Victoria, la novia alquilada -
Capítulo 85
Capítulo 85:
Las sombras comenzaron a ingresar en la habitación, hasta dejarla en un principio en penumbras, pero pronto en la oscuridad total.
Un ruido y la luz ingresando por la puerta, la apartaron de su letargo.
Franco la miró con desconcierto y corrió hacia ella.
“¡Cielos, Vic!, aun sigues aquí sentada”
Exclamó Franco.
Ella le dirigió una mirada inexpresiva.
Sus ojos estaban rojos e hinchados.
Sus mejillas empapadas por las lágrimas.
Franco la abrazó con fuerza.
Ella estaba inerte.
Su cuerpo no ofrecía resistencia alguna.
“¿Qué te sucede, chiquilla?”
Preguntó Franco.
Ella seguía sin hablar.
“Ven, vamos a lavarte el rostro y luego le pediré a Rebeca que nos suba algo de comer, has estado todo el día metida aquí y no has comido nada”
Franco la levantó de la cama y la llevó al baño.
La hizo parar frente al lavabo, pero ella no se movía, así que la obligó a arquearse levemente y le lavó el rostro.
Luego le quitó la ropa, dejándola en ropa interior y la vistió con el pijama.
En otro momento, el tenerla en ropa interior frente a él le hubiera causado una reacción en su entre pierna, pero en ésta oportunidad estaba tan preocupado por lo que le pudiera suceder que no tuvo ningún instinto se%ual para con ella.
La llevó a la cama y la metió en ella.
Llamó por el móvil a Rebeca y le pidió que le subiera algo de comida.
“¿Por teléfono, Franco?”
“Sí, Rebeca, es que Victoria no se siente bien y no quiero dejarla sola”
“¿Qué le sucede a mi niña bella?”
“Estrés, ya sabes que se descompensa, y esto del compromiso la tiene estresada y eso que aún no se ha enfrentado a la abuela”
Explico Franco.
“Hablando de tu abuela, acaba de llegar”
Dijo Rebeca.
“Discúlpame con ella, dile que estamos cansados y nos metimos en la cama, pero no le digas que Victoria está mal, ya sabes que se preocupa mucho y no quiero asustarla”
Dijo Franco.
“Muy bien, preparo algo rapidito y lo subo”
Respondio Rebeca.
“Muchas gracias, eres un cielo”
Franco no se despegó de al lado de Victoria.
Ella respiraba con espasmos y, cada tanto, una lágrima corría por su mejilla.
Él se recostó a su lado y le acariciaba el cabello.
“No vas a hablarme, ¿Verdad?”
No hubo respuesta.
Solo… un suspiro.
“Sé que soy el responsable de que estés en este estado yo te causo esta tristeza. No merezco tus lágrimas, Vic. No merezco que sufras por mí. No me merezco…”
Ella se sentó bruscamente en la cama y lo miró fijamente.
“Tú crees que el universo gira a tu alrededor, ¿No?, qué tienes derecho a decirme porque llorar y porque no hacerlo y yo tengo que obedecer. Que con solo decirme, ‘no llores por mí, no te enamores de mí, no te convengo’ es suficiente, que los sentimientos se esfuman porque el señor Franco de Angelis lo ordena, porque no te gustan. ¿En serio te lo crees, Franco?”
Franco la miraba con incredulidad.
Parecía no ser la dulce Victoria que conocía.
Esta estaba llena de rencor y de ira.
“No se trata de lo que yo quiera, Vic, se trata de lo que te conviene”
Explico Franco.
“¡Qué m****a sabrás tú lo que me conviene!, ¿Quién te dio ese derecho?”
Estallo furiosa Victoria.
Ya no aguantaba más.
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