Una madre de alquiler
Capítulo 51

Capítulo 51:

“Es bastante evidente” insistió Audrey.

“¿Cuánto tiempo lleva separado?” Amanda cambió de tema.

“Unos cuantos meses, creo que ya va a hacer un año”.

“Nunca me gustó esa mujer, siempre queriendo ser superior y desfilando por la casa como si no existiéramos” criticó Ashley.

“Siempre pedía comidas elegantes y, para las cenas con amigos y familiares, traía a un chef para que cocinara”.

“¿Nunca quiso saber sobre Lucy?”

“Hasta donde sabemos, se escapó con otro y desde ese día no ha vuelto. Cuando Lisa nació, siempre desaparecía y nunca la tomaba en brazos. Después, Anthony se quedó con ella y Esther lo ayudó a cuidarla” relató Audrey.

“Fue un momento difícil” admitió Esther.

“¿Qué clase de madre es esta?” Amanda no podía creerlo.

“Anthony tiene sus razones para ser tan frío y desconfiar de la gente. No sé si es verdad lo que oí, pero se dice que el amante era un amigo suyo”.

“¡Cielos, es terrible!”

“Él la amaba y siempre le dio todo lo que ella quiso” reflexionó Esther. Se enojó y disgustó mucho cuando empezó a desaparecer, hasta que un día ella se fue y no volvió. Anthony se quedó unos días en casa encerrado en su cuarto, pero no sufrió tanto en esa ocasión. Al menos, creo que no como al principio”.

“Si estuviera en su lugar, no querría ni verla” agregó Audrey.

“Entonces, si ella se fue, ¿Cómo se divorciaron?”

“El juez firmó el acuerdo y le dio la custodia de Lucy a él porque la mujer los abandonó” respondió Esther.

“Vaya, no puedo imaginar por lo que pasó.

“Fue un momento difícil. Entonces, él se juró que no entraría otra mujer en esta casa ni en su vida. Fue un impulso por el enojo porque ahora está abriendo su corazón nuevamente”.

“¿No será solo atracción?” arriesgó Amanda.

“¿Crees que él no sabe la diferencia? Es un hombre inteligente, sabe lo que quiere y lo persigue hasta conseguirlo” insistió la criada.

“Las cosas que dice, Esther.

“Ya es hora de ir a buscar a Lucy, Anthony está afuera esperando”.

“Bueno, me voy”. Se lavó las manos y fue hacia el coche. Cuando subió, Anthony la miró sonriente.

“Hola, nena”.

“Hola. ¿Por qué no me dejaste ir con el chofer?” preguntó ella.

“¿Tienes algún problema en ir conmigo?”

“Ninguno, es solo que tienes que conducir mucho para hacerlo”.

“Eso no importa. ¿Dónde está mi beso?”

Ella le dio un beso y, después, partieron rumbo al preescolar. Lucy estaba esperándolos detrás de la reja hablando con un amiguito. Apenas llegaron, el portón se abrió para dejarla salir.

“Viniste, papá” exclamó y les dio un abrazo.

“Hola, princesa, ¿No dije que vendría?”

“¿No hay un abrazo para mí también?” preguntó Amanda.

“Para mamá también hay”.

“¿Cómo estuvo la clase?”

“Pinté, hice las letras y los números, mamá” dijo la niña.

“¡Muy bien, princesa! Tienes que mostrármelo después”.

“Vamos a casa a almorzar” intervino Anthony, alzó a la pequeña y subieron al coche.

De camino a casa, Lucy relató lo que hizo y les contó que tenía una nueva amiga. Al llegar, Amanda la llevó a ducharse y luego bajaron a la sala a almorzar, en donde Anthony estaba esperándolas sentado a la mesa.

Después del almuerzo, se quedaron allí hasta que fuera la hora de ir a ballet y aprovecharon para ver el cuaderno de Lucy; la niña había completado todas sus tareas y no había dejado nada pendiente. Ella mostró muy feliz lo que había hecho en el día, mientras que Anthony la alababa, lleno de orgullo.

Llegada la hora, Amanda la vistió para ballet y, apenas llegaron, la niña se encontró a su amiguita y entraron a la clase. Los adultos se quedaron a observar prestando mucha atención a los pasos de Lucy; era la primera vez que él la veía bailar.

Amanda le tomó la mano con una sonrisa, feliz de ver a la pequeña. Pensaba que debía ser algo tonto, pero que esa era la imagen más hermosa que había visto. La pequeña saltó, giró y se movió con naturalidad al bailar.

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