Una madre de alquiler -
Capítulo 67
Capítulo 67:
Al final de la tarde regresaron a la casa. Los chicos se quedaron en la piscina y Cindy y Amanda se fueron a duchar.
Mientras Anthony y Ken seguían en la piscina con los chicos, ellas se acomodaron en el sofá de la sala. De repente, a Cindy se le ocurrió la idea de hacer fondue, así que fueron a la cocina a prepararla y, cuando estuvo lista, volvieron a la sala y la dejaron sobre la mesa de café. Amanda tomó dos colchones individuales y los puso en el suelo para que se recostaran; Cindy puso música tranquila y comenzaron a comer y a conversar.
“¿De verdad no me vas a decir dónde trabajas?” preguntó Cindy.
“Trabajo para Anthony, pero no se lo podía decir a nadie. Me contrató para ser la madre de su hija y debía pagar una multa si no respetaba la confidencialidad”.
“¡Qué mal!”
“La verdad es que sí. Lo siento”.
“¿Y ahora puedes hablar del tema?”
“No lo sé, pero ya no quiero ocultártelo”.
“No se lo diré a nadie”.
“Gracias”.
“¡Quiero conocer a mamá Amanda!”
“Ja, ja; no seas tonta. Lo peor es que me encariñé demasiado con ella, es muy dulce”.
“Me alegro de que estés feliz, y ahora entiendo por qué Anthony se está comportando como un santo”.
“Estamos viendo si funciona, no quiero apresurarme” respondió Amanda, divertida.
“Te entiendo”.
“Hola, chicas” interrumpió Peter.
“Hola” lo saludó Cindy.
“¿Puedo acompañarlas?”
“Siéntate”.
“Perdona por lo de ayer, Peter, fui un poco grosera” se disculpó Amanda.
“Está bien, perdón por la insistencia”.
“Bueno”.
“¿Amigos?” preguntó él.
“Por supuesto”.
Él le dio un abrazo y, justo en ese momento, los chicos aparecieron en la habitación.
“¿Qué tal está el chocolate?” preguntó Anthony.
“Vayan a darse una ducha y después pueden probarlo” le respondió Amanda.
“¡Ay! ¡De acuerdo!” obedeció Ken.
Amanda notó la mirada de enojo de Anthony antes de que subiera la escalera. Cuando volvieron a bajar, luego de ducharse, Peter ya no estaba. Se sentaron en los colchones al lado de ellas, pero Anthony se ubicó un poco alejado. Amanda se acercó.
“¿No vas a comer?” le preguntó.
“No”.
“Amor, mírame”.
“¿Cómo me llamaste?” Anthony no pudo ocultar su reacción.
“Amor de mi vida. Quiero que aprendas a confiar en mí, Peter solo vino a disculparse y por eso nos abrazamos”.
“Está bien. Ahora repíteme lo anterior”.
“¿Escuchaste la explicación?”
“Escuché, y estoy tratando de confiar. Ahora dilo de nuevo”.
“Amor, amor, amor. Chicos, él es mi amor. ¿Está bien así?”
“Oyeron, ¿No?”
“Parecen dos tontos enamorados” dijo Cindy entre risas.
“Cayeron en el hechizo del amor. ¡Pum, pum! Tenemos dos soldados caídos”. Ken hablaba haciendo gestos como si lo estuvieran golpeando, llevándose la mano al corazón. Después de que se rieron un rato de él, volvió a comportarse con normalidad.
“Eres un payaso” sentenció Anthony.
“Les juro que quisiera no tener que irme mañana” se lamentó Amanda.
“Me pasa lo mismo. Tener que volver a la rutina y al trabajo otra vez…” coincidió Cindy.
“Tranquilas, volveremos a venir” dijo Ken.
“Tu casa es muy bonita, Ken. Lo felicitó Amanda.
“Gracias, mis padres también tienen una casa cerca de aquí; la verdad es que compré esta para hacer fiestas, ja, ja, ja”.
“Se terminaron las fiestas” decretó Cindy.
“Ahora la jefa está a cargo” concedió él.
“¡Ya estoy imaginando la boda!” dijo Amanda, riéndose.
“Y será pronto, no quiero que pase mucho tiempo” agregó Ken.
“Ah, ¿Y tú eres quien decide?” Cindy lo peleó.
“Sí, ya está decidido”.
“¿Y sabes si yo quiero?”
“Vamos a la habitación y veremos si no gritas diciendo que aceptas”.
“¡Ken!” le gritó, mientras le daba golpes con las manos.
“Sí, quiere, Ken” dijo Amanda, divertida.
“¡No hay tiempo que perder!”
“Tienes todo planeado” siguió Cindy.
“Y ya me decidí por los niños también: quiero 3, para empezar”.
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