Capítulo 1080:

Raegan respondió juguetonamente: «Gracias a ti también».

La respuesta de Raegan de que pensaría en lo que había dicho, hizo que Stefan se sintiera alegre, casi desbordante de felicidad.

Cuando salieron del restaurante, empezó a nevar de nuevo.

Aurora era encantadora, pero el frío era intenso. Raegan tenía que abrigarse bien siempre que salía a la calle.

Stefan la ayudó a ponerse sus mullidos guantes y la cogió de la mano mientras caminaban.

Las calles estaban animadas esta noche, y cogerse de la mano les ayudaba a evitar los golpes.

Pero, inesperadamente, Raegan volvió a ver la figura familiar a lo lejos. Aquella silueta inconfundible le hizo pensar momentáneamente que se trataba de Mitchel.

Stefan se dio cuenta de su repentina distracción y siguió su mirada, comprendiendo rápidamente la situación. Efectivamente, la figura se parecía a Mitchel.

Sin embargo, Raegan se recompuso rápidamente y tiró de la mano de Stefan, instándole: «Vamos».

Stefan había considerado brevemente la posibilidad de acercarse a la figura, no por altruismo, sino porque reconocía que el pasado de Raegan y Mitchel era una realidad que no podía ignorarse indefinidamente.

Afrontarlo cuanto antes parecía prudente, puesto que Mitchel era el padre de los hijos de Raegan. Evitar a Mitchel para siempre no era una opción. Su plan era aclimatarse a la situación gradualmente, para que las interacciones relativas a los niños en el futuro no fueran incómodas.

Pero la indicación de Raegan desechó sus pensamientos, y él se limitó a asentir. «De acuerdo, vamos».

En el camino de vuelta, Raegan parecía abatida, probablemente disgustada por sus repetidos errores de identificación. No entendía por qué seguía pensando en Mitchel.

Al llegar a casa, Stefan acompañó a Raegan hasta las puertas de la mansión y le entregó un paquete de incienso de hierbas inductor del sueño.

Le explicó que se lo habían recomendado los ancianos de su clan, que seguían antiguos regímenes de salud. Tenía fama de ser muy eficaz para conciliar el sueño y seguro para las mujeres embarazadas.

Tras confirmar con el médico de Raegan que era seguro, Stefan se lo entregó.

El sueño de Raegan se había deteriorado a medida que avanzaba su embarazo, lo que le había provocado unas notables ojeras que Stefan había observado.

Raegan aceptó agradecida el incienso, dio las gracias a Stefan y se dirigió al interior, con la intención de ver primero cómo estaba su hermano.

Pero al entrar en el vestíbulo, el paquete de hierbas se le escapó de repente y cayó al suelo con un ruido sordo.

Al entrar en la sala, Raegan se encontró con una figura familiar.

Era Mitchel, todavía tan alto y apuesto como siempre. Y cuando volvió la cabeza y miró a Raegan, sus ojos brillaron como las estrellas en el cielo nocturno.

Raegan lo miró aturdida. Había imaginado su presencia en todas partes esta noche. No esperaba que se hiciera realidad.

Tras fijar la mirada durante un rato, Raegan se dio la vuelta con la intención de marcharse.

Su mente era un torbellino de preguntas. ¿Por qué había venido? ¿No estaba herido? ¿Se había recuperado la pierna? Sin embargo, no vio ningún bastón a su lado. ¿Se había recuperado de verdad? ¿O sólo había venido a verla, aunque aún no se había recuperado del todo?

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