Capítulo 1045:

Esta vez, sin embargo, fue diferente. Casey le pidió que entregara el bordado a la familia Clifford, concretamente a la novia, y desde luego implicaba a esa novia. La tarea implicaba a personas ajenas a la familia, algo que Davey nunca aprobaría. A pesar de su valor habitual, Jimena no se atrevía a hacerlo.

De repente, Casey se levantó de la cama y se arrodilló ante Jimena. «Por favor… Por favor, Jimena».

Jimena, nerviosa, intentó ayudar a Casey a levantarse, diciendo: «Señora, no es que no quiera ayudar, pero Davey me da mucho miedo. Él…»

«No sucederá». Casey tomó firmemente la mano de Jimena y la tranquilizó: «No tienes que ir tú misma. Sólo tienes que encontrar a alguien de confianza que te lo entregue».

Casey prometió entonces: «En cuanto la novia lo reciba, te aseguro que te llevará a ti y a toda tu familia lejos de Aurora, a cualquier lugar que desees, y además te proporcionará mucho dinero.»

Al oír esto, Jimena dudó. Dejar Aurora era su mayor sueño.

Jimena anhelaba un lugar con leyes justas, donde la gente no fuera juzgada por su estatus, un lugar donde pudiera sentirse segura. Estaba cansada de ser vista como una simple plebeya. Ambrosia parecía la escapatoria perfecta. En Ambrosia, incluso los que no sabían leer no pasarían hambre, y los que tenían habilidades podrían llevar una vida mejor. Su familia no sería tachada de plebeyos humildes, despreciados por los demás.

Con semejante oportunidad ante ella, las amenazas de Davey de repente parecían menos desalentadoras.

Además, Davey no había hecho daño a nadie últimamente. Tal vez se estaba volviendo menos volátil, o tal vez ella no había sido testigo de ello.

En cualquier caso, ¡esta perspectiva conmovía profundamente a Jimena!

Jimena miró a Casey, ya decidida. «Señora, estoy dispuesta a ayudar, pero ¿cuánto ofrece?».

A veces, el dinero puede ejercer un gran poder.

Jimena había servido en Aurora durante más de veinte años. A pesar de ser una doctora cualificada, nunca le mostraron ningún respeto. Había trabajado en las casas de los ricos, donde la gente la miraba por encima del hombro.

En Aurora, incluso las familias de clase media tenían sus propios médicos de cabecera.

Jimena nunca había querido ese papel, ni unirse a la familia Glyn, pero las circunstancias la habían obligado. Ahora se le había presentado la oportunidad de desprenderse de su condición de plebeya. ¿Quién no querría aprovechar la oportunidad de ascender?

Casey no esperaba que Jimena le preguntara por el dinero. La cantidad que tenía en mente era considerable, pero no estaba al tanto de los precios actuales. Si podía salir, pensaba ofrecer una cantidad que se ajustara al valor externo.

Tras pensárselo un poco, Casey citó una cifra que había sido considerable veinte años antes. «Puedo ofrecerle cinco millones».

«¿Cinco millones?» Jimena se quedó estupefacta. Luego se burló. «Señora, con cinco millones no compraría ni el cierre de un collar de su colección».

Jimena conocía el valor de las joyas de Casey. Cada pieza valía decenas de millones, todas de una calidad excepcional.

Esta era una faceta de Jimena que Casey nunca había visto antes. La codicia que había estado acechando bajo la superficie finalmente estalló.

«¿Cuánto pides?» preguntó Casey.

Jimena, dándose cuenta de que Casey no estaba al tanto de los precios actuales, respondió: «Ochenta millones».

Jimena había pensado inicialmente en pedir cien millones, pero temió que pedir demasiado pudiera poner en peligro la negociación. Bajó voluntariamente el precio en veinte millones y se conformó con ochenta millones, lo que le pareció justo.

Casey se sorprendió, pero el acuerdo le pareció bien. No le gustaba estar en deuda con nadie. El acuerdo era sencillo. Ella aportaba los fondos y Jimena completaba la tarea. Asintió con la cabeza. «De acuerdo».

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