Vendida como novia de un magnate -
Capítulo 10
Capítulo 10:
POV Sofía.
Don Rafael se acercó lentamente, con una expresión de incredulidad en su rostro. Miró a Gael y luego a mí, sus ojos escudriñándome como aquella vez cuando estuve frente a él, y finalmente, habló con una voz que temblaba ligeramente.
“Gael… explícame esto. ¿Qué carajos es todo esto?”, mirando hacia los lados.
Y Gael mantuvo su mirada firme.
“¿Explicar? No lo ves… es mi esposa”, intenté zafarme de su agarre que ahora era muy apretado, pero él lo afirmó más.
“¿Por qué eres maleducado? Si mal no recuerdo, me has pedido que rehaga mi vida… y no te imaginas… la vi a ella… y”..
La mirada negra de Gael se posicionó sobre mí, mientras el cuerpo me tembló entero.
“Cualquiera podría quedarse hechizado”.
Mi boca se abrió por sí sola.
“Incluso… uno es capaz de robársela a su propio padre… de todas formas, estamos a mano”.
Gael apretó su hombro, y luego caminó conmigo, mientras lo último que vi, fueron los ojos de ese hombre mayor.
La gente alrededor aplaudía, y luego prontamente legamos al lugar de las mesas y sillas, junto a un lugar verdaderamente increíble.
Sin embargo, ahora lo que menos podía hacer era apreciar la vista.
“¿Qué es esto?”, traté de preguntarle al hombre, pero él negó.
“Te dije que no hablaría de ello en un tiempo… y me aseguraste que estaba bien… ¿Qué cambia ahora?”.
Él estaba completamente serio.
“Lo sabías desde el principio… tú… ¿Estás vengándote de él de alguna forma?”.
“¡Gael!”
Ambos nos separamos un poco, y miramos en dirección a la voz,
Era una mujer mucho mayor que Don Rafael, pero era muy notable que la finura se le destacaba incluso en su forma de caminar.
“Abuela”, él dio dos pasos para tomar sus mejillas y saludarla.
“Ella es Sofía”.
La mirada de Gael me dio una advertencia, y parpadeé varias veces, tratando de quitar el nudo de mi garganta.
“Hola”.
Sonreí, me esforcé mucho por mostrar una cara que no sentí
“Sofía Martínez”.
Ella se me quedó mirando mucho y luego volvió el rostro a Gael como si le hubiesen quitado las palabras.
“Ella es… hermosa… muy bonita. Helena Koch”, asentí tomando su mano y sentí una calidez en su gesto.
“Estoy un poco… impresionada por la rapidez de esta boda”.
“Yo también”, me apresuré a decir, y sentí cómo él puso la mano en mi cintura.
“Quiero decir”.
Mi boca tembló un poco.
“Nuestra relación lleva muy poco, pero no hay duda de que él… es el hombre de mi vida”.
Vi cómo Gael apretó su mandíbula, y su abuela pareció dudosa.
“Me alegra mucho”, tomó la mano de él y se la besó, incluso pude ver sus ojos nublados, que me mostraron, que era evidente, que Gael era sus ojos.
“Ya tendremos tiempo para conocernos Sofía”.
Asentí, entonces ella se retiró por un momento.
“No tenías que hacer eso… La abuela ya debe saber que…”.
“Dijiste que nadie lo sabía”.
Entonces él se giró hacia mí.
“No hay nadie que me conozca mejor que ella… así que va a reconocer todo enseguida… pero ahora, mantengamos tu enamoramiento delante de ella, siempre”, por primera vez en mi vida, noté como su boca se torció en una sonrisa.
Y a pesar de que estaba increíblemente aturdida por lo que significaba esta boda y todo lo que él escondía, no pude controlar lo que sucedió en mi ante ese gesto.
Apreté mis ojos, sacudiendo mis pensamientos, y luego sentí cómo sus dedos se entrelazaron en los míos, mientras la gente, toda desconocida, venía a felicitarnos,
Todo eso, hasta que una mujer elegante, con una mirada larga, se posicionó frente a nosotros y sentí la tensión, en el hombre que estaba a mi lado.
“Gael… qué feliz me siento por ti”, la mujer, de unos cincuenta años, besó sus mejillas.
“Te lo mereces”.
“Gracias”, respondió él y luego la mujer tomó mis manos como si me tuviera confianza.
“Qué bella eres… muy dulce”, forcé otra sonrisa, y luego asentí.
“Muchas gracias”.
La mujer se alejó, pero sentí sus ojos todo el tiempo que las personas vinieron a felicitarnos, nos observaba con interés, sus ojos parecían escudriñar en busca de algo, y aunque su voz fue cálida y amable, había algo en su mirada que me hacía sentir incómoda, como si supiera más de lo que dejaba ver.
Me pregunté quién era y qué conexión tenía con Gael y su familia.
Nos sentamos en una mesa después de algún tiempo de la celebración y sirvieron una comida exquisita, que comí esta vez con empeño.
Y no sé en qué momento Gael desapareció por un momento, pero cuando sentí que alguien se sentó a mi lado, mi piel se contrajo al ver a Don Rafael a mi lado.
“Sofía”, abrí mis ojos desmesuradamente y negué.
“Lo siento”, mi voz delató mis nervios antes de levantarme, pero la mano del viejo rodeó mi muñeca.
“Te hubiese quedado”, sus ojos tenían una advertencia.
“Yo iba a cuidarte de verdad… pero literalmente saltaste de la candela, para meterte en el mismísimo infierno… recuerda mis palabras alguna vez”.
Me quedé mirando su rostro, pero él se levantó de forma lenta, se acomodó su chaqueta, y caminó por el lugar, asumiendo la misma tranquilidad de su hijo.
La velada continuaba en medio de risas, música y brindis. Aunque intenté unirme a la festividad, la conversación con Don Rafael me dejó un escalofrío persistente, y además, era ajena a todo esto.
Además, parecía que había mucho más detrás de esta boda y de la relación entre Gael y su familia, de lo que yo había imaginado.
Mientras trataba de disipar mis pensamientos, Gael regresó a mi lado con una sonrisa enigmática. Aunque intentaba ocultarlo, su mirada no podía engañarme, había algo más que él no estaba dispuesto a revelar.
“¿Todo bien?”, preguntó, rodeando con su brazo mi cintura, y esta cercanía, aunque fuese ensayada y solo una imagen externa, me abrumaba muchísimo.
Entonces, asentí forzando una sonrisa.
“Si, todo está bien”.
Ya tendría tiempo para descubrir de que se trataba, de todas formas, ¿Qué podía decir?
Era el hombre al que le debía casi todo, incluso cuando no me dijera que Don Rafael era su padre, me había sacado de las manos de esa mujer, Gael me estudió por un momento, como si supiera que algo andaba mal, pero luego asintió y nos unimos nuevamente a la celebración.
No hubo hermanos, o una madre que me presentara, parecía que la abuela era la persona más cercana, y por muy pocos momentos, su padre estuvo presente.
Considerablemente, mis labios se relajaron cuando ya no lo vi más presentes, y luego de una jornada con fotografías, cortar el pastel, y despedir a los invitados, tuve que mirar a Gael, cuando quedamos a solas en el jardín.
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