Capítulo 1186:

Vicki adoraba a este pajarillo blanco, de un blanco puro y una elegancia llamativa. Solía prodigarle atenciones. Jarrod ya había interactuado con él unas cuantas veces.

Desde el asiento del conductor, Alec observó: «La señorita Hampton suele vigilarlo muy de cerca. No es habitual que se haya escapado así».

El pájaro parecía a gusto con Jarrod, sin intentar huir pero picoteándole suavemente el cuello.

Alec se rió. «Señor Schultz, parece que le cae usted muy bien. La señorita Hampton lo tiene desde hace más de un año y se acuerda más de usted que de ella, a pesar de haberlo visto pocas veces. Qué cosita tan desagradecida».

«¿Debería cogerlo…» Antes de que Alec pudiera terminar, un suave chasquido le interrumpió.

«Chillido…» El pajarito blanco yacía sin vida en la mano de Jarrod, completamente inmóvil.

Alec estaba conmocionado. Era la querida mascota de Vicki, y Jarrod acababa de matarla…

Jarrod miró al pájaro inmóvil que tenía en la mano, con sus plumas blancas aún inmaculadas incluso después de muerto. Qué lástima. Simplemente no escuchaba. Igual que Nicole.

La frustración de Jarrod era palpable cuando sus pensamientos volvieron a centrarse en Nicole. Le había dedicado tantos cuidados, intentando conquistarla y tratándola con delicadeza, y sin embargo ella había huido sin pensárselo dos veces. Los pájaros desobedientes merecían un castigo, y las personas no eran una excepción.

Estaba seguro de que acabaría capturándola. Pero aún no había decidido su castigo. Nicole era testaruda y resistente.

Lo más importante es que, a pesar de sus esfuerzos, no acababa de encariñarse con él, al igual que este pájaro, que había huido de su jaula. A veces, deseaba… Deseaba poder doblegarla.

Jarrod le dijo a Alec que siguiera conduciendo y tiró despreocupadamente el cuerpo del pájaro a un cubo de basura, con expresión helada. Una vez que recapturara a Nicole, se aseguraría de que nunca más pudiera escapar. Incluso muerta, sólo perecería en sus garras.

Nicole estaba en un acogedor patio al pie de las colinas, haciendo punto. Quería tejerle a Roscoe una bufanda de cachemira.

Había elegido un azul suave y brumoso para el hilo, un color que lo complementaba bien, discreto, puro, pero único.

Mientras tejía en el patio, un pájaro se posó en la pared y empezó a graznar miserablemente.

Nicole se sintió molesta por el ruido e intentó ahuyentarlo.

Pero el pájaro parecía no darse cuenta y siguió graznando con tristeza.

Nicole, cada vez más nerviosa, le lanza una piedra. El pájaro aleteó en respuesta, dejando tras de sí una sola pluma.

Nicole se quedó mirando la pluma y sintió una oleada de malestar.

Caminó de un lado a otro, tratando de calmar sus nervios.

De repente, un animalito peludo le rozó las piernas.

Al mirar hacia abajo, Nicole vio que era Keith, que pareció percibir su angustia y movió la cola enérgicamente para reconfortarla.

Observar a Keith le recordó las charlas rutinarias de Roscoe durante su alimentación y, poco a poco, su ansiedad disminuyó.

Volvió a su asiento y continuó tejiendo la bufanda, moviendo los dedos con rapidez.

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