Una madre de alquiler -
Capítulo 229
Capítulo 229:
Amanda desayunó con Anthony, pero estaba muy descompuesta y no comió casi nada, a pesar de los intentos de él. Sabrina llegó con Geoffrey, y también Cindy y Ken fueron a ver cómo estaba. Cindy estaba tan preocupada que ya estaba llorando cuando se acercó a ella.
“¿Por qué me haces esto? Qué mala suerte, no soporto estar así, perdiéndote y recuperándote a cada rato”.
“Está bien, estoy bien”.
“¿No podrías vivir para siempre?” pregunta Cindy, llorando”.
“Ja, ja. Está todo bien, cálmate”.
“Ha estado así últimamente: llora, se enfada, sonríe, pelea” intervino Ken.
“No puedes estar así; Anthony, si dejas que eso vuelva a pasar, la llevaré a vivir conmigo” bromeó Amanda.
“Te prometo que la cuidaré” respondió Anthony.
“Oye, cálmate, ¿De acuerdo? Mírame y cálmate. Estoy bien, el bebé está bien; si Dios quiere, todo saldrá perfecto”.
Amanda quería tranquilizarla.
“Te quiero mucho”.
Fue la respuesta de su amiga.
“Y yo a ti. Relájate ¿De acuerdo?”
“Está bien”.
“Disculpe, ¿Le parece si hacemos una nueva ecografía?” interrumpió la obstetra.
“Sí”.
El motivo de las ecografías era el temor de la obstetra a que hubiera algún problema con la placenta, con el feto o quizás una hemorragia interna. Todos se colocaron alrededor de la cama para poder ver.
La doctora hizo una nueva ecografía y les mostró al bebé. Cindy lloraba a mares, como un niño. Todo estaba bien, por lo que la doctora le dio un medicamento y se fue. El grupo siguió conversando.
“Es una pena que no puedas ver el se%o todavía, ¿Verdad?” opinó Cindy.
“Sí, realmente quería saber” respondió Amanda.
“Hagamos un té revelación, amiga”.
“Oh, no puedo soportarlo, no” se opuso Anthony, en broma.
“Ja, ja. Te confieso que yo también estoy ansiosa” dijo Amanda, divertida.
“Vamos, ¡Hagámoslo, para darle más emoción!”
“No intenten contradecirla, lleva bastante tiempo hablando de esto en casa” intervino Ken.
“Está bien”. Amanda se dio por vencida”.
“La verdad, me gusta la idea” expresó Sabrina.
“¡Tú deberías estar de nuestro lado! Ja, ja, ja” le dijo la futura madre.
“Es mejor que nos enteremos todos juntos” respondió ella.
“Falta un tiempo”.
“Es un niño, acéptenlo” aseveró Anthony.
“Yo creo lo mismo” coincidió Geoffrey.
“Ay no, es una niña” los contradijo Cindy.
“Yo también creo que va a ser un niño” declaró Ken.
“Oh no, les juro que es una niña. Amanda estaba segura”.
“Solo somos nosotras, amiga. Ja, ja, ja”.
“Podrían ser dos, ¿Verdad?” aventuró Anthony.
“Cielos. Solo uno; ya fue un susto enterarme de que estaba embarazada, imagínense si fueran dos bebés”.
“Sería una doble alegría” insistió Anthony.
“Más adelante podemos pensar en otro; tomémoslo con calma, ¿Sí?”
“Poco a poco vamos a ir armando nuestro equipo de fútbol”.
“Cielos”.
“Amiga, ¿Esto es lujuria o realmente tiene tantos deseos de ser padre?” bromeó Cindy.
“Ambos. Ja ja ja” respondió Amanda.
“Pensar en hacerlos también me entusiasma, pero ser padre de un equipo de fútbol es lo que me motiva”.
“Tranquilo, chico” dijo Cindy y luego se puso seria”. Pero, amiga, ¿En serio estás bien?”
“Sí, estoy bien”.
“Disculpe, venimos a limpiarle las heridas” interrumpió una enfermera.
“Está bien” dijo Amanda.
Todos se alejaron de la cama y las enfermeras le destaparon las piernas. Al ver los arañazos, Cindy corrió hacia el cesto de basura y vomitó. Amanda, preocupada, se sentó en la cama; Cindy volvió a mirarla y al ver su espalda por el hueco de la bata del hospital, vomitó de nuevo. Cuando se repuso, miró a Amanda con tristeza.
“Dijiste que estabas bien”.
“Yo te pregunto a ti, ¿Estás bien?”
“Mira cómo estás, y te preocupas por mí… ay, Cielos”. Empieza a llorar de nuevo.
“Estoy bien, son solo unos rasguños, se van a curar enseguida”.
“No son heridas profundas. Solo se raspó la piel, así que sanará pronto” confirmó una de las enfermeras.
“Cuídenla mucho. Cielos, amiga. Cuiden a mi hermanita”.
“Amiga, estoy bien. Y tú estás un poco sensible, ¿No?”
“He estado aguantando esto durante una semana” intervino Ken.
“¿Es el síndrome premenstrual?” preguntó Amanda.
“Sí” confirmó su amiga.
“Ahora entiendo todo”.
“Y ahora todos afuera; no quiero que nadie vea a mi esposa desnuda” interrumpió Anthony.
“Ja, ja, ¡Amor!”
“Oye, no voy a dejar que nadie se quede aquí. Salgan” reiteró él.
“Ja, ja; este chico” dijo Sabrina, divertida.
“¡Ya nos vamos! Ja, ja, ja” Ken acató la orden.
Salieron todos de la habitación y solo quedaron las enfermeras, Amanda y Anthony, riéndose aún de la situación. El ambiente era ameno. En un momento, Amanda se sintió un poco mareada y una de las enfermeras la sostuvo mientras vomitaba.
Luego, ellas terminaron sus tareas y se fueron y Amanda se acostó cerquita de Anthony. Los demás volvieron a ingresar a la habitación y se acercaron a ellos.
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