Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 569
Capítulo 569:
Nicole se retorció, intentando incorporarse, pero la tiraron hacia abajo y la acomodaron en el regazo de Jarrod, cuyos brazos la rodeaban serpenteando desde la espalda.
Nicole estaba tan enfadada que le temblaba todo el cuerpo. Se agarró al borde de la bañera, tratando desesperadamente de levantarse.
Jarrod la agarró con más fuerza, inmovilizándola. Luego se acercó a su oído y le susurró: «¿No tenías que ayudarme a bañarme? Relájate, ¿vale? Prometo no comportarme como un cabrón».
Su tacto hizo que los músculos de Nicole se pusieran rígidos.
Tardó un rato en reaccionar. Dijo entre dientes apretados: «¡Idiota!».
Pero Jarrod se limitó a ignorarla. El tesoro que tanto había deseado estaba ahora en sus manos. ¿Cómo no iba a estar contento? Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro. «Lo que quieras que sea, lo seré».
Por un momento, Nicole se quedó sin aliento. El contacto de Jarrod le produjo escalofríos. Sintió como si incontables serpientes se arrastraran por su cuerpo. Se le puso la piel de gallina.
El vapor de la bañera se extendía por el cuarto de baño. Como Nicole estaba empapada, el camisón se le pegaba al cuerpo, delineando sus curvas delicadas y perfectas.
Una visión tan seductora atrajo los ojos de Jarrod, que la encontró extremadamente atractiva. Al instante, una sensación de ardor invadió su bajo vientre.
El ceño de Nicole se frunció de ira, su voz teñida de asco mientras exigía: «¡Suéltame, bastardo desvergonzado!».
Pero Jarrod se negó a soltarla. Fijó sus ojos en ella.
Por desgracia, no podía descargar su deseo en ella, así que sólo podía soportarlo. Dijo roncamente: «Báñame como es debido y prometo no tocarte».
Nicole hervía de rabia, sabiendo que ya no podía hacerle daño como antes. Además, su castigo era severo. Por mucho que lo soportara, sus esfuerzos serían en vano una vez que él estuviera alerta.
Nicole no tuvo más remedio. De mala gana, cogió una toalla y espetó: «¡Bien! Te bañaré».
Jarrod respondió con una sonrisa de satisfacción. Soltó a Nicole, se agarró al borde de la bañera y se recostó, disfrutando de sus ministraciones.
Cuando Nicole tuvo que enjabonarle el pelo, sólo pudo mirarle de frente porque su postura era incómoda.
Jarrod mantenía los ojos cerrados, salvándola de su mirada penetrante.
Aunque Jarrod tenía la cara fría, seguía siendo tan guapo como siempre.
Cada parte de sus rasgos faciales estaba cincelada y afilada. Eran tan perfectos que resultaba difícil ignorarlos. Pero, ¿de qué servía una cara bonita si era una bestia? Era un ejemplo perfecto del viejo dicho: «El corazón humano es intrínsecamente perverso».
Jarrod era tan egoísta que imponía sus oscuros pensamientos a Nicole.
Si Nicole obedecía, le tiraba un hueso como si fuera una mascota amaestrada.
Si se resistía, la encerraba en una jaula y la atormentaba hasta que cedía.
Después de vivir tres años en el extranjero, a Jarrod le quedaba una pizca de humanidad. Lo que quedaba en él ahora era sólo el engendro del diablo.
Nicole debía de llevar tanto tiempo lavándole el pelo a Jarrod que éste se había impacientado. De repente abrió los ojos.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar