Una mamá psicóloga -
Capítulo 75
Capítulo 75:
POV Lizbeth
“¿Necesitas alguna cosa?”
Lucas me mira.
Él deja al perro en el suelo antes de acercarse a mí y subiéndose a la cama.
Luego lleva su manita hasta mi mejilla cuando me acerco.
“¿Por qué estás llorando mamá?”, dice Lucas besando mi mejilla.
“No estés triste otra vez, yo ya estoy bien”
“Sé que estás bien cariño”
Lo abrazo.
“Eso me hace muy feliz, yo solo vi algo triste, pero estoy bien”
Limpio mis ojos.
“Estoy muy bien, ¿Qué necesitas?”
“Lulu dijo que si podríamos ir a jugar en la lluvia”, me dice.
“Antes jugábamos con papá en el jardín de la casa grande cuando llovía”.
“Creo que va a ver una tormenta, así que… podría ser peligroso”
Carraspeo cuando el dolor me ciega.
“Quizás si llueve después podamos… hacerlo…”
“¡Oh!”
Lucas me abraza.
“Está bien, pero no llores mamá, no me gusta”.
“Está bien tesoro, no voy a llorar má”
Lucas me sonríe.
Luego camina rápidamente hasta donde el perrito corrió cuando lo dejo en el suelo y respiro hondo cuando escucho el auto de mi esposo acercarse a la casa.
Limpio mis lágrimas antes de tomar mi maleta.
Bajo rápidamente las escaleras listas para hacer las cosas como deben ser y mi esposo entra en casa justo cuando estoy llegando al final de la escalera.
“¿Qué sucede?, ¿A dónde vas?”
“Yo hablé con la madre de los niños”, digo.
“Ella me dijo que quería recuperarlo y creo que es lo mejor, así que voy a irme”.
“¿De qué hablas Lizbeth?”, luce confundido.
“Es imposible que hablaras con…”
“Me mostró una foto de Jeremías, de hoy, de ustedes besándose en la oficina y creo que es mejor irme ahora que aún no…”
Trago la verdad que intento ocultar.
“No te quiero lo suficiente”
“No sé dé qué estás hablando, de verdad que no, hablemos”
Jeremías me lleva hasta su oficina.
Luego me pide sentarme, pero no quiero hacerlo y él me abraza con fuerza, incluso sí y trato de alejarme.
Puedo ver la preocupación en su mirada.
Pero no quiero ver mucho más ahí.
Tengo que irme.
“No sé qué pudo mostrarte Elena, pero te juro que es una mentira, no tengo nada con ella, no me interesa recuperarla y…”
“Es la madre de los niños, puede que los trate de un modo demasiado frívolo, pero sigue teniendo derechos y quizás con el tiempo ella le haga bien a los…”
“¡Ella no tiene derecho!”, me dice.
“Elena no tiene ningún derecho porque no es la madre de Lucas y Lucia”
Él cierra los ojos durante un momento antes de mirarme con sinceridad.
“Mis… los niños… la madre de los niños está muerta, ellos en realidad son hijos de…”
Puedo ver cuánto le cuesta hablar sobre esto.
“Son hijos de mi hermano”.
“¿Qué?”
Mi respiración se detiene.
El hombre frente a mí me sostiene la mirada confirmándome lo que acabo de escuchar y mis piernas ceden ante esas palabras.
No puedo creer lo que está diciendo.
“Esto es algo más difícil de explicar de lo que parece, Lucas no recordaba nada y seguía diciéndome papá”, habla con prisas.
“Lucía sigue sin hablar, pero me trata justo como su hermano y llevo años cargando con el peso de estarle robando la vida a mi hermano, pero ellos son mis hijos también desde que él murió y tuve que hacerme cargo”.
No sé qué decir.
Jeremías parece darse cuenta porque camina rápidamente hasta donde estoy y sostiene mis manos en las suyas.
No sé qué pensar, así que simplemente lo escucho.
“Le prometí a tu madre que no diría nada de esto, pero… el hombre que sacaste del auto cuando presenciaste aquel accidente fue mi hermano y no puedes irte ahora porque sé que fue mi tío”
Me aparto de él con la sangre tronando en mis oídos.
“Te necesito Lizbeth, eres la única en quien puedo confiar, eres la única a la que puedo confiarle mis hijos y yo té…”
“No digas nada más”
Suplico apartándome.
“No tuviste la confianza de contarme la verdad, así que no hay mucho más que hacer aquí, voy a marcharme Jeremías”.
“¿Mamá?”
Me volteo ante esa voz temblorosa.
“¿Por qué estás diciendo que te vas?”
“Lucas sube a la habitación, hablaremos después”.
Le pido, pero el niño niega.
Maldigo, mi suerte antes de arrodillarme frente a él para besarlo en la mejilla.
“Tengo que irme tesoro, pero sé que serás un buen niño y cuidarás de tu hermana”.
Tomo mi maleta después de ponerme en pie y la tormenta estalla más allá de las puertas de la casa.
Salgo a la fría lluvia incluso así, escucho los ladridos de Wellington seguidos del llanto de mi pequeño niño, pero no puedo quedarme, no ahora que sé que Jeremías ni siquiera me dijo toda la verdad.
“¡Mamá!”
Mi respiración se detiene ante esas palabras.
“No te vayas mamá”
Me giro con el corazón destrozado.
La niña que grita esas palabras corre hasta donde estoy bajo la lluvia y tengo que tomar todo dentro de mí para apartarla.
“Vete dentro Lucía, yo ya no soy tu mamá”
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