Capítulo 1149:

Al pulsar el botón, Raegan esperó una respuesta, con el corazón acelerado por la expectación.

Un leve ruido resonó en el umbral de la puerta, lo que hizo que Raegan volviera a atar apresuradamente el satén bordado a la muñeca de Casey.

Consciente de la limitada funcionalidad del transmisor, Raegan sintió una punzada de aprensión. Ésta era su segunda y última oportunidad de utilizarlo. Cualquier intento posterior sería inútil.

Mientras se llevaban de nuevo a Casey, Raegan luchó con una profunda sensación de pérdida, pero se aferró a la creencia de que la ayuda era inminente.

En otro lugar, Erick y Stefan recorrieron los callejones y calles de la ciudad en busca de Raegan.

En el aeropuerto de Aurora, su meticulosa investigación no arrojó ningún rastro de las idas y venidas de Davey, lo que les llevó a la conclusión de que permanecía oculto en Aurora.

Simultáneamente, Mitchel profundizó en su búsqueda de Raegan con inquebrantable determinación.

Después de soportar tres días y dos noches sin descanso, Mitchel se permitió por fin un momento de descanso, reclinándose en su silla con los párpados pesados.

Pero el descanso fue efímero, ya que Matteo irrumpió por la puerta con noticias urgentes, su excitación palpable.

«¡El transmisor ha enviado otra señal!». Las palabras de Matteo impulsaron a Mitchel a la acción, poniéndose apresuradamente el abrigo mientras se dirigía al garaje subterráneo.

De camino, Matteo se encargó de evaluar cualquier amenaza potencial en torno al transmisor, mientras Mitchel transmitía las noticias a Erick y Stefan, forjando un frente unido en su misión compartida.

Aunque emprendieron caminos separados, su objetivo seguía siendo singular y resuelto. Estaban decididos a rescatar a Raegan y Casey de las garras del peligro.

Y cuando Héctor se enteró de los acontecimientos, también se apresuró a acudir al lugar indicado por el transmisor, su determinación reflejaba la de sus aliados al unirse frente a la adversidad.

Al anochecer, la puerta de la habitación de Raegan volvió a abrirse con un chirrido, anunciando la entrada de Davey con una serie de documentos entre las manos.

Al ver las palabras «Instituto de Identificación» estampadas en los papeles, a Raegan se le heló la sangre de miedo. ¿Por qué habían aparecido los resultados tan prematuramente? Si los resultados sugerían que Davey y ella no estaban unidos por lazos de sangre, sabía que él no dudaría en acabar con su vida en el acto.

Sin embargo, ella ya había enviado la señal a través del transmisor. Si tan sólo pudiera alargarlo un poco más, podría sobrevivir.

La mano de Raegan yacía oculta bajo la almohada, preparándose para el inminente enfrentamiento con Davey.

El acercamiento de Davey fue tan calculado como siempre, su comportamiento una fachada de sofisticación mientras se ajustaba las gafas con elegancia, sus palabras goteaban un encanto insidioso. «Raegan, aún no he mirado estos resultados. ¿Quieres verlos antes?»

Por un momento fugaz, la mano de Raegan, que aferraba el arma improvisada, vaciló. La oferta de Davey parecía demasiado conveniente, demasiado cargada de segundas intenciones para ser genuina. ¿De verdad no había examinado el contenido de los documentos, o se trataba simplemente de otra estratagema para medir su reacción y deleitarse con su posible caída?

«Muy bien», concedió Raegan a regañadientes, extendiendo la mano para aceptar el sobre.

La mirada de Davey se detuvo en Raegan, observando los contornos familiares de su rostro, el asombroso parecido entre ellos. Sus encantadores ojos, teñidos de un sutil gancho, tenían un encanto cautivador, una belleza que trascendía lo ordinario. Era un rasgo que compartían, un rasgo que los unía en una retorcida danza del destino.

Temblores de aprensión recorrieron a Raegan mientras retiraba con cautela el sello del sobre y su mente se agitaba con estrategias y cálculos. ¿Podría golpear a Davey desde esta distancia? O tal vez podría encontrar la forma de atraparlo en esta misma habitación, asegurándose la oportunidad de escapar con su madre.

Pero cuando Raegan se disponía a actuar, con una oleada de adrenalina corriendo por sus venas, su agarre vaciló y el sobre se le escapó de los dedos, esparciéndose su contenido por el suelo en un revuelo caótico.

Haciendo caso omiso de los papeles esparcidos, Raegan aprovechó la oportunidad para lanzar su ataque preventivo, empujando su arma improvisada hacia el cuello expuesto de Davey.

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