Capítulo 1135:

En aquel frío día, los sonidos artificiales de bebé que emitían desde su acogedor y apartado espacio eran lo bastante auténticos como para engañar a cualquiera que se encontrara a una distancia razonable.

Sintiéndose algo más tranquila, Raegan se retiró a su habitación, esperando nuevas noticias de Erick.

La tensión la hacía caminar sin descanso, agotando su energía.

Finalmente, se desplomó en la cama, sucumbiendo a una profunda fatiga que creía acumulada por una noche sin dormir.

Cuando se acomodó en la cama y el sueño la envolvió, cerró los ojos con fuerza.

En ese momento, una misteriosa figura con zapatos negros se acercó a su cabecera, apagó en silencio una varilla de incienso que había debajo de la cama y luego se inclinó…

Mientras tanto, Erick y su equipo estaban dentro de la villa de Davey, buscando sin éxito la entrada del sótano.

Recurrieron a los detectores electrónicos en busca de ayuda. Tras localizar un lugar probable, Erick ordenó a su equipo que abriera una brecha en la pared directamente.

Al abrirse paso, se descubrió una zona residencial secreta, oculta tras el muro.

El miembro del equipo que entró primero en el espacio oculto regresó rápidamente para informar: «¡Señor, hay alguien aquí!».

El corazón de Erick se aceleró al entrar en el espacio. Estaba a punto de reunirse por fin con su madre después de tanto tiempo.

El interior parecía un gran palacio subterráneo, brillantemente iluminado, con un jardín lleno de begonias en flor visible a través de la ventana de la habitación, que mostraba la dedicación del creador a la belleza.

Frente a ellos, una mujer de largo cabello oscuro yacía inmóvil en una cama cubierta de encajes, de espaldas, aparentemente sumida en un profundo sueño inducido por las drogas.

Erick se detuvo, con el dolor de la larga ausencia de su madre pesando sobre él.

Aunque Casey no era su madre biológica, el vínculo que compartían era profundamente maternal, lleno de afecto y cuidados genuinos.

En su juventud, Erick había jurado proteger a su madre y a su hermana. Ahora, de adulto, sentía el peso de las promesas pasadas incumplidas.

Ahora que su hermana estaba a salvo y su madre al alcance de la mano, sus emociones le abrumaban y el pulso le retumbaba en los oídos.

Cuando Erick tendió tímidamente la mano hacia la mujer, el estridente timbre de un teléfono por satélite perforó el silencio.

Este teléfono, conocido sólo por Stefan, exigía atención inmediata. Erick contestó, con la mirada aún fija en la misteriosa mujer que tenía delante.

«¿Diga?»

«¡Tienes 30 segundos! Sólo 30 segundos, ¡corre!»

La voz del otro lado no era la de Stefan. Era la de Mitchel, llena de urgencia y con un tono sombrío.

«¡Erick, ese sótano está lleno de bombas! Saca a todo el mundo ahora mismo!»

continuó Mitchel, con la voz cargada de tensión. «Es una trampa. Davey ha escapado. Conocía tu plan desde el principio. Ahora, ¡corred inmediatamente!»

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