Una madre de alquiler -
Capítulo 233
Capítulo 233:
“Ahora, que está embarazada, tiene muchos antojos, y yo se los cumplo todos. El otro día me despertó dos veces a la madrugada; ya me estaba volviendo loco. Luego recordé el día en que le grité y me di cuenta de que, en su situación, no podía quejarme o gritarle, así que fui a buscarle lo que me pidió” contó Ken.
“A veces me despertaba y la encontraba llorando, y ella me decía que no quería despertarme para pedirme algo. Me sentía muy molesto, pero cuando fui a buscar lo que me pidió y volví, el brillo de sus ojos hizo que me olvidara de todo y, aunque tenía mucho sueño, me fui a trabajar feliz”.
“Verás lo feliz que te sentirás cuando nazca tu hijo. No tiene precio. Todavía me pregunto cómo es que hay hombres que cambian ese sentimiento mágico e inexplicable por otra cosa. Es una locura. Todos los matrimonios tienen altibajos y hay veces en que tienes ganas de rendirte; pero incluso en los peores días, cuando quieres darte por vencido, estás ahí, al lado de tu esposa y de tus hijos. Hay que valorar lo que uno tiene, pues siempre hay alguien por ahí que desea tener tu vida y tu familia” dijo Anthony.
“Muchos amigos me han dicho eso, que solo querían casarse si iban a vivir como yo” coincidió Ken.
“Me siento muy mal cuando pienso en lo que dijiste, en que será realmente maravilloso”.
“Mira, el mes pasado Amanda estaba de mal humor; se quejaba de todo y estaba estresada. Un día, de la nada, tuvo un ataque de celos: yo había ido a la farmacia a comprarle unos medicamentos y, cuando volví, empezó a gritar diciendo que tenía otro perfume.
Te juro que estaba usando el mismo perfume de siempre, el que a ella le gusta, pero insistía en que era distinto. Había empezado a enfadarme, pero comprendí que eran las hormonas del embarazo las que estaban causando eso, así que hablé con ella y le mostré el perfume, y entonces se largó a llorar.
Pude haberme enojado por su inseguridad y su desconfianza, pero no me fui, sino que me quedé cuidándola. Al otro día me pidió disculpas y trató de justificarse, pero yo le dije que no lo hiciera y, en cambio, la saqué a dar un paseo. Caminamos por el parque tomados de la mano, luego hicimos un pequeño pícnic, almorzamos en un restaurante y la llevé a un spa.
Más tarde, nos cambiamos, fuimos al cine y después a cenar, y eso hizo que volviera a sentirse segura. Le brillaban los ojos y le cayeron algunas lágrimas, pero eran de felicidad. Verla sonriendo así no tiene precio” explicó Anthony.
“Somos los hombres más afortunados del mundo” opinó Ken.
“Nuestras vidas de casados recién comienzan y, como en todo, habrá días buenos y malos. Dependerá de nosotros convertir los días malos en buenos y entender que los momentos difíciles son para probarnos y fortalecernos todavía más”.
“Exacto. Ahora ve a esperar a la mujer de tu vida y sé feliz”.
“¡Gracias! Es bueno tener a un verdadero amigo como tú”.
“Te quiero, amigo” Anthony lo abrazó y luego lo dejó en la iglesia para ir a buscar a Amanda.
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