Capítulo 90:

“Te espero arriba”

Salió corriendo y subió las escaleras.

En ese momento regresó su abuela.

“¿Y Victoria?”

“Está arriba”

“Te digo a ti para que se lo trasmitas, mañana saldremos todo el día, es que he reservado hora en las 4 mejores boutiques de la ciudad”

“Excelente, abuela”

“Toma”

Le dijo Doña Berta estregándole un estuche.

“¿Qué es esto?”

Pregunto Franco.

“Ábrelo, hazme el favor”

Abrió el estuche con suma delicadeza.

En su interior yacía el anillo de compromiso de su madre.

Franco dio un paso hacia atrás.

Lo observó detenidamente y luego miró a su abuela.

“Es el anillo de mamá…”

Dijo emocionado.

“Sí, mi vida, estoy segura de que a ella le encantaría que lo llevara tu futura esposa”

Franco se emocionó hasta el punto de nublársele los ojos y derramar unas lágrimas.

Su abuela lo abrazó con fuerza.

Recién en ese instante se dio cuenta de la magnitud de su mentira.

“Abuela, yo no…”

Estaba dispuesto a develar la verdad.

Al levantar la vista vio que Victoria había bajado del dormitorio.

Dada la demora del joven en subir, y estaba en el último escalón de la escalera.

Verla allí…

Tan perfecta.

Tan bella.

Tan frágil.

Hizo que fuera imposible decir la verdad.

Ella no sabía a qué se debía el abrazo y la emoción entre abuela y nieto.

Pero comprendía que era un momento muy emotivo e íntimo entre ellos.

Así que giró sobre sus pies y regresó al dormitorio, tratando de no se notada.

Franco suspiró al verla partir.

“Sé que vas a decirme que no puedes aceptarlo, pero necesito que lo hagas. Un pedacito de ellos debe estar presente, no lo hagas por ti, ni siquiera por mí, hazlo por tu madre y por tu padre, mi amado hijo que extraño sin faltar un día”

“Lo haré, abuela, lo haré”

Permanecieron abrazados y sollozando por largo rato.

La muerte de los padres de Franco había sido tan de golpe y sin esperar, que tomó a toda la familia por sorpresa.

Nunca se habían hecho tiempo para llorarlos juntos.

Cada uno había hecho el duelo en soledad.

Esa era la primera vez que ambos hablaban del tema y se consolaban mutuamente.

Victoria permanecía en su dormitorio.

Estaba esperando a Franco.

Sabía que le esperaban unos días muy difíciles.

Tenía que preparar un compromiso que, lejos de ponerla feliz, la entristecía de sobremanera.

Sabía que luego de ese acontecimiento tenían que empezar a preparar la separación y eso le estrujaba el estómago.

‘Se%o, Victoria, yo necesito mucho se%o. Si tú me lo das no buscaré amantes’

Esa revelación le taladraba el cerebro.

Agitaba su respiración y le aceleraba el corazón.

Caminaba por la habitación cuando Franco entró, cerrando la puerta tras de sí.

Se veía emocionado y triste.

Estaba con la guardia baja o sin ella directamente.

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