Una madre de alquiler -
Capítulo 104
Capítulo 104:
Amanda fue a la piscina a jugar con Lucy. Anthony, por su parte, se sentó con sus padres y Sabrina les llevó helado a todos. La joven tomó el helado y empezó a lamerlo, mirando a su novio. Cuando la vio, él dejó de comer y miró a sus padres, que estaban hablando entre ellos. Volvió sus ojos a la chica, que estaba limpiándose la comisura de los labios y chupándose el dedo, lo que lo hizo tragar saliva y regañarla con la mirada. Ella le guiñó el ojo antes de ayudar a Lucy a tomar su helado, por lo que él aprovechó para agarrar una toalla y la dejarla en su regazo, sin saber qué hacer.
La joven pasó la tarde con la niña en la piscina hasta que le dio sueño un rato antes de que se pusiera el sol. Ambas fueron a bañarse y luego Amanda preparó a su hija para la siesta. En el entretanto, Anthony llevó las maletas a las habitaciones.
Por suerte, Lucy no tardó mucho en dormirse, así que la chica fue a su habitación, donde su novio estaba vistiéndose frente al armario. Ella, que todavía estaba usando la bata de baño, se la desabrochó y empezó a buscar ropa para ponerse. El joven se puso una camiseta y la vio allí semidesnuda buscando un atuendo.
Nervioso, tragó saliva y admiró el cuerpo de su novia de pies a cabeza varias veces. Llegado un momento, no pudo contenerse más y se acercó a ella para apoyarla contra la pared y, sin decir nada, la besó en los labios con voracidad. La chica colocó las manos sobre la cintura de su novio, y él descendió con las suyas hasta su trasero para darle un apretón. Apenas se estaban quedando sin aire, Amanda se apartó y agarró su ropa para cambiarse mientras él la miraba.
“¿Sigues molesta?”
“No, nunca lo estuve”.
“¿Piensas que me olvidé de lo que hiciste con ese maldito helado?”
“Estaba delicioso” sonrió ella de manera pícara.
“Está bien, puedes provocarme; pero cuando llegue el momento, me devolverás cada provocación, una por una”.
“¿Y ese día llegará pronto?”
“Amor, no insistas”.
“Está bien, respetaré tu tiempo. No entiendo tus razones, pero lo haré”.
“Perfecto” dijo él. “Por cierto, ya llegó tu teléfono nuevo. Está en la cama”.
“Gracias”.
“Lo siento, ¿Sí?” Se veía bastante apenado.
“No hay problema” aseguró ella. Tomó el teléfono que estaba en la cama: era un modelo muy caro y mucho mejor que el anterior. Lo miró con el ceño fruncido.
“No sirve de nada hacer una cara fea, mi amor”.
“¿Tienes idea de cuánto cuesta este teléfono?”
“Sí, y te compraría millones”.
“Por supuesto. Tu cuenta bancaria nunca pierde valor”. La chica revoleó los ojos.
“Boba” bromeó él con tono cariñoso”. Tu número nuevo está guardado.
“Está bien”.
Fueron a la terraza y se sentaron en el sofá para ver el atardecer. Los padres de Anthony estaban allí con Joy, quien los miró extrañada cuando Anthony tomó a Amanda y la apoyó contra su pecho.
“Disculpen, ¿Están juntos?” preguntó la muchacha.
“Sí, soy su prometida”.
“Ah, entiendo. No sabía, lo siento. Felicidades”.
“Gracias” dijo Amanda.
Él la miró fijo sin decir nada antes de dirigir su atención al sol. Joy se sintió avergonzada, pero volvió a actuar normal al cabo de unos minutos. Después salió y regresó con algunos bocadillos y bebidas. Todos comieron y bebieron hasta que oscureció. En ese momento, sonó el celular de Anthony, que se lo pasó a su novia ni bien atendió la llamada.
“¿Por qué no me respondes?” preguntó Cindy al otro lado de la línea.
“Mi teléfono se cayó a la piscina” explicó Amanda.
“Guau, qué pena. ¿Quieres que te compre uno?”
“No hace falta. Anthony compró otro porque, en este caso, él fue el que me tiró al agua con el teléfono en la mano”.
“Menos mal que te lo repuso” rio su amiga. “Nos vemos esta noche, ¿Sí?”
“¿En serio? ¡Genial!”
“Sí, llegaremos en un rato”.
“Estaré esperando. Adiós”. Ella colgó y le devolvió el teléfono a Anthony, muerta de risa. Él frunció el ceño ante su actitud. “¿No vas a preguntar con quién hablé?”
“Qué graciosa. ¿Qué quería Cindy?”
“Lo sabía”. Ella se rio al oír su pregunta. El pobre hombre no podía ganarle a su curiosidad.
“¿Sabes qué? No digas nada” dijo él, ofuscado.
“Avisó que están viniendo”.
“¿Ahora?”
“Sí”.
“Ken me envió un mensaje a la tarde, pero no lo vi. Joy, quiero que la habitación de invitados esté impecable”.
“Ya está lista, la dejé preparada esta tarde” contestó la chica.
“Excelente”.
“¿Viene Ken?” preguntó Sabrina, y su hijo asintió con la cabeza.
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