Capítulo 417:

«Es verdad. Y ahora es un hombre. Cómo pasa el tiempo». Osvaldo siempre se asombraba al pensar lo crecidos que estaban aquellos niños. Miró a Miguel y suspiró.

Lucas habló antes que su padre, dando un codazo a Miguel.

«¡Eres el único que falta, eh!»

«¡Cállate, mocoso!»

«¡Miguel!» le regañó Osvaldo.

«¡Él empezó!»

«¡Pero es la verdad!»

«¡Basta, los dos!» Osvaldo se llevó la mano a la cabeza». ¡Chicos, portaos bien!

«Emília frunció el ceño, y tanto Miguel como Lucas guardaron silencio».

Osvaldo entrecerró los ojos.

«Es curioso que te obedezcan más fácilmente».

Sonrió dulcemente.

«Es mi encanto».

La mano de Osvaldo, que antes había estado en la espalda de Emília, bajó un poco y sonrió con picardía. Ella se mordió el labio y soltó una carcajada.

Ekaterina estaba tumbada, mirando al techo. Santiago les había prohibido dormir juntos hasta la boda, lo que puso furiosa a Ekaterina. Pero sonrió al mirar el anillo.

Era un anillo que había pertenecido a la madre de Máximo. Había sido de Carolina y ahora era de Ekaterina.

«No seré una Castillo». Ekaterina había dicho.

«Claro que lo serás. Aunque no tengas apellido en tu documento, siempre serás una Castillo porque te casaste conmigo, aunque yo sea un Sigayev».

Sonrió y abrazó la almohada.

«Bernardo, ¡te quiero tanto!»

Pasaron los días y llegó la Nochevieja. Era el treinta y uno de diciembre.

Hacia la hora de comer, Konstantin apareció con regalos para los gemelos: una tarjeta con dinero para cada uno.

«No soy muy bueno haciendo regalos». Dijo.

«Yo no podría decirlo, pero ¡felicidades por el compromiso!»

Se lo dijo a Bernardo y a Ekaterina, que se lo agradecieron.

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