Capítulo 561:

En el pasado, Raegan se advirtió a sí misma en repetidas ocasiones que no volvería a enamorarse de Mitchel, aquellos dolorosos momentos le sirvieron de doloroso recordatorio. Sin embargo, cuanto más se contenía, más crecían salvajemente sus emociones en su interior.

A su regreso, mientras resolvían sus malentendidos uno tras otro, Raegan no pudo evitar desarrollar sentimientos hacia Mitchel.

Mitchel siempre había estado a su lado, apoyándola en silencio y tratándola con amabilidad durante todo este tiempo. Incluso cuando a ella le disgustaba su carácter controlador, él se esforzaba por cambiar a mejor.

Ya que sus sentimientos por él eran innegables, ¿por qué no darles una oportunidad? En lugar de pensar en el pasado, decidió seguir a su corazón. Quizá el tiempo dijera si estaban hechos el uno para el otro.

Independientemente del resultado, al menos intentaron llevarse bien, evitando que el arrepentimiento entrara en escena.

Finalmente, con una nueva resolución, Raegan asintió con suavidad pero con decisión. «Mitchel, vamos a darnos una oportunidad».

«¿Qué has dicho?» Mitchel no podía creer lo que oía y le acercó la mano a la boca. «Muérdeme. No estoy seguro de si estoy soñando o teniendo una ilusión»

Parecía abrumado por la felicidad que le producían sus palabras, sentir la alegría era surrealista.

Una punzada de dolor tocó el corazón de Raegan, sus ojos brillaron. «Mitchel, no vuelvas a ponerme triste». No quería que su confianza en él fuera errónea.

Los ojos de Mitchel brillaron, su boca se cerró con fuerza, mientras optaba por permanecer en silencio. Al momento siguiente, se inclinó rápidamente, la atrajo hacia sí y le dio un beso suave y prolongado.

Tras el beso, acarició el rostro de Raegan, con voz áspera por la emoción. «Te amaré en todo momento hasta el fin de mis días».

A Raegan no le gustaban esas palabras. Acababan de acordar dar una oportunidad a su relación. Semejante promesa parecía pesar demasiado.

Le miró. «Por favor, no hables así».

Mitchel se limitó a sonreír y la abrazó más fuerte, apoyando la cabeza en su hombro.

Entonces, Raegan sintió que se le mojaba el cuello. Tembló ligeramente y se dio cuenta de que había derramado una lágrima. Sin pronunciar palabra, lo abrazó con fuerza.

Sólo cuando su mano rozó su piel, se detuvo y se apartó, con voz preocupada: «Mitchel, ¿te duele la espalda?».

Recordó vívidamente el golpe de la piedra. La tez de Mitchel había palidecido visiblemente por el golpe.

«Ya no me duele». A pesar de su palidez, Mitchel esbozó una sonrisa. «Sólo saber que estás a salvo es toda la curación que necesito».

Raegan, poco convencida por su estoica fachada, recordó el tamaño de la roca que le había golpeado, algo que dudaba que alguien pudiera restarle importancia.

Con preocupación en los ojos, empezó a desabrocharle la camisa para inspeccionar los daños. «Necesito verlo por mí misma».

Mitchel la detuvo apretándole la mano contra el pecho, con tono juguetón. «¿Por qué tanta prisa? ¿Te apetece hacer esto fuera?».

Concentrada en inspeccionar su herida, Raegan intentó liberar su mano.

«¿Qué tiene de malo estar fuera?».

Mitchel enarcó una ceja. «Tenemos espectadores. ¿No te molesta?»

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