Una mamá psicóloga
Capítulo 39

Capítulo 39:

POV Jeremías

Le pido conducir hacia el hospital general en el suburbio de la ciudad y mi móvil suena en el bolsillo de la chaqueta unos minutos después de que estemos atravesando la ciudad.

Chasqueo mi lengua con una sonrisa cuando veo el mensaje que mi esposa ha enviado.

[Llevaré a los niños a almorzar hoy que tengo la tarde libre, ya que tenía algunas clases en la universidad, pero el profesor las canceló, prometo que volveré temprano y no dejaré que la pila de mi celular se acabe, ten buen día]

Releo el mensaje una segunda vez y mi sonrisa muere cuando mi chofer me mira curioso desde el retrovisor.

Pongo mi rostro neutro una vez más e intento escribir rápidamente una respuesta.

[No necesitas escribir siempre que salgas, solo avisa si crees que te demoraras]

[¡Estupendo!, sé que estás bastante ocupado, pero ¿Podrías volver a casa temprano?]

Leo el mensaje riendo internamente.

Ignoro el millón de sugerentes cosas que mi desenfrenada mente imagina, pero el siguiente mensaje de mi esposa las desmiente todas.

[Como dije en la mañana me gustaría hablar de algo importante que ayudaría a los niños]

Los niños…

Por supuesto que quería hablar de los niños.

Me regaño mentalmente.

Ella aún no ha dicho una sola palabra sobre lo que le comenté y aunque yo mismo no creo que lo dijera en voz alta.

La realidad es que esta mujer loca me está haciendo sentir tentado.

Puede que solo sea resultado del celibato al que me he sometido durante estos últimos años o simplemente estar conviviendo con alguien que realmente está interesada en la mejora de mis hijos, me haga sentir agradecido, pero también debo admitir que hay mucho más ahí que me hace desearla.

Ella es una mujer bonita después de todo, puede que sea obstinada, e irritante, también debo aceptar que está un poco loca, pero sigue siendo increíblemente atractiva.

No solo físicamente, sino personalmente.

Una mujer que ha logrado todo lo que ella en poco tiempo es sin duda diferente, no solo consiguió una nueva carrera, sino que lo ha hecho con una nota y una dedicación impresionante y su actitud, no puede ser más encantadora con los niños.

¿Cuántas mujeres he conocido así?

Prácticamente, ninguna y es justamente por eso que quizás estoy tan fascinado con mi esposa.

No estoy diciendo que la ame o que pretenda hacer real este matrimonio, pero no puedo asegurar que no vuelva a intentar besarla, que me resista si la tengo cerca llorando o mirándome con esos ojos tan hermosos y envolventes que cuando no parecen los de una loca son simplemente encantadores.

¡Infiernos quiero llevarla a la cama!

Hacía años que no me sentía así, no entiendo por qué tenía que ser justamente ella quien despertara todos estos sentimientos.

El auto se detiene frente al hospital construido a unos veinte minutos de donde mi hermano murió y siento esa desagradable sensación en mi pecho cuando camino hacia el interior.

Si este hospital hubiese estado aquí probablemente mi hermano hubiese sobrevivido, probablemente mi vida y la de mis hijos habría sido distinta.

Quizás mi madre fuera diferente, pero no vale de nada llorar por algo que paso hace años.

Saludo a la enfermera sentada en la recepción del hospital e intento concentrarme en lo que realmente importa que es controlar que ahora las cosas estén yendo bien y podamos salvar tantas personas como sea posible.

Después de casi cuatro horas checando que las cosas estén en orden, por fin mi agenda queda completamente vacía, regreso al hospital y checo la hora en mi móvil.

Decido regresar temprano a casa como le prometí a mi mujer e intento no reír como un tonto cuando marco su número de teléfono.

“¿Sucede algo?”

La voz preocupada cubre ligeramente la algarabía de fondo, entro a mi oficina curioso de donde puede estar mi mujer ahora mismo como para que pueda escuchar tanto ruido.

“No sucede nada, estaba a punto de irme a casa y quería saber si ya habías regresado”.

“Realmente acabamos de llegar a…”, duda.

“El parque de juegos, Lucía quería volver aquí después de la cita que tuve aquí con mi antiguo profesor, así que no pude negarme”.

“Puedo ir por ustedes”, le digo.

“¿Puedes enviar la dirección?”

“¡¿Vendrás aquí?!”, noto la emoción en su voz.

“Quiero decir, sé que está ocupado y quizás…”

“Terminé mi trabajo hoy, puedo pasar tiempo con mis hijos”.

Salgo de la oficina.

“Y contigo…”

La línea se queda muda ante esas palabras.

Escucho un ligero jadeo salir de la voz de mi esposa y luego de esto responde con una voz cargada de emoción, aunque intente ocultarlo.

“Oh, entonces te esperaremos”, sonríe.

“No demores…”, ella se calla.

“Quiero decir…”

“Estaré ahí en media hora”, sonrío también.

“Espérame…”

Mi esposa corta la llamada después de musitar un pequeño vale.

El mensaje con la dirección llega justo cuando estoy subiendo al asesor y bajo directamente al parking subterráneo para tomar mi auto.

Mi móvil vibra con un mensaje de mi madre, guardo el celular en la guantera del auto porque lo último que quiero es hablar con ella ahora mismo y conduzco hacia el parque infantil donde esperan mis hijos y mi esposa.

Tardo tan solo veinte minutos en llegar al lugar, la pared colorida de la entrada me recibe y cuando cruzo las acristaladas puertas los chillidos y gritos de los niños se mueven por todo el lugar.

Miro alrededor del área tipo café a la derecha.

No tardo en encontrar a mi mujer sentada en una de las mesas con cuatro bolsas coloridas sobre la mesa bebiendo lo que parece un refresco.

Camino directamente hasta ella con las manos en los bolsillos, las mujeres sentadas en las mesas aledañas me miran descaradamente, así que me siento bastante incómodo, peor todo desaparece cuando mi esposa aleja la vista de la pared acristalada que divide el área de juegos para encontrarse conmigo.

“¡Oh, estás aquí!”

Su sonrisa se expande.

“¡Los niños van a estar muy felices de verte!”

“¿Solo los niños estarán felices?”

La pregunta sale de mis labios sin que pueda evitarlo.

El rostro ligeramente maquillado de mi esposa comienza a sonrojarse dulcemente y ella aparta dos de los mechones de su cabello hacia atrás antes de decidir darme una respuesta.

“Sí, los niños estarán muy felices”, carraspea.

“Y yo… yo también estoy un poco feliz porque estés aquí…”.

Me mira y alzo una ceja.

“Es que es muy difícil cuidar de dos pequeños, así que podemos hacerlo juntos…”

Ella abre sus ojos avergonzada.

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