Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 1683
Capítulo 1683: Final Alternativo 2/10
El paso de los días trajo consigo una calma inquietante. Nicole y Jarrod habían acordado un tiempo de separación, pero el vacío que esto dejaba en sus vidas no era tan fácil de manejar. Nicole intentaba llenar sus días con responsabilidades y obligaciones, pero el peso de sus decisiones seguía en sus pensamientos, como una sombra persistente que no la dejaba en paz.
Alec, por su parte, estaba en un proceso de recuperación tanto físico como emocional. La amputación de su brazo había sido un golpe devastador para él, pero lo que más lo perturbaba era su incapacidad de comprender por qué todo había salido tan mal. Había dado todo por Jarrod, había sacrificado su cuerpo y su vida por su lealtad, y sin embargo, la traición de Nicole era una herida que dolía más que la física.
En su habitación, Alec miraba por la ventana. La vista del hospital no ofrecía consuelo; al contrario, parecía amplificar el sentimiento de aislamiento que lo carcomía. Sabía que debía seguir adelante, pero cada día que pasaba se sentía más vacío, como si el propósito que había definido su vida se hubiera desvanecido con la pérdida de su brazo. Las visitas de Jarrod eran esporádicas, y aunque Alec sabía que su amigo tenía sus propios problemas, no podía evitar sentir una creciente distancia entre ellos.
Un día, mientras Alec observaba cómo el sol caía lentamente detrás de los edificios, escuchó un golpe en la puerta. Pensó que sería otra de las interminables enfermeras, pero para su sorpresa, fue Roscoe quien entró. Hubo un momento incómodo en el que ambos hombres se miraron sin saber qué decir. La tensión entre ellos era palpable, producto de los eventos recientes que habían marcado la vida de ambos.
Roscoe fue el primero en romper el silencio. «No esperaba verte aquí tan pronto», dijo, su tono neutral, pero con una sombra de incomodidad.
Alec levantó la cabeza, sus ojos llenos de resentimiento. «No esperaba tener que verte nunca más», respondió, sin molestarse en ocultar su hostilidad.
Roscoe asintió, como si hubiera esperado esa reacción. «Lo entiendo», dijo simplemente, y dio unos pasos hacia la cama de Alec. «Pero creo que es hora de que dejemos todo esto atrás. No vine aquí para pelear, vine para hablar.»
Alec soltó una risa amarga. «¿Hablar? Después de todo lo que ha pasado, ¿crees que unas palabras van a arreglar algo? No sabes lo que es perderlo todo, Roscoe. No sabes lo que es sacrificar tu vida por alguien, solo para que todo se desmorone.»
Roscoe lo miró fijamente, sus manos tensas a los costados. «No estoy aquí para pedirte perdón, Alec. Tampoco estoy aquí para justificar lo que pasó. Sé que las cosas no salieron bien, pero eso no significa que no podamos seguir adelante. Tenemos una vida por delante, y aunque eso suene vacío ahora, sé que algún día lo entenderás.»
Alec entrecerró los ojos, la ira mezclándose con la desesperanza. «¿Y qué sugieres? ¿Que simplemente lo acepte y siga adelante? No es tan fácil, Roscoe. Tú no has perdido lo que yo he perdido.»
«Tal vez no», admitió Roscoe, «pero he perdido mucho más de lo que crees. Nicole… ella nunca me eligió. Incluso ahora, ella sigue pensando en Jarrod. Todo lo que hemos vivido, todas las decisiones que hemos tomado, han sido solo intentos fallidos de escapar de lo inevitable.»
El nombre de Nicole resonó en la mente de Alec. Por mucho que quisiera culpar a Roscoe por todo, sabía que en el fondo, la situación era más compleja. Nicole, Jarrod, Roscoe, él mismo… todos eran piezas de un rompecabezas roto.
«¿Por qué estás aquí, Roscoe?» preguntó Alec finalmente, su voz más baja, casi agotada.
«Porque, a pesar de todo lo que ha pasado, aún creo que hay algo por lo que vale la pena luchar», respondió Roscoe. «Y no estoy hablando de Nicole o de Jarrod. Estoy hablando de nosotros, de lo que somos capaces de hacer. El pasado no puede definirme ni a mí ni a ti, Alec.»
Alec bajó la mirada, sus pensamientos confusos. Parte de él quería seguir odiando a Roscoe, quería aferrarse a la rabia que lo mantenía con vida. Pero había otra parte, una parte que reconocía que el resentimiento no lo llevaría a ningún lugar.
«¿Qué sugieres entonces?» preguntó finalmente, su tono más suave.
«Que trabajemos juntos», dijo Roscoe, con una determinación inusual en su voz. «Hay demasiadas cosas en juego. Tal vez no seamos amigos, Alec, pero podemos ser aliados. No tenemos que estar en guerra.»
Alec consideró sus palabras. Sabía que aceptar la oferta de Roscoe no significaba olvidar lo que había pasado, pero tal vez era una oportunidad de empezar de nuevo, de reconstruir lo que quedaba de su vida.
«Está bien», dijo finalmente, su voz llena de cansancio, pero también de una pequeña chispa de esperanza. «Vamos a intentarlo.»
Roscoe asintió, sabiendo que esto era solo el comienzo de un largo camino. Mientras salía de la habitación, no pudo evitar sentir que, tal vez, solo tal vez, había una oportunidad para todos ellos de encontrar la paz, aunque el camino fuera incierto.
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