con demasiada facilidad porque no haces suficiente ejercicio».

La cara de Raegan se puso roja. «¡Ya basta!»

Pero Mitchel, aparentemente ignorando su vergüenza, le susurró juguetonamente al oído: «He oído que el yoga ayuda mucho a la flexibilidad. Hay un montón de posturas diferentes que podríamos probar…».

Raegan no aguantó más. Le dio una ligera bofetada y se tapó los oídos. «¡Basta! No quiero oír nada más».

Mitchel se limitó a reír. «Luego no vengas quejándote de dolores y molestias…».

Las posturas de yoga podían ser todo un reto. Y sin embargo… ¿Qué hombre no sentiría curiosidad por intentarlo?

Al oír sus insinuantes comentarios, Raegan supo que taparse los oídos no era suficiente. Tenía que hacerlo callar.

«¡Deja de hablar!» Y le puso la mano suavemente sobre la boca.

Mitchel soltó una carcajada que le hizo temblar y, sin querer, lastimar su herida, haciéndole una mueca.

Raegan, siempre alerta, captó su sonido dolorido y se giró preocupada. «¿Te encuentras bien? ¿Necesitas un médico?»

Al notar la preocupación de Raegan, Mitchel deseó poder abrazarla.

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