Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 1150
Capítulo 1150:
A pesar de la disparidad de sus alturas, la postura de Davey, ligeramente encorvado, lo dejó vulnerable al repentino ataque de Raegan.
El arma improvisada encontró su objetivo con escalofriante precisión, atravesando la carne de Davey con escalofriante facilidad.
Un hilo de sangre carmesí empezó a brotar de la herida, manchando la superficie inmaculada del mango del arma.
El aire crepitaba de tensión mientras Raegan observaba cómo fluía la sangre, con el corazón latiéndole con una intensidad cargada de adrenalina. Pero al darse cuenta de la realidad de la situación, se percató de su error de cálculo.
La ausencia de una arteria sangrante confirmó su error. La herida, aunque grave, no sería mortal.
La mano de Davey se llevó instintivamente al cuello y los dedos se mancharon con el vivo tono de la sangre fresca. Con una compostura casi desconcertante, volvió a mirar a Raegan, con una expresión de férrea determinación.
«¿Intentas matarme? Su voz permanecía inquietantemente calmada, y sus ojos oscuros se clavaron en los de ella, ilegibles e impenetrables, como las tranquilas profundidades del mar muerto, sin traicionar ningún atisbo de emoción o vulnerabilidad.
Cuando Raegan se distanció cautelosamente de Davey, su voz resonó con una convicción desafiante. «Alguien vendrá pronto a rescatarnos a mi madre y a mí. No creas que puedes escapar de esto».
La respuesta de Davey carecía de sorpresa. «¿Has establecido contacto con el exterior?».
Raegan razonó que el agudo intelecto de Davey probablemente ya había discernido sus esfuerzos encubiertos. De lo contrario, no se habría atrevido a enfrentarse a él abiertamente. Habría mantenido la fachada de conformidad.
Davey, imperturbable por el afilado implemento alojado en su cuello, miró a Raegan con una mezcla de admiración y diversión. «No está mal. Eres realmente mi hija. Bastante valiente».
El ceño fruncido de Raegan delató su confusión ante su críptico comentario.
No se creía que aquel hombre tan astuto no hubiera visto ya la prueba de paternidad. Debía de ser consciente de que ella no era su descendiente.
Al ver su expresión de perplejidad, Davey estalló repentinamente en carcajadas.
«Parece que me estabas tomando el pelo, pero…».
Se agachó para recuperar el informe que descansaba en el suelo, ofreciéndoselo con una solemne declaración. «Parece que tenías razón desde el principio. Realmente eres mi hija».
Raegan se quedó muda. Se quedó de pie, atónita, como si no pudiera fiarse de sus propios oídos.
Sin embargo, allí estaba, escrito en blanco y negro en la prueba de paternidad, una asombrosa coincidencia del 99,99%. ¿Cómo era posible? Sólo lo había dicho a la desesperada, para salvar su pellejo. Y, sin embargo, la realidad había dado un giro brusco, transformando su farol en verdad.
¡Ella era, innegablemente, la descendencia de Davey! Davey, que había intentado acabar con su vida en numerosas ocasiones, se revelaba ahora como su padre biológico.
Mientras Davey se acercaba, la voz de Raegan atravesó el aire con una orden repentina. «¡Detente!»
Sintió que perdía el control de la realidad, levantando defensivamente una silla como barrera. «¡No te atrevas a dar un paso más!»
Davey se detuvo, una sonrisa enigmática jugando en sus labios. «Raegan, las cosas entre nosotros han cambiado, y es hora de que empieces a aceptarlo».
Afirmó con firmeza: «Soy tu padre biológico».
«¡Al diablo con que seas mi padre!». Raegan no pudo contener su desprecio.
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