Capítulo 29:

POV Gael Koch.

Saqué mi teléfono celular para llamar al conductor de Sofía, ya que después de varios intentos, ella apagó su celular, y en el último tono, él tomó la llamada.

“Señor”.

“¿Dónde estás?”.

“Regresando a la mansión, señor”.

“Bien… no vengas, ve directo a la dirección que te voy a enviar, me encontraré con Sofía allí”.

“Pero”, estaba a punto de colgar cuando el hombre dijo, subí a mi auto, mientras mi ceño se frunció.

“¿Qué ocurre?”.

“La Señora Koch… ella vino conmigo a la mansión, hace más de media hora… luego me pidió que volviera a salir… la dejé en un café”.

“¿Qué?”.

Todo se me detuvo por un momento.

“¿Ella estuvo aquí?”.

“Sí, señor… solo por dos o tres minutos”.

Golpeé el volante, y luego arranqué el auto con fuerza.

“Envíame la dirección del café, Ahora”.

Sentí como el corazón me latía en la garganta y negué todo el tiempo cuando estacioné en ese café, entré precipitadamente, incluso dejando mi auto mal estacionado, y me gire a todas partes, preguntando si hablan visto a alguien con sus características, mientras desde mi teléfono, las llamadas iban a buzón.

Y cuando subí de nuevo al auto, una llamada entró a mi teléfono enseguida.

“¿Sí?”

“Buenas tardes… ¿Es familiar de Sofía…?”, el hombre se detuvo por un momento.

“Es mi esposa… Sofía Koch”.

“Señor, ella está la clínica… le enviaré la ubicación”.

“Está alojada en una suite a petición del Señor Slim”.

Todo mi ceño se arrugó.

“¿Qué le ha pasado?”.

“Ella tuvo un accidente, un auto la arrolló”.

“¿Qué?”.

Colgué la llamada y arranqué el auto hacia la clínica. Mi mente estaba a punto de estallar, mientras mi preocupación aumentaba en desmedida.

Sofía debía estar pensando lo peor. Lo peor.

Llegué a la clínica después de media hora, el tráfico fue infernal, y casi corrí cuando en recepción me dijeron el piso, y la habitación donde tenían a Sofía.

Caminé los pasillos, y cuando noté el número correspondiente, tomé el pomo de la puerta para entrar, en definitiva.

Ver a Sofía en esa cama, con algunos cables en su brazo, y con una expresión preocupada en su rostro, me destrozó por dentro. Mi mente estaba llena de culpa por lo que había sucedido.

Pero al entrar en la habitación, mi atención se dividió entre Sofía y el hombre que estaba a su lado, con su mano en el hombro de la mujer que era mía.

Mi mirada se encontró con la suya, y no pude evitar sentir una punzada que atravesó mi existencia, mientras la desconfianza al verlo tan cerca de ella aumentó en desmedida.

¿Quién era este tipo?

“Sofía”, murmuré, acercándome a la cama. Ella giró la cabeza para mirarme y vi una mezcla de emociones en sus ojos.

“Gael”, susurró mi nombre y sentí un alivio momentáneo al escuchar su voz.

Pero mi mirada regresó al hombre a su lado que me miró con calma y luego soltó su mano del hombro de Sofía.

“Diego Slim”, se presentó de forma neutra.

“Desgraciadamente, yo fui el que atropelló a Sofía”.

Estoy aquí porque me haré cargo de todo y estoy dispuesto a ayudar en lo que sea necesario.

Tuve que sonreír, porque algo en mí se estaba rompiendo. ¿Sofía? ¿Por qué c%ños la llamaba por su nombre?

“Si la atropellaste… debes saber que, si no mueres, irás a la cárcel”.

“Gael”, la mano de Sofía tomó mi brazo al instante.

“No fue su culpa”, ella se removió en la cama, evidentemente incómoda con la tensión en la habitación.

“Diego ha sido muy amable… me trajo aquí… yo… estaba distraída… cualquiera pudo haberme dejado allá… él”.

Sus palabras me desconcertaron cuando la miré. ¿Por qué confiaba en este tipo? ¿Por qué hablaba de él con tanta confianza?

“Ahora estoy aquí”.

Sofía me miró con frustración y luego dirigió su mirada a Diego.

“De verdad muchas gracias”.

“Estaré afuera entonces”.

“Espere… ¿No me ha escuchado? ¡Estoy aquí!”, esta vez todo se estaba desbordando de mi paciencia.

“Soy un hombre de principios… solo estoy comprometido a asegurarme de que Sofía esté bien”.

El hombre salió de inmediato sin esperar que yo respondiera, mientras yo solo quería desaparecerlo de nuestra existencia… algo que no pude hacer, porque Sofía inmediatamente me apretó la mano, como si con eso me retuviera.

Mi mente estaba en un torbellino mientras observaba a Diego Slim alejarse de la habitación de Sofía.

Por supuesto que su apellido me ubicaba, era un hombre millonario y con poder en México y en el mundo, pero nada me importaba menos, y ahora no podía entender cómo, de entre todas las personas, se había topado con Sofía.

Y además, la había atropellado, Una sensación de ira mezclada con preocupación me invadió, y mi mirada regresó a ella, que me apretaba la mano como si fuera su ancla.

“¿Cómo estás? ¿Qué te hicieron?”.

“Gael, por favor, cálmate… esto ni siquiera es necesario”, susurró Sofía, tratando de tranquilizarme.

“¿Cómo puedo calmarme cuando ese tipo está aquí y acaba de atropellarte?”, mi voz sonó ronca por la tensión. Me acerqué a su cama, sintiendo cómo la frustración hacía latir mi corazón con fuerza.

Sofía soltó un suspiro y apartó la mirada por un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas.

“Gael, fue un accidente, y ese hombre ha estado siendo muy amable conmigo desde que ocurrió el accidente. Me trajo a la clínica y se ha asegurado de que reciba la atención que necesito. Además, fue el que se encargó de llamarte”.

“Eso no cambia el hecho de que te haya atropellado”, respondí, sintiendo la tensión en cada músculo de mi cuerpo.

“¿Por qué está tan involucrado en esto? ¿Qué ganará él con ayudarte?”.

Sofía se esforzó por incorporarse un poco en la cama y pude ver la determinación en sus ojos.

“¿Si hubieses atropellado a una persona?”.

Tuve que tragarme el nudo que se hizo en mi garganta.

“Tú incluso te casaste con ella después de esto”.

“Sofía… ¿Qué dices?”.

Ella negó.

“No importa”, la vi tocar su v!entre y el ceño se frunció en mi frente.

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