Una mamá psicóloga -
Capítulo 67
Capítulo 67:
POV Jeremías
“No puedo creer que esto esté pasando”, murmuro antes de tomar la carpeta de la mesa, lanzo mi maletín a un lado y nada más sentarme en mi escritorio rompo la envoltura del paquete.
Lo primero que encuentro son las pertenencias de mi hermano.
El reloj grabado que su esposa le regaló en su último aniversario, el anillo de bodas y un pañuelo manchado de sangre.
Alejo esas cosas de mi vista, miro los documentos y fotos que me resultan terriblemente desagradables, pero me doy cuenta de que como ese sujeto desconocido dijo, hay cosas muy extrañas en el informe que está dentro de esta carpeta.
Recuerdo claramente que nos dijeron que los frenos no respondieron por un problema mecánico, sin embargo, en las fotos y este documento dice que fueron cortados.
El cuerpo de mi hermano tampoco está en la posición que nos mostraron al inicio porque pude verlo fuera del auto en una de las fotografías cuando nos dijeron que ambos, él y su esposa fueron calcinados.
“Esto no puede ser posible”, gruño.
Aparto a un lado los papeles sin poder creer que realmente esto esté pasando, pero cuando lo que parece una nota cae de entre las hojas no cabe ninguna duda más de que el que envió esta carpeta sabía muy bien de lo que hablaba.
[Que no quede nadie vivo. Antoni]
La letra de mi tío está en la nota.
El número adjuntado bajo esas palabras produce náuseas dentro de mí y no puedo creer que mi tío realmente fuera capaz de hacer esto con mi hermano, cielos no quiero creerlo porque eso significaría que él destruyó a mi familia, a la de mi hermano a todos.
POV Lizbeth
Dos días después.
Apago mi móvil cuando ese maldito número desconocido vuelve a llamar, me miro al espejo y puedo ver las ojeras que se han formado bajo mis ojos, si antes solo me amenazo ahora fueron tan lejos como para enviar una carta con fotos de los niños en la casa de mi madre.
Alejo ese recuerdo de mi mente antes de correr directamente hasta la sala de estar con la mejor sonrisa que puedo fingir, mi profesor está ahí, sentado en silencio mirando a los dos niños.
“Que bueno que pudiste venir”, comento.
“Realmente no quería salir de casa estos días”, me siento a su lado.
“Jeremías no ha venido a casa y me pidió que me mantuviera aquí”.
Esa parte es mentira, es verdad que desde hace dos días no veo a mi esposo, pero nunca me pidió que no saliera de casa.
No sé qué está sucediendo o porque él está actuando tan raro desde la llamada que recibió hace unas noches, pero asumo que todo este problema con ese desagradable hombre que es su tío lo tiene de esa forma.
“No era un problema, vi que has estado haciendo bien las cosas”
Mi profesor sonríe.
“Tengo una vacante en mi clínica por si te gustaría…”
“Oh gracias, lo pensaré”, digo sin dejarlo terminar.
“Por ahora, quiero ocuparme de los niños, quizás cuando estén bien, comience a encontrar donde trabajar”.
“Entonces dejaré el puesto vacante”, responde mirando a Lucas.
“Este chico está a unos días de terminar su tratamiento”.
“¿De verdad?”
“La terapia que te propuse hace unos días dio resultado, le pregunté directamente de algo que pudo haber hecho en el pasado y me contesto sin tener un ataque”, me mira.
“Aunque los recuerdos siguen sin volver o al menos eso supongo”.
“¿Supones?”
“No estoy muy seguro de si él realmente no recuerda”, suspira.
“Pero es algo que depende de él más que nada, así que quería sugerirte llevarlo a algún lugar de su pasado”.
“Oh, tendría que preguntarle a mi esposo”, admito.
“¿Qué crees de Lucia?”
“Oh, la niña es un tema que escapa de mis manos”, mira a la niña.
“Ella puede hablar, está escogiendo, no hacerlo, no tenemos nada que hacer”.
“He intentado todo”, admito.
“Lucas me dijo que cree que su madre se marchó cuando ella habló”, niego.
“Pero he intentado todo y ella no dice una palabra, incluso le prometí que me quedaría”.
“Solo puedes esperar”, me dice.
“Esperar y darles mucho amor, estos niños necesitan más de eso que cualquier terapia”, me informa.
“Lucas dijo que su otra mamá nunca lo trataba como tú dijo que eras la mejor mamá que ha tenido”.
Escucharlo, decir eso me hace sentir aún más dolida, sé que debo irme, el tiempo se está acortando y no pienso exponerlos a todo esto, pero no quiero hacerles daño.
Si me voy los lastimaré, pero si me quedo los pondré en peligro y no merecen ninguna de las dos cosas.
“¿Qué tal tú?”
Mi profesor me mira.
“Luces como a principios de la carrera”, me guiña.
“¿Siguen las pesadillas?”
“No, no, yo…”, alejo la vista
“He estado demasiado ocupada con los niños estos días”.
“Sabes que no puedes engañarme Lizbeth”, dice mi profesor.
“Y también sabes que estoy aquí para ayudarte, los psicólogos también necesitan terapia”.
“Estoy bien de verdad”, suspiro.
“Los niños, mis padres, todo el estrés del estudio para la graduación, creo que es lo que me está pasando factura, nada más”.
“Si no quieres contarme está bien, puedes hacerlo más adelante”
Él se pone en pie.
“Ahora debo irme, tengo muchas más cosas por hacer”
“Gracias por venir hasta aquí, de verdad”.
“No necesitas darme las gracias”.
Me despido de mi profesor antes de dejar de sonreír y regreso a la sala de estar donde Lucia y Lucas siguen mirando televisión.
Me siento en medio de los dos y abrazo a ambos pequeños tratando de contener mis ganas de llorar.
“Lucas porque…”, dudo.
“Porque le dijiste al doctor que tu otra mamá no era buena”.
“Ella le gritaba a Lulu”, responde sin mirarme.
“Pero tú no le gritas a Lulu, tú la quieres y ella te dibujo”.
Sonrío ante esas palabras, sigo sin entender por qué él continúa diciendo que una figura bastante distorsionada de una mujer junto a otros dibujos soy yo, pero no me interesa corregirlos.
“Pero si ella me dibujó”, beso la coronilla de la niña.
“Porque no puede decir que soy su mamá”
Lucia me mira.
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