Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 1584
Capítulo 1584:
Los sentimientos de Callie seguían siendo francos. Previamente desinformada de los entresijos, apoyó firmemente a su padre. Él era quien la amaba con su vida, y ella no albergaba intenciones de causarle daño.
Sin embargo, las revelaciones de Nicole provocaron un cambio en la perspectiva de Callie. Aunque no estaba segura de la implicación de su padre, se mantenía firme en su confianza en la integridad de la familia Lawrence.
Si su padre había sido la última persona que había visto a Wesson con vida, creía que debía dar un paso al frente para aclarar las cosas. Después de todo, Wesson había sido amable con su familia, especialmente con su padre. Sería ingrato ignorarlo.
Observando la determinación de Callie, Laurie intervino rápidamente, advirtiéndole: «Callie, abstente de tales afirmaciones. Este asunto no tiene nada que ver con tu padre. Quizá esa mujer te engañó. Tu confianza en ella puede estar equivocada. Deberías ser prudente».
Callie se mantuvo firme y replicó: «Me parece improbable que Nicole me engañara».
Los recuerdos que Callie tenía de Nicole se caracterizaban por la benevolencia. Nicole siempre la había tratado bien. ¿Cómo podía Nicole inventar tales afirmaciones? Además, Nicole insinuó que si su padre persistía en la ocultación, las autoridades obtendrían una orden judicial.
Esto indicaba que había pruebas sustanciales que implicaban a Brett como el último individuo presente. Sin embargo, dudó en revelárselo a Laurie, temiendo que ésta no pudiera soportar la revelación.
Laurie golpeó la frente de Callie, expresando su frustración: «Callie, ¿no piensas con claridad? ¿Sólo porque te regaló unas muñecas anticuadas en tu juventud, aceptas cada una de sus palabras? Ese es tu padre».
Laurie alzó la voz. «¿Cómo puedes dudar de tu padre y depositar tu confianza en un desconocido?».
«Nicole nunca me dio muñecas usadas. Eran siempre nuevas, con las etiquetas intactas», replicó Callie, con los labios torcidos en un mohín.
Además, esas muñecas eran ediciones exclusivas que no estaban al alcance de las compañeras de Callie. Cada vez que Callie expresaba su admiración por algo, Nicole se encargaba de recordárselo y regalárselo en ocasiones posteriores.
Las muñecas que recibió de Nicole habían sido llevadas a su sala durante su estancia en el hospital, sirviendo como una tremenda fuente de consuelo. Además, muchos niños codiciaban su colección, lo que hacía más llevadero su tratamiento.
Al oír esto, Laurie se enfureció aún más. «¡Te ha engañado y aún así le estás agradecida!».
Aunque Laurie apreciaba a su nieta, su hijo ocupaba un lugar igualmente importante en su corazón. Era la encarnación de su carne y su sangre, y juró protegerlo de cualquier daño.
Aunque Callie no estaba de acuerdo con la valoración de su abuela, tampoco podía imaginar que su padre fuera capaz de semejantes acciones. Sus emociones eran un torbellino. A pesar de su conflicto interior, Callie seguía siendo amable y complaciente, y no estaba dispuesta a desafiar a su abuela. En consecuencia, se guardó sus pensamientos para sí misma.
Laurie, sin embargo, seguía intranquila y le lanzó una severa advertencia: «Te lo advierto, jovencita, tienes prohibido volver a ponerte en contacto con esa mujer. ¿Lo ha entendido? No esperes a que destroce nuestra familia para darte cuenta de tu error».
Laurie había pintado a Nicole como una figura malévola. Aunque Callie no compartía este sentimiento, estaba acostumbrada a evitar la confrontación con su abuela. Así pues, se limitó a asentir.
Laurie seguía sin tranquilizarse y afirmó con firmeza: «De momento te quedas en casa. Si necesitas algo, haré que te ayude nuestra vecina del supermercado. Quédate en casa, ¿entendido?».
Callie no había previsto la restricción de su abuela a sus salidas. A pesar de su reticencia, no tuvo más remedio que cumplir los deseos de su abuela.
Reconociendo la edad de su abuela, Callie dudó en desafiarla, temiendo que pudiera poner en peligro su salud y provocar costosas visitas al hospital, poniendo aún más a prueba la ya agobiada economía de su padre.
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