Yo soy tuya y tú eres mío -
Capítulo 1048
Capítulo 1048:
«Introduce el código», instó Jimena con urgencia. «Davey volverá en cualquier momento y los dos estaremos en apuros si nos pilla».
Bajo la implacable presión de Jimena, Casey cedió, abriendo por fin la caja fuerte.
Antes de que Casey pudiera reaccionar, Jimena aprovechó la oportunidad, la empujó a un lado y le arrebató el collar de diamantes azules de incalculable valor.
El radiante zafiro azul brillaba seductoramente a la luz, cautivando la mirada de Jimena. Era sencillamente exquisito. Por fin sería suyo.
Casey hizo un último intento de razonar con Jimena. «Es mejor que no lo cojas ahora. Entrega primero el bordado y luego vuelve a por él. Así no tendrás que volver aquí. Y si logro escapar, podrás encontrarme en Ambrosía».
Casey no se estaba negando rotundamente a Jimena. En cambio, estaba sugiriendo un plan más seguro. La implicación era clara. Recuperar el objeto más tarde permitiría a Jimena huir con su familia o desaparecer en la clandestinidad, disminuyendo significativamente cualquier riesgo asociado.
Sin embargo, Jimena, con un brillo de sospecha en los ojos, deslizó el collar entre los pliegues de su ropa. «Señora, faltar a su palabra no es muy agradable. Prometí ayudarla a entregarlo, y eso es exactamente lo que pienso hacer. Asegúrese de tener el dinero listo para cuando este collar cambie de manos».
Los labios de Casey se entreabrieron, pero no salió ninguna palabra. En realidad, si escapaba, el collar, que pertenecía a Davey, no tenía ningún valor para ella.
No sólo estaba dispuesta a pagar a Jimena, sino que tampoco tenía intención de reclamar el collar. Sin embargo, comprendiendo la aprensión de Jimena, prefirió el silencio a las explicaciones, temiendo que más palabras sólo pudieran generar más malentendidos.
Al ver la incertidumbre en los ojos de Casey, Jimena se acercó más, temiendo que renegara. La voz de Jimena era firme, pero tenía un inconfundible tono de urgencia. «Tienes que cubrirme para que pueda irme ya».
La confusión nubló el rostro de Casey, pero asintió, dispuesta a ayudar.
«Dime qué tengo que hacer».
«Cuando se abra la puerta, llama al mayordomo de abajo y distráelo. Asegúrate de que no me inspeccione. Es todo lo que pido».
«Entendido.»
Jimena pulsó el timbre, indicando que estaba lista para partir.
Davey, siempre suspicaz, había instituido rigurosos protocolos en su finca, exigiendo controles tanto a la entrada como a la salida, todo para evitar el contrabando.
Anteriormente, una pequeña transgresión relacionada con un medicamento oculto en un kit de acupuntura había pasado desapercibida, gracias a su insignificancia.
Ahora, con el juego de alto riesgo del collar, Jimena no podía permitirse ningún desliz. Se había preparado meticulosamente, llevando un sujetador antidetección diseñado para frustrar cualquier escáner, una ingeniosa contramedida que había ideado tras perder una oportunidad anterior con el collar.
Aunque estaba equipada para eludir la detección, prefería evitar el control.
Cuando el mayordomo abrió la puerta, Jimena le dedicó una sonrisa tímida pero agradecida. «Gracias.
Jimena poseía un encanto desarmantemente dulce, una cualidad que desarmaba sin esfuerzo a quienes la rodeaban. Su apariencia modesta no hacía más que acentuar este efecto.
Casey se sintió como si acabara de despertar de un sueño, desconcertada por el marcado contraste entre la Jimena que había imaginado y la que tenía ante ella, aparentemente influenciada por algún hechizo.
Incluso el mayordomo se sintió atraído por la sencilla Jimena.
A diferencia de otros que intentaban convencerlo con dinero o regalos extravagantes, inútiles para un hombre de su posición, eran sus pequeñas y genuinas muestras de aprecio las que resonaban profundamente. En su opinión, la sinceridad no tenía precio.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar