Capítulo 125:

Con unas pequeñas bolitas, las cuales en realidad eran medidores de temperatura que Osvaldo y Santiago arrojaban por todas las rendijas de la casa, se podía saber que, al parecer, no había nadie adentro. Sin embargo, había una habitación con paredes revestidas de paneles y una puerta de metal.

«Ella debe estar allí dentro».

Dado que no había señales de ninguna persona alrededor de la casa, a Osvaldo tan solo se le ocurrieron dos posibilidades: o al menos una persona se encontraba con Emilia dentro de ese recinto, o la chica se había quedado sola allí y los secuestradores iban a regresar por ella al día siguiente.

Pensando en ello, él usó una horquilla para abrir la puerta trasera y lo hizo con mucho cuidado. Como era de esperar, había algunas trabas, así que él usó los alicates para cortar todas las cadenas.

Mientras tanto, Santiago iba justo detrás de él.

Los dos caminaron con absoluta cautela por la casa y, debido a que las pequeñas bolitas solo capturaban la temperatura de los seres vivos, no pudieron identificar los cuerpos solo capturaban la temperatura de los seres vivos, no pudieron identificar los cuerpos que se encontraban dentro de los armarios.

No obstante, una de las alfombras estaba un poco fuera de lugar y Santiago casi se tropieza, poniendo su mano en la pared para poder sostenerse. No habría sido un problema si, en realidad, eso no hubiese sido un armario empotrado que se abrió.

De repente, el cuerpo de James cayó hacia adelante y, en un intento por sostenerlo, Santiago hizo un pequeño ruido en la manija del armario, lo que logró llamar la atención de Liam.

Ante eso, Osvaldo apretó los labios, pero maldijo mucho a su hermano. En ese momento, los dos escucharon un candado y trataron de meterse en la pared lo más posible. Luego, cuando se abrió la puerta, Liam ya estaba disparando. Él no estaba justo delante, simplemente se acercó, desbloqueó la puerta y volvió a acercarse a Emilia, utilizando una almohada para abrir la puerta.

Santiago y Osvaldo no pudieron disparar, puesto que Liam no apareció y tenían miedo de lastimar a Emilia si estaba dentro de la habitación.

Osvaldo contó la cantidad de balas, ya que en algún momento el tirador tendría que cargar si tuviera tan solo un arma. Así, cuando pensó que era el momento, el hombre fue rápido y agarró la almohada, luego entró y la arrojó en dirección a Liam.

Este último pudo esquivar, pero eso fue suficiente tiempo para que Santiago entrara también y lo golpeara en el hombro.

«¡No lo mates!», gritó Osvaldo, y agregó: ”¡Yo mismo lo haré después!».

Tras ello, se giró hacia Emilia y cuando sus ojos se fijaron en su estado, el corazón de Osvaldo sintió que se le iba a salir por la boca.

De inmediato, Santiago inmovilizó a Liam con unas esposas y golpeó al hombre en la cabeza con la parte de atrás de su arma, dejándolo inconsciente. Fue entonces cuando miró a su cuñada y se horrorizó por completo.

«Mi amor… ¡Lo siento mucho!». Osvaldo hablaba sin parar en ese momento. Al instante, él la desató y la colocó en su regazo con el mayor cuidado posible. Ella estaba inconsciente.

Rápidamente, salieron de allí, Santiago tenía mucho trabajo con Liam porque el hombre era muy robusto, e inconsciente pesaba el doble.

Los soldados ya se encontraban dentro de la casa y ayudaron a llevar a Liam a uno de los autos.

Emilia no despertó en todo el camino, lo que hizo que Osvaldo se sintiera mucho peor.

Entonces, el hombre le acarició el cabello, justo donde sabía que no tenía ninguna herida.

Tan pronto como aterrizaron en la Ciudad de México, los vehículos que los esperaban condujeron hacia el hospital de la mafia apresuradamente. Al llegar, la mujer fue atendida de inmediato.

