Una madre de alquiler
Capítulo 4

Capítulo 4:

Para ese entonces era bastante tarde y Amanda advirtió que la niña se había quedado dormida. Entonces, la besó en la frente, se levantó y la cubrió con una manta. Cuando bajó las escaleras, Anthony estaba allí y, de pronto, Esther se acercó a ella.

“Creo que es mi hora, Lucy está durmiendo”.

“Le agradas mucho. Es increíble porque siempre le costó acostumbrarse o querer a alguien”.

“Me alegro de que nos llevemos bien, es encantadora”.

“Sí, querida, lo es. ¿Eso quiere decir que te quedarás con nosotros?”

“Así es”.

“¡Qué maravilla! Seguro que será muy feliz contigo, porque necesita el amor de una madre”.

“Y yo espero poder estar a la altura, la verdad es que no tengo idea de cómo tratar a una hija, pero intentaré hacerla feliz a mi manera”.

“Eso es espléndido, cuando el amor es sincero y hay dedicación, no se necesita nada más. Estoy segura de que ocuparás muy bien este lugar y de que ella te verá como una figura materna”.

“Ojalá que sí. Mándele un beso de mi parte”.

“Con mucho gusto, hasta luego”.

Después de despedirse, caminó hacia la puerta. Una vez fuera del condominio, se quedó en la calle pidiendo un taxi con el teléfono, pero, de repente, los portones se abrieron y salió el auto lujoso de Anthony.

“Sube, te llevo a tu casa” dijo él.

“No es necesario, señor. Estoy llamando un taxi”.

“Apresúrate, es difícil conseguir un taxi por aquí los sábados”.

“No quiero molestarlo”.

“No me hagas perder la paciencia y sube”.

La chica se quedó muda y se sentó en el asiento trasero. El hombre la miró confundido, pero luego dirigió su atención al frente. Condujo hasta su casa sin preguntarle la dirección, pues ya la sabía. Estaban viajando en silencio y, de pronto, Amanda recibió una llamada.

“Hola, Chelsea” dijo hablando lo más bajo posible.

“Amiga, te extraño, desapareciste y no me escribiste más”.

“Lo siento, estaba buscando trabajo y no podía pensar en otra cosa” le explicó.

“¿Cuándo vienes aquí? Te extraño” repitió su amiga.

“Por favor, no saques ese tema, dije que no iba a regresar, respétame”.

“Perdón, sé todo lo que pasó, es solo que quiero verte.” Se sentía culpable por haberla incomodado.

“Cuando tenga dinero, compraré un boleto para que vengas a visitarme, pero ahora tengo que colgar.” Quería terminar la conversación lo antes posible.

“¡Espera! Al menos dime si conseguiste el trabajo”.

“Sí, ahora soy secretaria”.

“¡Maravilloso! Felicidades. Te amo, amiga”.

“Yo también te amo, adiós.” Respiró hondo después de colgar y cerró los ojos. El hombre no pudo evitar notar su expresión de tristeza.

“¿Hay algún problema?” preguntó con curiosidad.

“No, señor, disculpe”.

“Te ves triste” insistió él.

“No, es que extraño a una amiga. En algún momento podré verla de nuevo”.

“Entiendo.” Anthony se dio cuenta de que le estaba mintiendo, se le notaba en los ojos y en la manera de hablar, absorta en sus pensamientos.

Quiso buscar las palabras adecuadas para ayudarla, pero decidió no hacerlo porque no era de su incumbencia ni de su interés. Cuando llegaron a su destino, la joven se bajó del coche.

“Muchas gracias por traerme y lamento si lo incomodé”.

“Te espero en casa temprano el lunes”.

“Ahí estaré.”

Él se fue y ella entró a su casa. Lo primero que hizo fue ir a su cuarto y sentarse en la cama frotándose la cara con las manos. Tenía demasiadas cosas en la cabeza, sobre el pasado y sobre su presente. Fue a ducharse y luego se preparó la cena, lo que consistió en agarrar un alimento congelado y ponerlo en el microondas. Se lo llevó a la cama y comió mientras usaba el teléfono.

De pronto, sonó el timbre y fue a ver quién era. Se encontró con su nueva amiga y vecina, Cindy, quien le había alquilado la casa.

“Pasa.”

“¡Hola! ¿Qué te parece si vamos a la discoteca?”

“Hoy no, Cindy, estoy cansada.”

“¡No! Anda, vamos.”

“¿Qué tal mañana?” Trató de negociar.

“No puedo, tengo que acostarme temprano para ir a trabajar el lunes”.

“Entonces, me rindo”.

“Así me gusta. Me voy a preparar y vengo a buscarte”.

“Bien.” Su amiga se fue contenta y ella también se fue a cambiar y terminar de comer.

En pocos minutos, estaba lista.

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