Capítulo 1246:

Al volver a la familiar extensión de la cama que una vez compartieron, Jarrod se encontró sumido en sus pensamientos durante lo que le pareció una eternidad.

Reprendiéndose internamente, reconoció que esta noche marcaba el final de su enredo emocional con Nicole. No podía permitir que ella lo dominara por más tiempo.

Habiendo navegado por las traicioneras aguas del inframundo y salido victorioso de innumerables escaramuzas de negocios, parecía inconcebible que aún no pudiera purgarla de su mente. Ella, una mujer carente de compasión, no era digna de su continuo afecto.

Al día siguiente, Nicole llegó al juzgado con un llamativo abrigo verde, un tono que sólo ella podía llevar con tanta elegancia.

Decidida a dar lo mejor de sí misma ante el inminente juicio, Nicole encontró consuelo en las palabras tranquilizadoras de Rhett. «Señorita Lawrence, quédese tranquila. Mientras Jarrod siga afligido y cumpliendo con su tratamiento, no tiene ninguna posibilidad de obtener la custodia».

La idea de que un padre, aquejado de inestabilidad mental, se hiciera cargo de un niño pequeño era algo que ningún sistema legal aprobaría.

Aunque parcialmente tranquilizada, Nicole seguía recelosa. Jarrod aguardaba su siguiente movimiento, ignorante del as que guardaba en la manga, una ventaja que pretendía explotar al máximo.

Mirando su reloj, Rhett rompió el silencio y preguntó: «¿Listos para entrar?».

Nicole asintió, a punto de dar un paso adelante, cuando una voz penetrante y desdeñosa cortó el aire.

«Vaya, vaya, mira quién va vestida de verde. ¿Intentas alardear de tu aventura con Jarrod?». La voz pertenecía inequívocamente a Doreen.

A pesar de la intención de Nicole de ignorar la provocación, Doreen persistió, todavía furiosa por la mirada desdeñosa que Roscoe le había lanzado durante su último encuentro. Aunque Jarrod le había asegurado que la pérdida de memoria de Roscoe le llevaría a la aceptación, ¿por qué Roscoe seguía mirando a Nicole con tanto anhelo? Nunca la había mirado así.

Aunque Nicole trató de ignorar las palabras de Doreen, su mirada se posó inevitablemente en Roscoe, que estaba de pie junto a Doreen con un elegante traje gris y un bolso blanco en la mano. Su actitud pensativa, antes dirigida hacia ella, ahora la prodigaba a otra.

Un recuerdo repentino golpeó a Nicole. Roscoe había prometido estar a su lado durante los acontecimientos importantes. Sin embargo, allí estaba él, un mero espectador en el lado opuesto de su lucha.

Nicole sintió una punzada de traición en el corazón, pero sabía que no tenía derecho a culpar a Roscoe. Era inocente, sufría un trato injusto debido al conflicto entre ella y Jarrod. La culpa era toda suya.

La mirada de angustia de Nicole volvió a nublar los rasgos de Roscoe, una visión a la que se había acostumbrado con el tiempo. No podía comprender por qué Nicole siempre lo miraba con esa mezcla de pena y empatía, como si le tuviera lástima por alguna razón.

De pie junto a Roscoe, Doreen se agitaba cada vez más, observando la deliberada indiferencia de Nicole hacia su presencia, que no hacía sino avivar su furia. Hoy había venido al tribunal en busca de entretenimiento, con la esperanza de deleitarse con la incomodidad de Nicole.

«Nicole, he oído que te has fugado con el hijo de Jarrod», se mofó Doreen, ignorante de la pasada fuga de Nicole y Roscoe. Jarrod había impuesto un estricto código de silencio, y los cotilleos eran impensables.

Lógicamente, Jarrod no querría que la mujer que lo había abandonado estuviera con otro hombre, así que ¿quién se atrevería a difundir tales rumores?

«¡Eres toda una pieza, cornudo Jarrod!». Doreen se deleitó en que Nicole provocara la ira de Jarrod, saboreando la perspectiva de la futura miseria de Nicole.

Con sorna, Doreen continuó: «No tienes vergüenza, atreviéndote a desafiar a Jarrod por la custodia. Podría haber hecho que os mataran a ti y a tu amante juntos. Considérate afortunada de que haya tenido piedad de ti. Una adúltera desvergonzada como tú merece ser despedazada».

Doreen escupió sus palabras con veneno, asegurándose de que Roscoe oyera cada acusación condenatoria contra Nicole. Para ella, Nicole no era más que una ramera promiscua que se había acostado con innumerables hombres.

Fuera del juzgado, un lugar siempre lleno de conflictos, mucha gente pasaba o se detenía a observar.

No era raro que se produjeran discusiones con amantes, así que nadie se escandalizó realmente.

«Nicole, si yo fuera tú, jugaría inteligentemente poniéndote de rodillas y pidiendo perdón. A Jarrod no le gusta mucho esa vena rebelde que tienes. Seguro que es igual de maleducado que tú…».

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