Capítulo 586:

Nicole no podía dormir con la ropa sucia después de ducharse.

Por lo tanto, Roscoe le proporcionó amablemente una camiseta negra y un pantalón de chándal gris, que le pertenecían.

Nicole se quedó un momento aturdida. Le resultaba extraño llevar su ropa.

Roscoe la tranquilizó: «Son nuevos. Las he lavado, pero aún no me las he puesto».

En las épocas en que no había tareas de la familia Watts, Roscoe solía pasar la noche aquí, dejando algunas de sus pertenencias abajo.

Su explicación hizo que Nicole se sintiera un poco melodramática. Al fin y al cabo, sólo era ropa. Aunque Roscoe las hubiera usado, ¿y qué? Ella las aceptó amablemente y respondió: «Gracias».

Roscoe le pasó entonces un frasco de loción, sugiriendo: «Quizá quieras aplicarte esto en los pies y los codos más tarde».

Observó que esas zonas de Nicole habían sido rozadas.

«Y además…» Roscoe hizo una pausa, sacó un documento de su bolsillo y se lo pasó a Nicole. «Se trata de tratos confidenciales entre las familias Watts y Schultz. Puede que te resulte útil».

Con estas palabras, Roscoe salió y cerró la puerta tras de sí.

Nicole agarró el documento con fuerza, con los pensamientos acelerados. A pesar de la naturaleza ilegal de la situación, las acciones de Roscoe constituían sin duda una traición a la familia Watts.

De repente, el peso del documento en sus manos le resultó agobiante y le provocó dolor. A qué repercusiones se enfrentaría Roscoe si la familia Watts descubría sus acciones… Se abstuvo de contemplarlo.

Después de ducharse, Nicole salió del cuarto de baño.

Nicole se puso el atuendo de Roscoe. Sin embargo, le quedaba demasiado largo, por lo que tuvo que anudarse la camiseta a un lado y remangarse los pantalones hasta los tobillos.

Tras una sesión de secado, se sintió reseca, posiblemente por el vapor. Por ello, bajó a la cocina a por agua.

Al entrar en el salón, Nicole percibió un ligero olor a sangre. Era bastante fuerte.

Miró hacia abajo y vio su chaqueta recién quitada. El olor parecía emanar de ella.

Con una sola mano, la levantó y la examinó de cerca. Manchas de sangre seca adornaban el pecho de la chaqueta de cuero negro. Su acabado mate las había ocultado a su vista.

Sin embargo, no había sufrido ninguna herida. Entonces, ¿podría ser esta sangre…?

Nicole giró y se dirigió a la puerta de Roscoe.

Al encontrarla abierta, Nicole la abrió sin pensarlo dos veces.

«Roscoe, ¿qué…?», empezó, pero la visión que tenía ante ella le cortó las palabras.

Roscoe estaba encaramado a un taburete, curándose torpemente las heridas de la espalda. Una profunda laceración le recorría desde el hombro hasta la parte baja de la espalda.

Luchando por alcanzar la herida, sus esfuerzos por aplicar la medicina eran ineficaces, y la hemorragia no se había detenido.

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