Un matrimonio de conveniencia -
Capítulo 101
Capítulo 101:
“Osvaldo, abre la puerta, por favor», le pidió Emilia, pero él permaneció en silencio, obligándola a darse la vuelta y mirarlo.
«¿Qué sucede?».
La chica quiso reírse de su atrevimiento al preguntar, pero ¿Qué derecho tenía ella de exigir algo? A fin de cuentas, ella era exactamente lo que él decía que era, una mujer y, como tal en la mafia, siempre le pertenecería a un solo hombre. De todos modos, él nunca le prometió amor.
“Nada. Simplemente estoy cansada, eso es todo», contestó la joven, mirando hacia otro lado y ya girando hacia la puerta. «Abre, por favor».
«Emilia, te pedí que no mintieras, ¿Cierto?», pronunció él.
“Estoy cansada, Osvaldo. No es mentira», y no Lo era. De hecho, ella no especificó de qué estaba cansada.
Osvaldo, por otro lado, sabía que había algo más, pero quizás la falta de sueño le impedía pensar con claridad, pues, no podía entender por qué la mujer estaba irritable. No, en realidad ella no estaba malhumorada, estaba triste. Él se atrevía a decir que… ella estaba decepcionado. ¿Acaso estaba decepcionada de él? ; En ese instante, el joven la tomó del brazo y la giró suavemente. La mujer no se resistió. Entonces, Osvaldo le acarició la cara, colocando uno de sus mechones de cabello detrás de la oreja.
«Descansa. Mañana, después de que visitemos a tu mamá, te voy a llevar a ver a los niños, ¿De acuerdo?».
«Está bien. Descansa tú también, porque tus ojeras lucen terribles».
Honestamente, él quería besarla, pero se contuvo. La chica no parecía estar de humor y él no sería tan descortés, sobre todo porque el motivo de su infelicidad parecía ser él.
Roberto no se veía por ningún lado cuando llegó su hija, y ella sinceramente pensó que era lo mejor. Si él volviera a mencionar su posible traición a Osvaldo, ella no estaría interesada en escuchar. La mujer quería poder hablar con su prometido, pero entonces, ella sería la responsable de la desgracia de la familia. A decir verdad, no era que le importara su padre, sino su madre.
Unas horas más tarde, Carolina la llamó y las dos hicieron una videollamada.
«¿Cómo sigue tu madre?».
«Bueno, está despierta, Carol. El doctor dijo que se está recuperando muy bien”.
«¡Eso es muy bueno! La verdad es que espero que salga pronto del hospital», le dijo Carolina, aunque Emilia se dio cuenta de que su amiga se veía un poco triste.
«¿Qué sucede?».
«Es que… tengo algo que decirle a Máximo, pero no sé si se lo tomará muy bien».
«¿Qué tienes que decirle?».
«Tengo que hablarle de las joyas. ÉL… me preguntó por qué nunca las utilizo. Luego, dijo que tu matrimonio sería una excelente oportunidad, ¡Pero, es que las vendí!».
«Ah, me había olvidado de eso, Carol. Bueno, me dijiste que no las vendiste por algo malo, quizás a él ni siquiera le importe tanto”.
«¿Tú crees?», en ese momento, Carolina se mordía los labios, nerviosa. «Estamos muy bien… pero tengo miedo de no hablar, ocultarlo más y que termine siendo mucho peor».
«Tranquila, Carol. Por lo que he visto de Máximo y por lo que me dijiste él es muy diferente al que era antes», respondió Emilia sonriendo y luego agregó: «Lo va a tomar bien. Yo sé que sí».
«Bueno, eso espero. Ahora, cuéntame sobre Osvaldo. ¡Dime todo!».
«Ah…”.
«¡No me vengas con eso, Emilia! Me dijiste que Lo besaste y que fue bastante bueno. No es que quisiera pensar en él de esa manera, pero … cuéntame, ¿De verdad están juntos? ¿No es solamente por el arreglo matrimonial?».
Al escucharla, la joven sonrió con amargura.
«No. Bueno, yo no diría eso. De hecho, él hoy dejó muy claro cuál es nuestra relación y que yo no soy más que su propiedad. Así como toda mujer en este ambiente podrido en el que vivo».
De inmediato, Carolina apretó os labios, por lo que Emilia supo que su amiga estaba controlando su ira.
«¡No puedo creer que él haya tenido el descaro de decir tal cosa!», agregó Carolina dándole un puñetazo a la almohada. «¡Sin duda alguna, él cambió mucho con esa mafia de porquería! ¡Él no era ese tipo de hombre!».
«Quizás no es por ti».
«Em…”.
«Descuida, está bien. No es como si él estuviera saliendo de lo normal, ¿Cierto? De hecho, él ya es mucho mejor que los demás. Por lo menos, nunca amenazó con abofetearme».
«¡Y que ni siquiera lo intente! ¡Lo mato!», dijo Carolina. Justo en ese momento Máximo, quien estaba entrando a la habitación, levantó las cejas.
«Vaya, ¿Qué hizo él para merecer morir?», interrogó el rubio y se colocó al lado de su esposa para darle un beso. «¡Ah hola, Emilia!».
«¡Bueno, estamos hablando del prometido de Em!».
Máximo sabía que si Carolina se refería a Osvaldo de esa manera, era porque estaba enojada con él.
«¿Acaso le pegó a Emilia?», preguntó Máximo con el rastro ensombrecido. «¿Acaso te amenazó? ¿O te lastimó? ¿Qué te hizo él?».
«Te cuento después. Pero no, en realidad no hubo nada de violencia física. Ni siquiera está siendo molesto o algo así».
En ese instante, Máximo estuvo de acuerdo con las palabras de Carolina.
«Bueno, solamente vine a buscar mis lentes. Voy de regreso a la oficina».
Después de unos minutos más de conversación, Carolina fue a cuidar a su hijo y se quedó hablando con su esposo después de la cena.
Emilia, por otro lado, tomó un libro para leer, pero su celular volvió a sonar. De inmediato, miró y descubrió que era un mensaje de Santiago.
Él le había enviado un video divertido, diciendo que era para animarla.
A decir verdad, ellos evitaban tener demasiadas conversaciones, aunque él sabía que a ella le gustaban los gatos, así como los videos de estos animales.
De hecho, rara vez hablaban, para no hacer molestar a Osvaldo. La verdad era que Santiago pensaba que eso era ridículo por parte de su hermano, pero, no iba a faltarle el respeto a su novia. Y mucho menos iba a meter a Emilia en problemas.
En ese momento, Osvaldo vio a su hermano riéndose mientras sostenía el celular y se acercaba. Entonces, vio que el otro estaba viendo videos de gatos.
«No sabía que te gustaban esos videos».
«Bueno, he aprendido a que me gusten. Resultó ser Emilia quien me introdujo en esta vida», dijo el joven riéndose, mientras Osvaldo chasqueaba la lengua. Al verlo, Santiago colocó el celular en su regazo y comentó: «No seas tonto, hermano. Emilia y yo somos amigos, y ahora casi no nos hablamos».
«Me parece que eso es algo bueno».
«Te lo digo en serio. Ya para con eso. Nunca antes te había visto así de posesivo con una mujer. No te preocupes por nada, yo no estoy aquí para disputarte tu esposa, así que estos celos son completamente innecesarios».
«¿Celos?», dijo Osvaldo, burlándose, y agregó: «¿De verdad crees que yo voy a tener celos de esa chica?».
Ante eso, Santiago lo miró con incredulidad.
«Por favor. ¡Estás loco por ella!», exclamó él.
«No, no lo estoy».
«Entonces, ¿Por qué la elegiste especialmente-a ella? Había otras mujeres. Incluidas otras que son menos rebeldes, más aptas para seguir lo que pareces esperar de una mujer. Eso es algo que realmente me sorprende mucho, considerando que te casaste fuera de la mafia».
«¡Leticia era mucho más tranquila de lo que te puedes imaginar!
Además…», pronunció él, y suspiró para continuar: «Emilia es bonita, no lo voy a negar. Ella es bastante inteligente y eso lo aprecio mucho, pero lo cierto es que eso es todo».
«Si tú no la querías, si no puedes ver lo increíble que es, deberías haberla dejado casarse con alguien que la pudiera valorar más», objetó Santiago, encogiéndose de hombros.
«¿Y con quién? ¿Acaso contigo?».
Al hacer esa pregunta, Osvaldo miró fijamente a Santiago y este no apartó la mirada.
«Si algún día me llegara a casar, sí, con mucho gusto lo haría con Emilia y sería feliz por eso. Te aseguro que la trataría como una reina.
Sinceramente, ella no es una p$ta cualquiera, ni una mujer sin personalidad. Ella es una persona maravillosa y…».
Santiago ni siquiera pudo terminar de hablar.
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