Una mamá psicóloga
Capítulo 40

Capítulo 40:

POV Jeremías

“Lo de los niños”.

Sonrío mientras ella cierra sus ojos con vergüenza.

“Cuidarlos quiero decir, no hacer niños o algo así solo cuidar, a los tuyos, cuidar de… ¡Cielos solo deja de mirarme así!”

“¿Cómo te estoy mirando?”, cuestiono divertido.

“Solo pregunte si te alegrabas de verme y por si no te diste cuenta estás muy guapa el día de hoy, los hombres en este lugar deben estar mirándote o”, alzo un dedo.

“Yo también estoy feliz de verte a ti y los niños…”

POV Lizbeth

Miro nerviosa al hombre sentado frente a mí en esta colorida mesa, los niños juegan en el área de juego a unos metros de nosotros y me siento demasiado observada por todas las mujeres de este lugar.

Nunca me ha gustado la atención, así que me siento un poco sofocada.

“¿Qué tal estuvo el día?”, comento algo incómodo.

“¿Fue difícil?”

“Realmente no”

Mi esposo no despega sus ojos de los míos.

“Pero estar sin duda ha sido lo mejor de todo”, sonríe.

“¿Qué tal tu día?”

“Bien…”, respondo nerviosa.

“De hecho, fue agradable poder tomarme un tiempo lejos de las prácticas”, no quiero sonar desanimada, pero la verdad es que agradezco no escuchar al molesto doctor que atendía a Lucas acusarme de ser la culpable de que ya no fuera su doctor

“Aunque me gustan son bastante atosigantes”.

“Te ofrecí un trabajo más leve, pero lo rechazaste”, comenta mi esposo.

La chica que atiende las mesas se acerca con una sonrisa demasiado amplia para dejar el café que Jeremías pidió.

Me siento molesta cuando descaradamente deja una servilleta garabateada junto al café y no puedo evitar chasquear mi lengua con disgusto.

“¿Sucede algo?”

Mi esposo ignora a la chica para mirarme.

Niego moviendo mis ojos hacia la mujer un tanto preocupada con mi expresión antes de responder.

“Me siento un poco disgustada con el servicio cariño”

Jeremías alza una ceja ante esa palabra.

“Al parecer el servicio tiene tiempo para dejar números de teléfono a hombres casados”.

La chica abre sus ojos avergonzada.

Luego toma rápidamente la servilleta antes de mover sus ojos hacia mí con una disculpa apresurada.

“Disculpé, señora, pensé que estaba divorciada, usted no lleva anillo y…”

“Márchese antes de que me sienta más molesta”, le respondo.

“Incluso si el no fuera mi marido, no debería dejar su número a cualquier hombre sentado con otra mujer”.

“Lo siento señora”.

La chica huye de la mesa.

Luego mira a mi marido que ha sonreído de oreja a oreja ahora de una forma bastante atractiva y siento que el ataque de celos que acabo de tener me abofetea en el rostro.

La vergüenza viene al instante.

El hombre, frente a mí, extiende su mano sobre la mesa y mira mis dedos pensativos.

“Supongo que ella tiene razón”, me dice.

“Creo que deberíamos ir a escoger unos anillos más tarde”.

Aparto mi mano de él.

Cuando siento esa electricidad, volver a moverse sinuosa por mi cuerpo, las imágenes de nuestro beso se mueven una vez más hacia mis pensamientos y decido hablar de algo más que el extraño sentimiento entre los dos.

“Ho, no es necesario, en realidad creo que no es lo más importante ahora”

Acaricio el lugar donde tocaron sus dedos distraídamente.

“Creo que deberíamos hablar de lo que mi profesor sugirió”.

“¿Qué sugirió?”

La actitud de mi esposo cambia al instante.

El bebe un sorbo de su café esperando mis próximas palabras e intento que ese cosquillear en mi pecho no crezca ante la importancia que demuestra con respecto a Lucas.

“Me pidió que lo llevara a su consulta para examinarlo más a fondo, también me dijo que en cualquier caso debíamos pasar más tiempo con el niño”, lo miro nerviosa.

“Sé que tu trabajo es bastante complicado, pero quizás si pudieras al menos pasar cuatro horas con él antes de que el día terminara las cosas estarían bien además…”

Miro hacia el salón de juegos.

“También sugirió que el niño estuviera más cerca de otros niños, la interacción social es crucial para el tratamiento”.

“Comprendo, creo que podríamos pasar más tiempo juntos”, me señala.

“En especial tú, por alguna razón mi hijo está fascinado contigo”, sonríe.

“Y para ser sincero creo que estoy entendiendo un poco por qué”.

Él sonríe una vez más.

Lo veo beber otro trago de su café y supongo que algo ha cambiado entre los dos, me gustaría decir que no me agrada, pero sería una mentira.

Me cuestiono si podré seguir evitando hablar de ellos, pero después de unos minutos decido hablar de lo que realmente estoy interesada en preguntarle.

“Jeremías…”

Lo llamo por su nombre intentando empatizar un poco más.

“Sé que me dijiste que no querías que los niños fueran a una escuela, pero, hace unos días, decidí llevarlos a ver un colegio para ver la reacción de los niños y…”

“¿Los llevaste a un colegio?”

Cualquier ambiente extraño entre los dos desaparece.

“¿Por qué hiciste eso?, fui claro con…”

“Los niños estaban emocionados”, lo interrumpo.

“Como dije la interacción es importante para cualquier tratamiento de estrés o trauma y personalmente pienso que es lo mejor para los niños, no puedes mantenerlos encerrados en casa, eso no es…”

“No tienes idea de lo que estás diciendo”, comenta molesto.

“Mi hijo ni siquiera puede escuchar a alguien gritar, como crees que reaccionaría a un día completo entre gritos y desconocidos”.

“Estaría feliz”, comento señalando hacia el salón de juegos.

“No es lo mismo escuchar a adultos, discutir que distraerte con otras personas en tu entorno, son niños, les gusta jugar y…”

“Mi hijo no es un niño normal, esta enfermo”.

“Tu hijo necesita cualquier cosa para mejorar y hablando profesionalmente, los juegos son una de las terapias más importantes para los niños con trastornos, lo siento, pero creo que estás educando mal a los niños”

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