Una madre de alquiler
Capítulo 89

Capítulo 89:

Anthony pidió otro vino mientras disfrutaban del tiempo agradable y contemplaban el atardecer”.

“Me recuerda a cuando fuimos a la casa de Ken. ¿Te acuerdas del atardecer?” dijo él.

“Sí, fue hermoso.

Cuando les llevaron la cena, comieron y bebieron entre besos y risas, distraídos el uno por el otro. Querían disfrutar del momento a solas, así que hablaron de todo y nada.

“Cariño, ¿Tienes alguna duda sobre nosotros?” La miró con seriedad.

“Claro que no, ¿Por qué? ¿Tú tienes alguna?” Estaba confundida por el cambio de tema repentino”.

“No, al contrario. Estoy muy seguro de lo que quiero y de lo que siento”.

“Estos últimos meses fueron muy intensos, pero cada día estoy más convencida de lo que siento por ti” dijo ella.

“¿Y qué sientes?” preguntó Anthony.

“¿A qué quieres llegar? Estás actuando un poco raro hoy”.

“Solo quiero saber tus sentimientos” explicó. Es decir, no es que no sepa porque, para mí, está claro que te gusto, pero quiero escucharlo con tus palabras. Quiero saber qué piensas.

“Cambiaste mi vida por completo” respondió ella, mirándolo.

“Me haces muy feliz y no tengo incertidumbre respecto a lo que quiero, a mis sueños o mis metas. Me inspiras a ser mejor que ayer y a cuidar de mí misma. Te quiero muchísimo y eres la persona más importante en mi vida, tú y Lucy. ¿Cómo voy a tener dudas de que eres el hombre para mí? No puedo vivir sin ti: eres mi sustento, el motivo de mis sonrisas. Hiciste que mi corazón te abriera las puertas y te amara; por eso, hoy no dudo del cariño que tengo por ti, pues mi amor es todo tuyo y solo tuyo. Te amo, Anthony Collins, y admito que me da miedo. Esta felicidad que compartimos me asusta porque no quiero estar sin ti y ya no sé cómo no quererte. Solo te pido que atesores mi amor y no me dejes”.

El joven quedó petrificado al oír la respuesta de su novia, y una dicha inconmensurable ardió en su pecho como una llama. Escuchó cada palabra con atención, mirándola a los ojos. Cuando le dijo que lo amaba, ella no apartó la mirada en ningún momento, y él no pudo evitar que una lágrima cayera por su mejilla. Luego, se levantó y la tomó de la mano para llevarla hasta la orilla, donde se arrodilló sin quitarle los ojos de encima.

“No tengo dudas de mis sentimientos por ti o los tuyos por mí” dijo Anthony, con la voz entrecortada. Atravesar este cambio me asustó mucho al principio porque no quería admitir que me gustabas, la chica que iba a trabajar a mi casa y estaba allí las veinticuatro horas del día.

Fue difícil, yo estaba siendo difícil, pero sabes hacer que todo sea más llevadero con tu mera presencia y dulzura. Pensé que no iba a volver a amar a nadie y apareciste para revolucionar todo y, en especial, mi corazón. Amanda, eres la luz en mi vida: eres mi amor, eres bondad y fe, ternura y felicidad, mi calma y mi aliento. Te amo con todas mis fuerzas, pues eres dueña de todo mi ser, y me encanta. Te pido perdón por todo lo que te hice y dije; me duele recordarlo y de verdad me arrepiento de haberte humillado.

No te lo merecías. Solo quiero darte mucho cariño, amor y respeto. Mi vida no tiene sentido si tú no estás, e Lucy no está completa sin ti. Mi familia eres tú y nuestra hija, así que quiero honrar este amor y sellar nuestra unión”.

Al decir eso, sacó una cajita del bolsillo y la sostuvo entre sus manos con delicadeza. Un pequeño suspiro escapó de los labios de su novia.

“Sé que solo llevamos unos meses juntos y no, no es pronto, porque eres la mujer de mi vida y cada día que despierto contigo estoy más y más seguro de eso”. Respiró hondo”. Amanda, ¿Te casarías conmigo? ¿Aceptarías vivir a mi lado por el resto de nuestros días?”

La joven, que había empezado a llorar, le dio la espalda para tratar de controlarse, pues no paraba de temblar y el corazón le latía con una intensidad que jamás había sentido antes. Volteó para mirar la emoción en sus ojos, todo el amor que sentía por ella, y se arrodilló para abrazarlo con todas sus fuerzas.

“Claro que sí. Acepto todo contigo, mi amor. Mil veces sí” respondió entre sollozos mientras él la abrazaba.

“Te amo. Te amo mucho, Amanda”.

“Yo también te amo, Anthony”.

Ambos se secaron las lágrimas. La chica se levantó y él se quedó de rodillas para colocarle el anillo en el dedo; cuando ella hizo lo mismo, el hombre se levantó para darle un beso apasionado en los labios. En ese momento, las luces se encendieron y Amanda vio que la palabra AMOR se había iluminado en la fachada del restaurante. Miró la decoración con una sonrisa en el rostro y los ojos brillantes. Anthony le sonrió al verla tan feliz y tiró de su mano para darle otro beso. Empezó a sonar una canción lenta y romántica, así que él la abrazó y se pusieron a bailar juntos, disfrutando el momento.

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