Una madre de alquiler -
Capítulo 124
Capítulo 124:
Él comenzó a correr a modo de broma mientras empujaba la silla, causándole a su novia mucho miedo y adrenalina. Después de acomodarse en el auto y guardar las cosas, partieron hacia la casa. Allí estaban todos esperándolos en la sala de estar para darle la bienvenida a Amanda. Gritaron de alegría y la recibieron con flores y sonrisas alegres. Lucy corrió hacia ella y la abrazó con fuerza. Su madre sintió pena por no poder devolverle el gesto a causa de su debilidad. Anthony percibió que eso la afligía, así que la llevó al sofá, en donde pudo sentarse con su hija en su regazo.
“Gracias, chicos, me encantó”.
“Preparamos todo para ti, mamá. Con la abuela y la tía”.
“Es hermoso, gracias”.
“¿Estás mejor?” preguntó la niña.
“Sí, mejoro poco a poco”.
“Me alegra que estés de vuelta” dijo Sabrina.
“Tenemos preparado un almuerzo muy especial” anunció Cindy.
“¿Es demasiado pronto para decir que tengo hambre?”
“Mamá” intervino Anthony, “¿Podrías volver a servir el desayuno para nosotros? Aún no comimos”.
“De inmediato” contestó Sabrina.
“Muero por darme una ducha” dijo la joven.
“Ven, te llevo a la habitación primero y luego bajamos a desayunar”. La tomó en sus brazos y subió las escaleras con ella hasta llegar a la recámara. Allí, la dejó sobre la cama y comenzó a preparar las toallas en el baño. Cuando volteó y vio que había ido tras él, frunció el ceño.
“¿Quién te dijo que te levantaras?”
“Cariño, puedo caminar”.
“Está bien, pero en las escaleras te llevo”. Amanda accedió. “Ven, vamos a ducharnos”. Le quitó el vestido y ella se dispuso a sacarle la ropa interior, pero, cuando se agachó, se mareó y se apoyó contra el lavabo. Él la sostuvo y la miró con preocupación. “¿Qué tienes?”
“Solo me mareé, no es nada”.
“Claro que te mareaste. Amor, todavía estás débil e insistes en no recibir ayuda. Podrías haberte caído”.
“No soy una inválida y no quiero que sientas pena por mí ni que tengas la obligación de asistirme”.
“No digas eso, vamos a casarnos, lo que significa que estaremos juntos en la enfermedad y en la salud, ¿Crees que no quiero cuidarte? Es lo que más quiero. Déjame hacerlo. Nada más voy a ayudarte, no pienso que seas una inválida ni siento pena por ti, solo te ayudo”.
“De acuerdo, lo siento. Entonces, ¿Nos duchamos?
Amanda se relajó mientras el agua caía sobre su cuerpo, y Anthony la ayudó a lavarse con delicadeza. Al terminar se vistieron y bajaron a la sala con los demás. Sabrina les avisó que ya estaba servido el desayuno, así que fueron a la mesa. Amanda tenía mucha hambre y agarró dos panes. Anthony le agregó otro y le sirvió una porción de torta, a lo que la chica respondió con una mirada reprochadora, y él le guiñó un ojo.
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