Una mamá psicóloga
Capítulo 8

Capítulo 8:

POV Jeremías

“Tome mis palabras como un consejo, nadie vendrá a un hospital donde una mujer desagradable grita que no le importa la salud de un paciente solo porque tuvo problemas personales con la familia”.

“¿Mujer desagradable?”, murmura la señora con rostro de enfado.

Le doy la espalda para cargar a mi hija en brazos y tomo a la mujer loca que sigue sin pronunciar una palabra antes de alejarme de la entrada de este hospital con mi hijo caminando en silencio a mi lado.

No es hasta que estamos en el jardín frontal del hospital que ella reacciona deteniendo sus pasos, he intentado soltarse de mi agarre.

“¿Qué cree que está haciendo ahora mismo?” ella me mira.

“¿Quién le dio el derecho de meterse en medio de mi problema? Le dije que no quiero su…”

“No se confunda Señorita Smith”, la corto.

“Esa mujer estaba haciendo un escándalo frente a mis hijos”

Trato de mantener la voz calmada.

“Y es algo que no puedo permitir, en cuanto a su padre, solo hice un acto de caridad, nuestro hospital tiene un programa de ayuda para…”

“¡No quiero su caridad!”, ella me grita.

“Le dije que me dejara en…”

Su voz se apaga cuando Lucas cae al suelo, con sus manos fuertemente pegadas a sus orejas.

Maldigo intentando bajar a Lucia para calmarlo, pero la mujer prepotente a mi lado corre más a prisa.

Toma las manos de mi hijo mientras le sonríe.

La barbilla de Lucas que ha comenzado a temblar detiene lentamente ese movimiento que conozco como uno de los síntomas de sus ataques de pánico.

Ella pasa una mano por la cabeza de mi hijo.

“Perdónanos cariño”, susurra dulcemente.

“Tu papá y yo tuvimos un pequeño desacuerdo, pero no tengas miedo, ¿Sí?”

Ella busca algo en su bolsa para entregarlo.

“Ahora, comerás esta paleta y luego iremos por un helado, pero tienes que prometerme que estarás bien, ¿Ok?”

“Sí mamá”.

Abro mis ojos cuando Lucas vuelve a llamarla de ese modo.

Ella me mira como advertencia para que no le diga una palabra y cuando mi hijo extiende sus manos para que ella lo cargue no puedo hacer otra cosa que observar cómo lo levanta del suelo con delicadeza.

Lizbeth me sonríe falsamente antes de señalar un puesto de helados al final del parque contiguo al hospital.

“Seamos civilizados por el bien de los niños”, ella dice.

“Hablemos después de comprar un helado para ellos”.

No puedo decir absolutamente nada por qué es la primera vez que veo a mi hijo dejarse cargar por alguien más que yo.

Ni siquiera su niñera pudo hacer eso hace cuatro años, pero…

¿Por qué esta mujer loca?

¿Por qué ella?

Mantengo la calma mientras compramos los helados.

Observo a la chica acomodar a mis hijos en una mesa antes de volver al banco unos dos metros más allá donde sigo esperando, viéndome completamente fuera de lugar.

La chica que lleva un helado en su mano se sienta junto a mí.

Deja su bolsa entre los dos para marcar una distancia que realmente no estoy interesado en cruzar y me mira.

“No sé qué les dijo a esos niños, pero yo no puedo ser su madre”, ella me observa.

“Usted me desagrada profundamente, Señor Mark”.

“No le he dicho nada a mis hijos, Lucas se ha aferrado a usted”, le devuelvo la mirada de disgusto.

“Créame, tampoco me agradan las locas como usted”, la miro curioso.

“¿Está segura de que ser psicóloga no pondrá peor su trastorno?”

“¿Me está llamando loca otra vez?”, refunfuña ella haciéndome imposible no reír.

“¿Cómo se atreve?, además no pienso dejar que me dé su caridad, mi padre…”

“Tome esto como una ayuda a cambio de que piense en mi propuesta”, la corto.

“Usted debería dejar de ser tan orgullosa, en la vida a veces simplemente hay que tragar en silencio para mantener bien lo que realmente importa”.

Ella chasquea la lengua.

La veo tomar una pequeña cucharada del helado en su mano y noto la cicatriz que revela su suéter holgado.

Aparto los ojos de ella porque supongo que puede resultarle molesto.

En el informe que enviaron dijeron que cambió su especialidad a tan solo un año de graduarse por un accidente donde se fracturó el brazo.

Vi sus calificaciones y era realmente impresionante lo buena que era en cirugía, e incluso ahora en psicología infantil sigue siendo académicamente excelente.

A pesar de haber tomado un año sabático después de dicho accidente, pero ella es intolerable, sus pacientes deben curarse solo para no tener que soportarla.

“Mire Señor Mark”.

Su voz me hace salir de mis pensamientos.

“Estoy harta de hombres que creen que pueden comprar todo con dinero”, ella rebusca algo en su bolso.

“Estoy demasiado frustrada ahora mismo tratando de encontrar un nuevo lugar donde finalizar mis prácticas como para pensar en un absurdo trato como el que ofrece”.

Ella peina su cabello hacia atrás antes de pasarme un cupón de algún café con un bolígrafo para que pueda escribir en ella.

“Apunte aquí su número de cuenta para que pueda pagarle al menos una cuota por el traslado de mi padre hasta que consiga el resto del dinero y explíquele a sus hijos todo este malentendido y deje de molestarme”

Ella se pone en pie con prisas.

Luego me entrega el helado a medio comer cuando ve que no escribo absolutamente nada en la tarjeta que me entregó.

Ella niega cansada antes de alejarse de donde estoy.

“¡Mamá!”, grita Lucas desde la mesa.

Corro hasta el que intenta ir tras la mujer que me ha dejado en medio de un tremendísimo problema y cuando mi hijo comienza a llorar desesperado sé que no puedo dejarla escapar de este lugar.

Me arrodillo frente al niño mientras Lucia corre para abrazarlo e intentar calmarlo.

“Iré por mamá”, prometo.

“Solo esperen aquí y la traeré de vuelta”

Trago las maldiciones que quiero gritar ahora mismo.

“Terminen su helado, ¿Sí?”

Mi hijo me mira.

Parece ilusionado.

Beso su frente una vez más y corro tras la mujer loca que tengo que convencer a como dé lugar.

Ella va tan distraída que ni siguiera nota cuando una bici está a punto de atropellarla.

La tomo del brazo antes de pegarla a mi cuerpo para evitar que esto suceda, pero termino cayendo con ella de espaldas sobre mí.

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