Una mamá psicóloga -
Capítulo 66
Capítulo 66:
POV Lizbeth
“Haré algo para los dos y quizás debas llamar a tu madre, estaba tan preocupada que me llamó”.
“Pero…”
“Todo está bien cariño”
Mi marido se acerca para besarme.
“Quizás salga a cazar ese… Conejo que apareció en la carretera”.
Comprendo lo que está tratando de decir, sonrío.
Incluso si la sonrisa no llega a mis ojos.
Jeremías finge no notarlo, así que mis labios simplemente me recuesto en la cama para dejar que mi esposo se marche.
La soledad me abruma, el pánico se mueve por mi cuerpo.
Aunque intento distraerme hablando con mi madre, solo consigo asustarme mucho más.
No sé qué pasó o a quién le arruiné sus planes de matar a otra persona, pero definitivamente si debo alejarme para mantener a todos bien voy a hacerlo.
Porque ahora que me doy cuenta de lo mucho que me importan todos en esta casa no voy a ponerlos en riesgo solo por estar una vez más en el momento equivocado.
POV Jeremías
Preparo la cena para Lizbeth.
Me pregunto una y otra vez que fue lo que realmente pasó en la carretera, pero si no quiere contarme no la voy a forzar.
Después de cenar ambos nos vamos a la cama.
Trato de alegrar el ambiente charlando sobre los niños, pero ella no parece capaz de esconder su angustia.
Le permito irse a la cama después de un rato, subo unos minutos más tarde y estoy a punto de acostarme en la cama junto a Lizbeth cuando mi móvil se ilumina una vez más con el número desconocido en la pantalla.
Beso a mi esposa en los labios pidiéndole esperar por mí un minuto.
Salgo al balcón para contestar la llamada y una vez más la voz para nada agradable de quien sea que llamó ayer vuelve a sonar en mis oídos.
“¿Quién eres?”
“No, creo que eso sea lo importante”, responde.
“¿Quieres saber algo más o vas a seguir preguntando estupideces?”
“No me hable de esa forma, yo no…”
“Sí, usted es el gran jefe del Grupo Mark y yo soy un pobre desgraciado al que timaron”, se burla.
“En fin, si no quedó claro, tu hermano no murió en un accidente y el policía que estuvo a cargo de la investigación es bastante amigo de tu tío”.
“¿Cómo dice?”
Me aferro a la barandilla del balcón incrédulo, miro a la ciudad luminosa a kilómetros de aquí y escucho el resto de lo que el desconocido está diciendo.
“Yo los presenté, me encargué de conseguir al más bajo de todos los oficiales y solo estoy haciendo esto porque ese desgraciado de Antoni no cumplió con su parte del trato”, me dice.
“Ahora, ¿Quieres saber más?, ¿Cuánto estás dispuesto a pagar?”
“Cuanto quieres, como compruebo que lo que dices es verdad, quién eres…”
“Demasiadas preguntas”, se burla.
“Sé que debes desear hacer muchas preguntas, pero yo solo tengo una”
“¿Cuánto cuestan mis respuestas?”, insiste.
“Dime una cifra”
“Te daré lo que sea”, respondo.
“Pero primero quiero comprobar que realmente no me estás mintiendo”.
“Quiero un millón de dólares”, dice.
“¿Estás dispuesto a pagarlo?”
“Si eres capaz de probar que tienes razón, te daré dos millones”
“Sabía que usted era un hombre listo, solo espero que no corras la misma suerte que tu hermano”, se ríe malévolo.
“Ahora, como prueba de mi buena voluntad, voy a enviarte un pequeño regalo a tu oficina mañana”, sonríe.
“Ten una linda noche, Jeremías”
La llamada se corta.
Golpeo el borde del balcón en silencio tratando de asimilar lo que acabo de oír y solo cuando mi esposa aparece en la ventana aun cojeando un poco debido a la herida en sus rodillas.
Sus ojos se mueven hasta los míos, la camisa que lleva se la ayudé a colocar después de prácticamente obligarla a tomar una ducha.
“¿Está todo bien?”, murmura acercándose.
Camino rápidamente para impedirle caminar mucho más y la tomo en mis brazos mientras ella se aferra a mi cuello.
Beso, sus labios rápidamente antes de entrar una vez más en la habitación.
“Era uno de los abogados”, miento.
“Con todo este tema de mi tío llaman a cualquier hora”.
“Oh comprendo”, susurra.
“¿Necesitas volver al grupo?”, su voz se vuelve triste.
“Si quieres puedo ir contigo y…”
“No es necesario”, dejo a mi mujer a la cama.
“No tengo que volver a la oficina, además no quiero dejarte sola”
Esa es la más pura verdad.
“Quiero dormir contigo cerca de mi Lizbeth”
Llevo su mano a mis labios
“Necesito tenerte cerca, más ahora que nunca…”, susurro.
Ella no dice nada, pero me deja cubrirla con la manta y mientras esta extraña aura de preocupación se mueve pro la silenciosa casa.
El sueño llega.
Me pregunto si seré capaz de dejar ir a esta mujer cuando mis hijos estén completamente bien, pero, aunque la respuesta viene casi al instante, la ignoro.
Me levanto antes de que el sol salga.
Me despido de Lizbeth con un beso en su mejilla antes de tomar una ducha.
Conduzco hacia la oficina esperando que realmente no tenga un paquete esperando por mí en la oficina, pero ni siquiera he estacionado el auto cuando el número desconocido vuelve a llamarme.
“Espero que la prueba sea lo suficientemente buena como para que me pagues esos dos millones”, me dice.
“Tenga buen día, Señor Mark”.
La llamada es cortada una vez más.
Maldigo antes de caminar con prisas hacia el ascensor y prácticamente corro por el pasillo una vez llego a la planta donde está mi oficina.
Me detengo en la puerta porque, aunque el lugar está desierto, lo que parece una carpeta de depósito de evidencias está sobre la mesa para correos.
¿Qué es esto?
Varias dudas empiezan a acumularse en mi cabeza.
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