Osvaldo, por otro lado, estaba esperando con impaciencia. A pesar de que era médico, no podía hacer un seguimiento de nada. Él era el esposo de la paciente ingresada, y en su estado de nerviosismo, sabía bien que no sería de ayuda, pues solo estaría estorbando.

Apenas vio que uno de los médicos salía al pasillo, Osvaldo corrió hacia el hombre y lo agarró con fuerza por los hombros.

«¿Mi esposa, mi bebé?».

“Señor, la Señora Herrera todavía está inconsciente. Ella tenía un daño en la cabeza y… bueno, como puede ver, una de sus rodillas estaba destruida y tuvimos que operarla. Además, sus dedos estaban todos rotos, parte de su pómulo también. El hueso cigomático, la mandíbula…”.

Escuchar todo eso solamente hizo que el odio de Osvaldo incrementara. ¡Sin duda alguna, haría que el maldito hombre que la había secuestrado sufriera el doble!

«¿Y qué hay de nuestro hijo? ¿Cómo…?”, al hombre no le extrañaría que su esposa hubiera tenido un ab%rto.

«El bebé está bien. Increíblemente, a pesar de que la Señora Herrera sufrió heridas abdominales, la criatura se encuentra bien”.

Al escuchar eso, Osvaldo sonrió nervioso. En ese momento, estaba llorando y sonriendo al mismo tiempo.

«¿La puedo ver?».

«Por supuesto, señor. Venga por acá».

Ver a su esposa de esa manera era la última prueba que necesitaba Osvaldo para estar seguro de que usaría hasta los últimos días de su vida para hacerla feliz. Como ellos estaban casados, el divorcio no era una opción en su mundo. A decir verdad, el hombre nunca pensó que era lo correcto, pero, en ese momento se alegró, pues, quería decir que Emilia estaría a su lado para siempre y tendría este tiempo para que ella lo perdonara.

Por otro lado, Carolina había estado tratando de comunicarse con Emilia durante días, pero, no obtenía respuestas. Como la mujer odiaba esperar, decidió ir a la casa de su amiga, solo para ver a varios soldados allí y ser informada de que la Señora Herrera no se encontraba.

«¿Qué demonios está ocurriendo? Osvaldo no me atiende las malditas llamadas…», dijo ella mordiendo su labio, mientras Máximo la agarraba del brazo.

«Amor, cálmate, por favor”.

«¿Que me calme, Máximo? No encuentro a Em por ningún lado». Tras ello, la mujer se acercó a uno de los soldados. «Joven, ¿Podría por favor llamar a su jefe? ¡Necesito hablar con mi amiga, tengo que averiguar si está bien!».

El hombre normalmente lo ignoraría, pero ya había visto a las dos chicas juntas y sabía que esa mujer no era solo una chismosa. De inmediato, el joven sacó su celular del bolsillo y llamó a Santiago.

«Señor, la amiga de la Señora Herrera, Carolina Castillo, está aquí en la residencia de la Familia Sánchez».

Al escuchar esas palabras, Santiago se rascó la cabeza.

«Dile que puede pasar por la casa de Osvaldo, yo le voy a explicar toda la situación .

«De acuerdo, señor».

Luego, Carolina se sorprendió al saber que su amiga había sido secuestrada y se encontraba actualmente en el hospital.

«¿Puedo ir a verla?”, preguntó Carolina, sollozando.

«Bueno, Osvaldo no quiere a nadie más que a él, De hecho, yo mismo me quedo allí solamente para que él pueda volver aquí, tomar una ducha y hablar un poco con los niños”.

«Santiago, por favor, te pido que nos mantengas informados», pidió Máximo, y Santiago asintió.

«Por supuesto, lo haré».

A la salida, la pareja se encontró con los niños, quienes regresaban de la escuela, así que Carolina se quedó con ellos unos minutos. En ese momento, Bia aún estaba completamente encantada con Máximo.

Dos semanas más tarde, Osvaldo por fin sintió la mano de la chica moverse debajo de la suya.

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